Lo dije ayer y lo repito: cómo me gustaría liberarme (de mí misma) de una vez y para siempre, y no como me sucede, que necesito hacerlo y repetirlo, no a diario pero sí con frecuencia, como un soldado. Me siento una sargentita de la liberación. Presa de esta disciplina.
¿Cuántas confesiones, cuántos bastas, cuántos hartas serán necesarios para quedarnos sin filtro, livianos, juguetones como los chicos, de una puta vez y para el resto de nuestra vida?
¿Cuántas veces más me comeré esos personajes de mujer seria y solemnidad? Y no es que no sea seria, sí que lo soy, pero ya... ¡Fuera pretensiones y expectativas, fuera, muchachas, váyanse, lárguense!
Yo no quiero ser una "mosca muerta" bajando línea. Quiero ser común y corriente, ordinaria, sanita, eso sí. Nada de "muy reflexiva", ni de "creativa", ni siquiera pretendo ser un alma sabia, de esas que sienten compasión por otras almas.
A mí, señoras Expectativas, denme tiempo, denme no-prisa, denme tranquilidad. Y por favor, que tampoco nadie, NADIE pretenda gran cosa de mí. Que ningún ser humano se haga una película de mi persona, porque de seguro termine decepcionándolo. Ahorrémonos las caretas, la seducción, las palabras bonitas, la pompa, las muchas metas, los delirios de grandeza. Ni estrella de cine, ni gurú espiritual, ni super mamá, ni siquiera ya pido ser "auténtica", palabra que se me escurre de los dedos cuando intento asirla.
Quiero ser la que soy, igualmente humana y desastrosa que el resto o que la gran mayoría de los mortales. No entendiendo un rábano, repitiendo cual lorito, queriéndolo casi todo y temiendo otro tanto.
¿Algo que decirle a sus Señoras Expectativas?
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