Revalorizá el encuentro sexual - Créditos: Corbis
Por Marta Rajtman
Cada una de nosotras tiene características independientes e individuales, y nuestra vida sexual es tan plural que no hay mujeres idénticas en su ser sexual.
Por supuesto, más allá de lo instintivo, también "somos" lo que nuestra cultura y educación hace de nosotras. Entonces, el resultado es la mezcla personal de todo lo primitivo y lo aprendido o heredado durante nuestra vida.
Por eso, deberíamos negarnos a ser incluidas en las viejas y tan limitantes clasificaciones que, en general, fueron creadas por médicos varones hace muchos años. ¿Cuáles? Virgen o no; orgásmica o no; orgasmo corto, largo, múltiple; etcétera... Imaginate, hasta nos clasificaron sexualmente ¡por el color del pelo! Las castañas resultaron más "peligrosas" que las rubias, por ejemplo. ¡¿Qué opinás vos al respecto?!
Hasta Sigmund Freud describió una sexualidad femenina correcta y otra no. ¡¡¡Y cómo se equivocó!!! Resulta que aquello que anunció como sexualidad adulta –en teoría, la que obtiene un orgasmo por penetración– resultó, por suerte, totalmente inexacto.
Cada mujer tendrá o no su orgasmo con diferentes estímulos, y disfrutará su goce de variadas formas. Además, el sentir sexual se va a ir modificando incluso en cada una de nosotras según las diferentes etapas y momentos de nuestra vida.
Si bien los varones y las mujeres tienen las mismas respuestas fisiológicas a la estimulación, ya sea inducida por una fantasía o algún tipo de contacto erótico, el resultado y su duración no dependen en absoluto del género, sino del estímulo. Entonces, deberíamos desterrar definitivamente la tradicional idea de que la correcta sexualidad femenina es la coitodependiente, o sea, a merced de –o gracias a– ¡la penetración masculina!
El orgasmo femenino
Parece ser que la hipótesis que por siglos estereotipó a las mujeres como "las sensibles, románticas y menos sexuales" ¡es mentira! Ya sabemos, claro, que la gran mayoría de nosotras obtenemos placer estimulando nuestro clítoris, y eso también incluye –por qué no– el pene, que lo acaricia en algunas posiciones al penetrar.
Esta maravillosa realidad nos hace dueñas de nuestro placer, que, sin ninguna duda, podemos compartir con nuestro saliente, novio o marido, pero estando seguras de que contamos con la capacidad de gozar con o sin pareja, e incluso ¡con o sin orgasmo!
Ya que estamos deshaciéndonos de etiquetas, de paso, podemos sacarle al orgasmo la categoría de "supremo placer". En cambio, la clave es reivindicar los juegos preliminares, por ejemplo, las caricias, en particular con las manos, que son inmensamente ágiles.
Entonces, el encuentro sexual se revaloriza, porque no necesariamente se deben cumplir reglas ni propósitos obligatorios que terminan generando frustraciones y angustias, porque ¡no hay zonas erógenas de estímulo obligatorio!
El placer tiene diferentes formas, que estaría bien descubrir y no catalogar.
Cada mujer debe encontrar su propio estilo personal, no dependiente de sus medidas, simetrías y diferentes dictados imperativos de cada época, sino de un buen intercambio de fantasías, emociones y piel.
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