Sexo: jugá tu propio Mundial
26 de junio de 2018 • 00:57
No dejes que la pelota se lleve puesta la libido. Pónganse la camiseta para dar todo en la cancha juntos. - Créditos: Ilustración de Flopa
Multiple choice: a) él y vos son fanáticos del fútbol, b) vos sos la fanática y él no tanto y c) él es fanático y a vos el fútbol... ni fu ni fa. Si, entre estas opciones, la que aplica para tu pareja es la última alternativa, ya te la ves venir. Sabés que estos meses de Mundial se vienen con mucha euforia y guarrada, pero no de la hot, sino frente a la televisión. La calentura está puesta en la redonda y hay que lograr que estos 30 días de pasión no se coman la intimidad. La clave está en capitalizar ese sentimiento visceral de tu hombre para que juegue a tu favor.
Créditos: Latinstock
UNA JUGADORA DE TODA LA CANCHA
No hace falta entender demasiado de fútbol, porque igual podemos hacer jueguito de palabras y ponernos la camiseta. Jugar tu propio Mundial no se trata de un acto masturbatorio, de intentar por todos los medios tener acción por el solo hecho de sentir que ganamos porque Rusia 2018 no se adueñó por completo de nuestra pareja. Sería un gol en contra plantearlo desde ese lugar. Jugar tu propio Mundial significa salir al encuentro. De otra manera, no hay partido... Vos, ¿qué posición vas a ocupar en la cancha?
ARQUERA: ATAJAR SU PASIÓN
Lo sabés: el fútbol pasa a ser su primera necesidad. Él no lo hace adrede. Hay que aprender a ceder en los momentos de intereses contrapuestos en lugar de estar todo el tiempo señalándole adónde tiene que patear. Sorprendelo con alguna fantasía que anda dando vueltas y aún no concretaron o sumá un juguete (nuevo) para que él mire al arco. Recordá que, igualmente, no se trata de recetas infalibles o de volverse una femme fatale. Entendé que está manejando otros tiempos y que, para clavarla en el ángulo, tiene que concentrarse. Nadie metió goles en todos los partidos, nadie acabó siempre que tuvo un revolcón. No le metas presión porque puede errar el tiro.
DEFENSORA: EVITAR LOS CRUCES
Un futbolero te diría: "dormila un toque" (a tu ansiedad). No estés marcándole que no activa porque vive haciendo pronósticos sobre contra qué país irá la Selección si pasa a cuartos de final. Bancalo con la pelota a tus pies, provocalo en vez de bloquearlo, pero sabé elegir el momento. Si cuando él sale de su hipnosis futbolística te quedás enganchada con que no te dio bola cuando estabas encendida, no salís del banco. Evitá irle con fuerza a los tobillos; esa no suele ser una zona erógena. Calentalo para que entre en tu área con toda la excitación que genera la posibilidad de meter un gol y ahí sí..., dejalo que convierta.
MEDIOCAMPISTA: JUGAR DE LATERAL
Ponerte en bolas delante de la tele es lo más deserotizante que hay. No tenés que meterte entre el fútbol y él. Si vos estás mirando un dramón por Netflix, llorando a moco tendido, y él se acerca cachondo, es muy probable que tu respuesta sea un delicado "rajá de acá". Con el fútbol, pasa lo mismo. Correte del medio, cambiá de posición y jugala de lateral, acompañando. Intentá empatizar, bancarlo en esa emoción que se alberga pospartido, sea bronca o alegría. Cuando se genere un clima de intimidad y se relaje, hacele una falta; de esas que a los dos les copan. Es obvio que no va a pedir tarjeta roja.
DELANTERA: ATACAR CON "JOGO BONITO"
Que salte la pelea es un buen signo. Ponerte de malhumor porque su libido se la están llevando Lío Messi y el Kun Agüero significa que estás buscando el encuentro, la cuestión reside en que no elegís la mejor manera. No te desvíes de tu objetivo. Trabajá en la seducción sutil: hacele saber que estás caliente, pero no desde el ataque. Las mujeres sabemos cómo sintonizar una frecuencia en la que exhalamos sexo con una mirada, la manera en que caminamos por la casa o nos sacamos la ropa antes de ir a dormir. Cuando termine el día y la tele esté apagada pero su adrenalina bien arriba, meté mano para que baje la defensa. Porque en el fútbol, como en la vida: lo importante no es ganar o perder, sino saber divertirse.
De códigos futboleros
Por Sebastián Girona. Psicólogo especialista en vínculos
Último minuto del partido, tu equipo necesita ganar y todavía no pasa nada. De repente, una jugada salvadora y ¡¡¡goool!!! Entonces, en ese momento irracional, te abrazás con el que tenés al lado, sea quien sea, porque es un instante muy especial para cualquier futbolero.
Ahora, lo que puede ser muy normal para muchos hombres, puede resultar extraño para muchas mujeres (no para todas, claro está). Esa pasión incontenible e inexplicable nos atrapa y nos deja fuera de este mundo: no le podemos prestar atención a otra cosa.
¿Por qué pasa esto? Lo primero y principal es que para los fanáticos, el fútbol es mucho más que patear una pelota para que ingrese en el arco contrario. Es la vía que encontramos para expresar nuestros aspectos más primarios y viscerales. Es el lugar para darles rienda suelta a sentimientos que, muchas veces, nos cuesta expresar. Es muy habitual que en una tribuna se digan las atrocidades más terribles sobre el rival o sobre algún jugador del propio equipo que no termina de funcionar. Términos y opiniones que en otros contextos serían inconcebibles, en una tribuna de fútbol nadie se horroriza porque forman parte del código futbolero.
Para algunos, el equipo del cual son hinchas forma parte de la herencia futbolística que les dejó su padre. Cuando yo era chico, mi viejo repetía un mandato inquebrantable: "Podés cambiar de pareja, podés cambiar de trabajo, de amigos o de carrera, pero el equipo del cual sos hincha no se cambia nunca". Y esto que muchos futboleros hemos escuchado en nuestra infancia forma parte de nuestra identidad e historia. Este legado quizá sea lo más valioso que un padre futbolero le pueda dejar a su hijo en términos abstractos. El fútbol es una excusa enorme para fortalecer vínculos que, en otros contextos, resultarían más difíciles.
Para muchos de nosotros, el fútbol es identidad y pasión. Está en nuestro ADN, corre por nuestras venas. Es parte de nuestra historia conformada por recuerdos de un paraíso vivido llamado niñez. Tiene olor a choripán y suena como una radio de auto, cuando terminábamos el sagrado almuerzo dominical en la casa de mi abuela. Cómo olvidar un gol de Bochini en la doble visera de Avellaneda al lado de mi papá. El gol no era lo más importante: más allá de la genialidad del Bocha, lo más importante era vivirlo al lado de mi viejo.
Expertas consultadas: Mariana Kersz. Psicóloga y sexóloga. María Silvina Valente. Sexóloga.
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