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Ramira: la heredera de Ramiro




Agosto 2007. Barcelona. No sabía bien qué iba a pasar con él pero sospechaba que iba a ser difícil olvidarme de sus palabras escurridizas. Estaba en una ciudad nueva, distinta, aprendiendo a estar sola, maravillada con todo pero cada tanto imágenes de vincha y moto se entrecruzaban por mi mente.
El primer mail no tardó en llegar. Quería saber cómo había sido la recibida y cómo me adaptaba a la nueva vida. Las preguntas se sucedían, se reía de mis historias, me hacía compañía cuando no podía dormir, me contenía. Teníamos una suerte de relación a distancia.
Un día descubrí que por un euro podía llamar a Buenos Aires y hablar una hora, era tan fácil como meter una moneda en un teléfono público y así trasladarme por un tiempo cerca de esa voz. Empezamos a comunicarnos por esa vía una vez por semana, los chats se volvían más melosos, hasta que un día Ramiro se animó y me dijo que me quería. A la distancia, me quería. Y yo sentía algo parecido por él. Era raro, pero ya no tenía miedo de que me desvirgara.
Las promesas. "En enero vuelvo", le había mentido en septiembre. Quería viajar por Europa y mi plan se había truncado. Tenía que trabajar para ahorrar plata y la operación iba a durar unos meses más. Él me pedía que volviera, yo le juraba que iba a estar ahí pronto pero siempre sabiendo que eso iba a ser a partir de junio. Mientras lo bicicleteaba las cosas se ponían cada vez más intensas: hablábamos todos los días, me decía que estaba cansado de jugar, que quería ponerse de novio, que necesitaba que estuviera ahí. Yo soñaba con él, quería hacerle caso a su pedido, pero mi orgullo hacía imposible asumir el riesgo de cambiar radicalmente mi plan por alguien. A veces pienso que ese fue el error.
La fecha se iba aproximando y tuve que decirle la verdad: hasta mayo no iba a volver. Un poco se ofendió pero entendió. Lo llamé para su cumpleaños (cumple el mismo día que los enamorados). Seguimos hablando hasta que la fecha de vuelta fue concreta: primeros días de julio. Todo siguió como venía: amor, mails, declaraciones románticas. Cuando faltaba poco para que emprendiera mi viaje de vuelta, él desapareció.
No se conectaba, no me contestaba. Aire, distancia, hielo. Iba a sumergirme en tierras africanas 20 días y después estaría en casa otra vez. En ese momento, estaba concentrada en mi viaje, no le di importancia; pensé que era parte de su juego.
Bajé del avión y lo primero que hice fue escribirle para decirle que estaba en Buenos Aires. Le quería poner cara a todas esas palabras. Recién ahí, contestó. Su nick del MSN era "un mes en el cielo", mis sospechas estaban bien fundadas, pensé.
-¿Estás de novio?
-Sí
-¿Hace cuánto?
-Unos meses
-¿No me lo pensabas decir?
-No sabía cómo. Tengo ganas de verte, pero no puedo, quiero hacer las cosas bien.
Parapléjica, me había dejado dura, estática, angustiada. Pensaba que él era el correcto, estaba dispuesta a dejarme llevar por esa pulsión, pero nada... había fracasado otra vez. Ni siquiera me quería ver. Me llamaba todos los días para ver cómo estaba, pero no me quería ver, me llegó a llamar el día del amigo. Lo quería matar. No entendía bien qué quería.
Por esa misma época habían internado a mi abuela, tenía metástasis; a la semana de mi vuelta me enteré de que le quedaban pocos días de vida. Yo estaba muy triste, quería verlo, necesitaba un abrazo. Él tampoco podía darme eso.
Le pedí que no me llame más.
Lentamente fue dejando de intentar ser mi amigo.
Hasta que un día, me habló por el MSN.
-Te quiero decir algo
-¿Qué querés?
-Voy a ser papá, por eso no te podía ver…
-¡Me estás jodiendo!
-No
-¿De cuánto?
-Un mes
-¿Hace cuánto estás con esta mina?
-Desde que te dejé de contestar, un mes y medio.
-¿Y qué pasó?
-Un forro roto.
-Vos sos un forro. No sé si felicitarte o desearte la muerte súbita.
Nunca más volví a hablar con él. Pero como el destino es sabio, una tarde estaba en Once, sentada en un café, y lo vi pasar. No había manera de no saludarnos. Me quería morir. Se acercó, me dijo que estaba a días de ser papá (días) y que su hija se iba llamar Ramira. Vaya egolatría, pensé... Me preguntó en qué andaba (por suerte para ese entonces ya había conocido a Emilio, viene en otro post). Me temblaban las piernas pero traté de que no se notara. Se fue.
***
El otro día me mandó un mensaje por Facebook. Raro, pensé. Me preguntó si estaba sola. Se acababa de separar. Tarde, le contesté.

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