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"Ser gorda no me define"




Meli tiene 35 años y viste ropa oscura. Se ríe poco, es tímida. Cuando era chica pasaba muchas horas frente a la tele mientras sus papás trabajaban y sus hermanos mayores hacían deportes. Ella no, la gimnasia no era su fuerte, apenas podía tocar la pelota en handball, y era de las últimas en ser elegidas para los partidos de voley. Iba de la escuela a la casa, hacía las tarea y después miraba dibujitos o series. Tomaba la leche con galletitas de chocolate y jugaba a la cocinera, se ponía el delantal y copiaba las recetas que veía en los programas de cocina: una torta con mucha manteca y seis huevos, masas secas, pan de campo...
No recuerda el momento exacto en que se dio cuenta de que se había vuelto adicta a la comida, pero sí que una tarde se miró en el espejo y sintió que era otra. Una parecida a ella, pero perdida entre los pliegues de la carne que empezaban a desbordar del jean. Cuanto más triste estaba, más comía. Dejó de ir a los cumpleaños de los compañeros, se alejó de sus amigas, se encerró todavía más. Su refugio eran los libros de estudio y la tele, ellos no fallaban. A los quince, Meli medía 1,60 y pesaba 90 kilos, su familia no lo veía como un problema, o más bien, no lo quería ver. Los padres seguían tomando la misma gaseosa de siempre, ellos también tenían sobrepeso pero eran más activos, los hermanos la cargaban, le decían gordi, y gordi reemplazó a su nombre por años. No importaba el esfuerzo que hiciera para controlarse durante el día, las dietas que probó para adelgazar, a la noche abría la heladera y arrasaba con lo que había quedado de la cena.
Se acostumbró a sentirse infeliz, ansiosa, le faltaba energía para caminar, para correr el colectivo, se agitaba fácil. Terminó el colegio con el promedio más alto y decidió estudiar abogacía. Dio su primer beso en el viaje de egresados y supo que por inseguridad y miedo, se estaba perdiendo algo importante. A los dieciocho, un médico le dijo que para la edad que tenía, su cuerpo parecía el de una persona veinte años mayor, los niveles de colesterol por las nubes, poco retorno sanguíneo, y riesgo de adquirir diabetes tipo 2. La derivó a una nutricionista que le dio una dieta estricta y durante un tiempo funcionó, se anotó en un gimnasio y bajó quince kilos pero cuando se separaron los padres, volvió a los atracones nocturnos y subió el doble de lo que había bajado. El día que la balanza le mostró 125 kilos, ella se sentó delante de una torta de crema y la miró fijo hasta que las lágrimas corrieron por las mejillas. Supo que ese era su límite y supo que necesitaba ayuda y contención. Había pasado gran parte de su vida negando el problema, pero el problema estaba ahí, enfrente suyo, y era hora de tomar una decisión. Llamó a una psicóloga, pidió un turno y guardó la torta en la heladera.
Trabajar con la obesidad es un camino de voluntad y aceptación. Foto: Latin Stock

Trabajar con la obesidad es un camino de voluntad y aceptación. Foto: Latin Stock - Créditos: Latin Stock

Conocí a Meli en un taller sobre alimentación. Contó que después de elegir dejar de escaparse de los problemas a través de la comida, se sintió más libre, cambió de carrera y estudió nutrición. Desde el momento en que ordenó sus horarios, cambió el contenido de la heladera y conoció personas que la quieren por lo que realmente es, dejó sentir esa necesidad de llenar el vacío. Dejó de sentirse mal si alguien la llamaba "gorda" o la discriminaba o le decía palabras agresivas. "El problema es de ellos, no mío". Ya no se avergüenza de su cuerpo y aunque todavía tiene sobrepeso, está más saludable y activa. Sabe que estar en buen estado es fundamental pero no es lo único que importa. El foco de su vida pasa por otro lado.
El caso de Meli, que prefiere ocultar su identidad, es el de muchos. El 12 de noviembre fue el Día Mundial de la Lucha contra la obesidad, un problema que abarca a una gran parte de la población mundial, y que va en aumento. Según la OMS, el 65% vive en países donde el sobrepeso y la obesidad causan más muertes que la desnutrición. En el informe dice que se calcula que el 44% de los casos de diabetes, el 23% de la cardiopatía isquémica y hasta un 41% de los casos de cáncer son atribuibles a la obesidad.
La Dra. Zulema Stolarza, Presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), y la Dra. Mónica Katz, miembro de la Comisión Directiva, explican algunas de las razones: “por un lado la especie humana está diseñada de manera de proteger las reservas de grasa y a medida que nuestra disponibilidad calórica ha aumentado y nuestra vida se ha tornado sedentaria, la obesidad y las co-morbilidades han incrementado su prevalencia”.
Otros factores que inciden en esta pandemia son:
-normas de consumo de productos altos en calorías en porciones hipertróficas. (porciones demasiado grandes para una persona).
Desconfiá de los negocios que te agrandan el combo o te ofrecen el triple de lo que podés comer. Es difícil darte cuenta si estás satisfecho, sobre todo si no estás atento porque estás haciendo otras actividades.
-normas de movilidad restringida debido a largas jornadas escolares y laborales, intensa mecanización, alto desarrollo tecnológico y la competencia entre el mercado del entretenimiento y la práctica de actividad física.
La actividad física es necesaria, además de tonificar los músculos, genera oxitocina, lo que permite controlar el apetito y sentirse más equilibrados.
-altos niveles de estrés y de incertidumbre generan no solo ansiedad y depresión sino malas decisiones.
- disbiosis de la microbiota que genera ganancia de peso e inflamación. -deuda de sueño (dormimos menos de 7 horas por noche) que incrementa hambre y disminuye el gasto energético.
Cuando tenemos sueño, y cuando estamos estresados, tendemos a buscar en la comida lo que obtendríamos a través de la calma y el descanso. Dormir bien es clave para comer lo necesario.
-prescripción de medicamentos que aumentan la ingesta y el peso.
Es muy común tomar pastillas para cualquier dolencia y estamos en un ámbito donde eso es común. Ojo, a veces las contraindicaciones son mayores a los beneficios.
-climatización constante de los ambientes que minimiza la demanda energética.
Aunque a veces suene tentador, usar mucho el aire acondicionado no es una buena idea, ni para nosotros, ni para nuestro ambiente.
- presencia de disruptores hormonales que interfieren con la señalización hormonal.

¿Cómo saber si un tiene sobrepeso o es obeso?

El índice de masa corporal (IMC) es un indicador simple de la relación entre el peso y la talla que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad en los adultos. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).
La definición de la OMS es la siguiente:
Un IMC igual o superior a 25 determina sobrepeso.
Un IMC igual o superior a 30 determina obesidad.
Desde la SAN se aconseja la incorporación de hábitos saludables tanto para tratar la enfermedad, como para su prevención. “La alimentación saludable y la actividad física suficiente y regular son los principales factores de promoción y mantenimiento de una buena salud durante toda la vida”.
Por mi parte, y por lo que veo en mi entorno, es decisivo trabajar en el factor emocional, al mismo tiempo que se modifican los hábitos alimenticios y se incorpora la actividad física. No sirve cambiar la adicción a la comida por la adicción a la actividad física, si no se busca un equilibrio que nace de la aceptación y de la búsqueda de un propósito que va más allá de mejorar la imagen. A no bajar los brazos, así como Meli, hay gran cantidad de personas que se proponen un cambio de vida y lo logran, encontrar ayuda y motivación es el primer paso.
El desafío para controlar la adicción es equilibrar nuestro cuerpo físico, espiritual y emocional. Foto: Latin Stock

El desafío para controlar la adicción es equilibrar nuestro cuerpo físico, espiritual y emocional. Foto: Latin Stock - Créditos: Latin Stock

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Kariu

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