Sexo, mentiras y video-chat (I)

8 de julio de 2011 • 11:26

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Una amiga mía, muy experta en cuestiones de tecnología pero mucho más en cuestiones de sexo, me dijo alguna vez:
«Nunca digitalices tu imagen y menos que la digitalicen».

Y no se refería a una imagen sonriendo bajo el Arco del Triunfo o soplando las velitas de un cumpleaños (linda metáfora vine a elegir) sino a aquella imagen que pertenece exclusivamente a un mundo privadísimo (para aquellos que decidimos que el sexo pertenece a ese lugar y sin juzgar a los que deciden exponerlo), haciendo todas esas cosas que hacés básicamente porque te encantan y además porque sabés que las estás haciendo para vos y otro y que ahí quedan.

Si Silvina Escudero hizo o no hizo definitivamente no es el tema y si quiso o no quiso que esa foto salga a la luz tampoco es el tema, al menos para hoy. Tampoco importa, a fines de análisis, si la foto en cuestión existió o no. El tema para mí es quién vulnera así la privacidad de alguien, con qué propósito y por cuánto. ¿Todo tiene un precio? ¿La venganza garpa?

Ayer pensaba si yo podría afirmar que todos mis amantes me cuidarían el día de mañana con un asunto así. No lo puedo afirmar, definitivamente no de todos. Yo tengo clarísimo que yo lo haría y creo fervientemente en el cuidado del otro, y de última, lo haría de miedosa que soy por el mal karma, porque me vuelva el boomerang. Y si bien no soy ninguna santa, no se me ocurriría hacer daño desde ese lado.

Me enojé un poco cuando me vi googleando, analizando, buscando la intención, el Photoshop... Caí en la trampa, una vez más.

Otra de las frases que resonaron en mi infancia fue:
Si querés que algo sea un secreto, nunca se lo cuentes a nadie.

Si realmente nunca querés que exista siquiera la posibilidad de que tu foto hot ande por ahí, no la digitalices. Nunca. O que sea con tu máquina si te cachondea la idea de ser porn star por un día, o que sea sin tu cara. Pero chica, sabelo, nadie te va cuidar como te cuidarías vos. No se qué opinan del tema, pero me interesa saberlo.

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