Foto: Corbis
Por Magalí Etchebarne
Un día, te sentís amada, comprendida, reconfortada, correspondida, y de pronto, sentís que no da para más, que estás aburrida, que no sos feliz. Le das vueltas y vueltas, te decís inconformista, poco tolerante, pero la certeza es contundente: te querés separar. Internamente, la decisión está tomada, ahora hay que llevarla a los hechos.
Está comprobado que somos totalmente incapaces de predecir qué nos va a hacer felices, así que aflojá con el enrosque y confía en lo que sentís. Si lo estás maquinando desde hace tiempo y no sabés cómo seguir, te damos algunas pistas para abordar todo eso que te hace dudar y te impide actuar.
Lo material
Nunca antes te habías puesto a pensar qué cosas eran tuyas, cuáles de él y cuáles de los dos. Pero el día de la división de bienes llega, y es uno de los puntos que vas a tener que empezar a considerar. La casa, el auto, todo eso que son los "bienes en común" a la hora de la división, si no se actúa correctamente, se vuelven los "males en común".
Qué hacer: priorizá tu salud mental, tu tranquilidad. Obsesionarte con lo material es una forma de aferrarte desmedidamente al otro, disimular la incapacidad de hacer el corte definitivo. Llega un momento en el que tenés que resignarte al cambio y soltar. Que la casa, el auto, los muebles, no sean la excusa para seguir enganchada en esas idas y vueltas superficiales. Por más que la disolución de la pareja no se haya dado en buenos términos o que hayan llegado a esa decisión por motivos desagradables, hay que levantar la cabeza y seguir caminando. Quedarte lidiando por la mitad de lo que hasta hoy compartían no vale lo que vale tu felicidad.
Los hijos
Ellos no deberían estar en juego a la hora de las negociaciones crudas. Los hijos son de los dos y, a la vez, de ninguno, ¡tienen vida propia, intereses y voluntad! No pueden ser el puente ni la carnada para llegar al otro. Es trillado, archirrepetido, pero hay que grabarlo a fuego: actuar con buenas intenciones y dejarlos fuera de las internas de los adultos.
Qué hacer: lo mejor es empezar a trabajar este tema ya mismo, de lo contrario, te vas a retorcer envenenada. Si desatás una batalla campal entre él y vos, o entre su familia y vos, los que más se van a ver perjudicados serán los chicos. Para ellos no es fácil poner en palabras lo que les pasa. Lo que sienten y piensan va creando nudos de dolor que es mejor ayudarlos a deshacer. Hacétela fácil, no te enrosques y bancátela. Así, vas a ayudar a tus hijos a que no vivan este momento como una catástrofe, sino como algo que puede pasar y que, cuando sucede, se afronta adultamente. En este caso, es bueno pedir ayuda, hacer alguna consulta terapéutica.
El estatus social
Para algunas mujeres, la separación significa volver al mundo del trabajo más intensamente o comenzar a ejercer una profesión hasta ese momento abandonada. Una nueva vida, entonces, en todo sentido: volver a "soltera", irse a vivir sola (si no hay hijos), alquilar algo más chico (si se tiene menos dinero) o hasta volver a la casa de los padres mientras se termina de dar el salto completo.
Qué hacer: tu actitud tiene que ser proactiva. No dejes de hacer cosas por vos, es el momento de reforzar la autoestima y aprender a conocerte en esta nueva etapa. La separación es un desafío importante, y cuando el cambio se realiza con decisión, siempre es positivo. Si no lo creés, preguntá a tu alrededor. La amplia mayoría de las mujeres que se separaron por decisión propia afirman que el cambio las favoreció ciento por ciento, aun en los casos en que se perdieron comodidades económicas.
La culpa
La culpa es una cuchillada autoprovocada, y las mujeres solemos saber muy bien los métodos para aplicarnos la puñalada y después quedar como demoradas sin poder actuar, sin poder decidir.
Qué hacer: el primer paso es correrte de esa tendencia natural a encasillar las cosas: "El es la víctima, ¡oh!, y yo la victimaria". Ni ahí, dejá de subestimar. Ni él es el pobrecito ni vos sos una asesina de corazones. Escapales a los rótulos, porque así no vas a ningún lado. Estás decidiendo algo por amor a vos y por amor y respeto a él. Tus hijos tampoco son víctimas de la situación, ya te lo deben haber dicho, pero no hay nada mejor que crecer cerca de personas que nos enseñan que hay que irse de los lugares que no nos hacen felices. Qué mejor ejemplo para ellos que decir "esto no lo quiero" y ver que sus padres pasan a respetarse más allá de todo. Cuando una está bien, les da lo mejor a sus hijos, y ése es el mejor ejemplo de vida.
Sentimiento de fracaso
Es importante hacer consciente lo que se piensa sobre la separación. Qué estás pensando en relación con la decisión y cómo la estás viviendo.
Qué hacer: ponelo en palabras, escribí, contáselo a tus amigas. Sacalo de vos como sea, y vas a ver que no es tan grave y que ni siquiera es un fracaso. No te maquines más, las cosas a veces salen y otras no. Lo peor es arrepentirse por lo que no se hizo. Hacé conscientes todos tus fantasmas y, como si fuese un ejercicio mental, cada vez que aparece el miedo, el remordimiento, recordate que no le estás haciendo mal a nadie y que no es el fin del mundo, que todo pasa y se capitaliza en experiencia. Y tené presente esto: es un cambio, no una derrota.
El miedo
Lo primero que suele aparecer ante la toma de una decisión así es el miedo: miedo a no ser capaz de afrontar el cambio o, incluso, miedo a arrepentirte. Es el peor de los enemigos y se disfraza siempre de esa preguntita letal que te repetís cada noche: "¿Voy a poder?".
Qué hacer: hay una frase escrita en tooodos los libros de frases: "No es valiente el que no siente miedo sino el que lo puede afrontar". El miedo no puede paralizarte, ¡no lo tenés que dejar! Si la idea de separarte da vueltas por tu cabeza desde hace tiempo y lo que te detiene es el miedo, entonces hacete cargo de eso y trabajalo, en terapia, en yoga, con tus amigas, como sea, pero ponelo afuera, así podés verlo bien. Vas a ver que es espeso, sí, pero hecho de fantasías tuyas, miles de fantasías y fantasmas con los que cargás desde hace tiempo. Es momento de que te ocupes de lo que no te deja crecer, la otra opción es conformarse: y a la conformidad sí hay que tenerle miedo.
El divorcio
Por Mariana Andrea Penayo*, abogada
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