Raúl Rizzo. "Como lugar ideal me gustaría que las sierras tuvieran playa y mar"

-En general los viajes tuvieron que ver con mi trabajo, y se dieron con mucha frecuencia: festivales de teatro, algún festival de cine, giras por distintos lugares. Un lugar protagónico, porque había que salir más o menos constantemente. Hoy salgo mucho menos, por unas vacaciones o una visita especial, como me ocurrió este año, que mi suegro cumplió 80 años y fuimos a San Luis un par de días. En este momento también estoy de gira con el Teatro Cervantes.

-No, no, no. La vez que dormí en una carpa la pase mal. Nada de eso.

-La inmensidad del sur argentino, el viento de la Patagonia, ciertos recortes del paisaje en la zona de la Cordillera, y los glaciares. Esa imponencia. En general este país sorprende, tiene lugares impresionantes.

-Y..., asumir el rol de turista. Vestirse de una manera estrafalaria, sacar todas las fotos posibles, comprar las chucherías que parecen artesanías -pero no lo son- y comer la comida típica del lugar aunque no le guste o le caiga mal.

-La zona serrana de San Luis es un lugar que me gusta mucho. Mis suegros viven ahí, y la verdad es que cada vez que fui lo disfruté muchísimo. Los árboles, el ruido de los pájaros. Se ve que uno sale del ambiente estresante de la ciudad y eso cobra mayor dimensión todavía.

-No mucha gente, que las sierras tuvieran playa y mar. Una cosa tranquila, serena, en armonía, con buenas comidas, de las que a uno le gusta comer, y no las que te impone el reglamento turístico.

-A mí me gusta mucho el tango. Soy de escuchar tango en el auto. También me gusta mucho la música latinoamericana.

-Uno tiene prejuicios agazapados que a veces detecta y otras no, siguen ahí latentes. Pero es posible. Me pasó más en gira que en vacaciones. De pronto pensar que el público de un sitio determinado va a ser duro, difícil, cerrado por características del lugar, y sin embargo después te encontrás con un público cálido, que te aplaude de pie. Y a veces al revés también.

-En este momento no hay mascota en la casa. Pero siempre tuve perros más que gatos. En general la instancia era intentar llevar a los perros. A los gatos no. Ellos tienen una cosa independiente, su vida propia, hacen su historia, y sólo le dejábamos dicho a alguien, algún pariente o amigo, que les dé de comer.

Había ido al festival de teatro de Cádiz, en España, e iba a visitar a mi hermano, que vive con la familia en las afueras de París, en tren. Lo tomé en Madrid hasta la frontera con Francia, y ahí tuve una espera de una hora para tomar el tren francés. Me subí, todo bien, y a los diez minutos del viaje descubro una autopista que se veía a unos 200 metros más o menos alejada de las vías. Enseguida me llamó la atención la lentitud de los autos, que parecían postes en medio del paisaje. Recién entonces tomé conciencia de que estaba arriba del TGV (Tren de Gran Velocidad, del francés, Train à Grande Vitesse), que va como a 300 kilómetros por hora. Había subido sin darme cuenta a un tren que es una flecha.

Minibio Por estos días, Raúl Rizzo protagoniza Desde el jardín de la república de Palermo, una obra de Daniel Llermanos y Eduardo Lamoglia basada en la novela de Jerzy Kosinski. Con Alfredo Castellani, Fito Yanelli, Paola Papini y Alfredo Allende. Dirección: Eduardo Lamoglia. Todos los jueves, a las 21, en el Tinglado, Mario Bravo 948. Entrada, 130 pesos. Además sigue de gira con el Teatro Cervantes presentando El tao del sexo, de Ignacio Apolo, con María José Gabin.