¿Querés aprender el Dirty dancing?

Estamos demasiado acostumbradas a pensar la sexualidad de una manera determinada, asociada al contacto físico y a lo privado, pero la energía sexual se expande y atraviesa toda nuestra vida. Si supiéramos que implica mucho más que un encuentro, viviríamos nuestra propia potencia de manera más creativa, conscientes de que hay mucha carga (y descarga) erótica en caminar descalzas por el pasto, entregarnos a una tormenta inesperada o estirar los músculos hasta el punto del dolor. No hablamos de que te mire otro mientras lo hacés, sino de permitirte sentir todo lo que tu cuerpo puede sentir, sin necesidad de llegar a un orgasmo o de levantarte un chongo. Por su intenso trabajo físico y la pérdida de conciencia de la mirada ajena, las bailarinas tienen especialmente explorado ese terreno. Cada clase puede terminar con la sensación de "me voy con la cola parada", pero también con otra más poderosa, la misma que te deja un gran revolcón: la de haber aprovechado tu energía vital con cada rincón de tu cuerpo y conectada a tus emociones. Por eso, quienes se atreven a bailar sin vergüenza y con ardor suelen salir de las salas con la certeza de haber descubierto un secreto, una pista de algo más grande, como un gran amante de esos que en serio te dan baile...