Sexo: Sus muertos en el placard
Si ya teníamos suficiente con nuestras zonas sombrías, ahora se suman las de él. Aprendé a evitar que te asusten sus fantasmas y fortalecer la relación.
9 de febrero de 2016
El anhelado "home sweet home" era puro cartelito de chapa palermitano al que a la primera lluvia se le despintaban las letras. Muchas veces, la vida –real– en pareja te pone frente a frente no solo con tus propias resistencias, limitaciones, mezquindades, sino también con la "basura" de él, esa que se guarda rápido bajo la alfombra cuando vienen las visitas. Pero ¿cuánto puede estar ahí guardada? El tiempo y la intimidad traen más confianza, y también el encuentro con lo inevitable, eso que late escondido, como el corazón delator de Edgar Allan Poe, pidiendo salir, liberarse para encontrar la verdad y así sanar. Entonces, de pronto descubrimos que si ya teníamos suficiente con nuestros propios temas sombríos, también convivimos con los suyos. Y ahora gritan por salir, porque ojalá estuvieran muertos, están más vivos que nunca.
Créditos: Corbis
Sus muertos en el placard
La psicología sistémica tiene una máxima poderosa: "lo que no se repara, se repite". Entonces, aquellas pérdidas, dolores, ausencias, frustraciones, todas las vivencias y vínculos fallidos no elaborados, vuelven. Por ejemplo, un hombre que no tuvo el amor de su madre de chico podría busca ser maternado por su mujer, o al revés, harto de su madre posesiva, se enamora de una mujer independiente. La historia personal busca ser completada como sea cuando queda sin elaborar la carencia. Todos tenemos nuestros muertos, el tema es qué hacemos con ellos. Si no los tenemos mirados, escuchados y trabajados, seguramente elijamos nuestras experiencias y relaciones según lo que nos convenga rellenar, pero sin leer la letra chica: "sí, me siento amado, pero no me calienta" (¿¡cómo te va a calentar "tu vieja"!?), "sí, me encanta que crezca laboralmente, pero no me hace las milanesas".
Así como los muertos vivos que salen con ímpetu de su falso entierro, vienen amenazantes: el maltrato sufrido de chico, la falta de reconocimiento, el miedo al compromiso, las marcas que nos dejó un amor que no fue, la necesidad de ser el salvador o el salvado, la inestabilidad que nos produce el cambio, sentir que no somos suficiente... Todo esto y mucho más puede estar guardado. Incluso una vida entera podría transcurrir sin que uno esté dispuesto a sentarse frente a frente con su cadáver. "¿Por qué me paraliza tomar más responsabilidad?", podría ser un disparador, o bien excusarnos: "En realidad, prefiero que nada me ate, soy un espíritu libre". Y todo bien, así puede seguir la vida hasta que una crisis, enfermedad, muerte o pérdida revive al muerto, tipo Frankenstein, y sale.
Créditos: Corbis
En general, las mujeres, por nuestra facilidad de compartir, hablar, armar redes, pedir ayuda, estamos más predispuestas al trabajo con nosotras mismas, mientras que para ellos, más reservados, hablar de sí mismos es peor que vivir en un capítulo de The Walking Dead. Entonces, eligen sus propios procesos y tiempos para llevar luz donde hay oscuridad, el gran tema es qué hacemos nosotras mientras tanto.
¿Qué podemos hacer?
No hacernos cargo: por supuesto, de lo que no nos corresponde. Es clave definir qué de lo que le pasa tiene que ver con nosotras o con un proceso que nos excede. Por eso, no sirve suponer, sino saber. Para eso es necesario preguntarle y manejarse con esa información para ir tomando cada decisión. En la medida en que estés lidiando con muertos ajenos, menos atención tendrán los tuyos.
Ser respetuosas: muchas veces, en el proceso de verlo débil, lo ninguneamos, apuramos, no nos bancamos que un día esté medio depre o que no tenga ganas de tener sexo. Tenemos que dejar espacio para que pueda trabajar, sin que sea "arreglátelas vos", sino desde el entendimiento. Nuestra tarea no es entender lo que le pasa al otro, sino favorecerle el camino y no obstaculizárselo.
Créditos: Corbis
Ocupar nuestro rol: somos su mujer, su pareja (con todo lo que esto implica y lo que no). Si todos los días le decís: "¿Tomaste el remedio?", no sos la solución, sino el bastón (o, en una versión más elaborada, la mamá). Evitá decirle "mirá que yo no soy tu mamá" o "no soy tu ex" porque lo que estás haciendo es convocarlas más que exorcizarlas.
Hacer un trabajo personal: no podés obligarlo a que vaya a terapia, empiece a meditar o haga constelaciones familiares, lo que sí podés es aplicarlo en vos. El muerto que tu pareja está queriendo duelar también duerme con vos, ¿por qué lo elegiste?, ¿qué te enamoró de eso?, ¿cuál es TU carencia? Y de paso hacés un desfile de muertitos propios, que nunca está de más.
Aceptar el combo: muchas veces, nos separamos por lo mismo que nos enamoró. Como el ejemplo del Che, al que al final queremos cortarle la barba. Nuestro gran error es creer que vamos a lograr cambiarlo. No es así: hay que aceptar el combo como viene. Lo más probable es que eso que nos desencanta hoy ya lo hayamos visto en nuestra primera cita, pero elegimos no mirarlo por un tiempo. Pero ahora está ahí, porque todo lo que está vivo también hace sombra. Basta de cuentos de hadas, bienvenida la realidad.
Créditos: Corbis
Poner plazos: toda crisis o proceso de desarrollo personal lleva un tiempo, y una puede tener la generosidad de dárselo y aceptar una zona de turbulencia siempre y cuando sea algo que podamos abarcar. Todo tiene un principio y un final, que sirve acordar de a dos. No podemos quedar atrapadas en la casa del terror ajena, poner un plazo también es encontrar la salida aprendiendo a poner límites.
Para encontrarse con los fantasmas personales ya hay que ser valiente, pero animarse a acompañar a tu pareja en el proceso de sanación redobla la apuesta. Se requiere estar muy entera para que el malón cadavérico no te lleve puesta, pero si así, en diálogo y acompañándose, cada uno logra velarlo y darle saludable sepultura, entonces la pareja va a estar cada vez más viva.
Bajo un mismo techo
En una relación, lamentablemente, no es "contigo, pan y cebolla", sino "contigo, tu mamá, tu papá, tu hermana, tu hermano, tu hijo, tu abuela, etc.", y al mismo tiempo, de nuestro lado: ídem. O sea que el nidito de amor quiebra la rama por su propio peso. Todas esas personas también son nuestros vivos-muertos. Ese vínculo que él todavía tiene que trabajar con tu suegra lo acompaña mientras desayuna, va a trabajar e incluso duerme (¿alguna vez te detuviste a pensar que la manera en que él descansa afecta tu propio sueño?). También al convertirse en padres, así como a vos te removió el vínculo con tu familia de origen, él podría estar encontrándose con, por ejemplo: "Mi viejo no era cariñoso conmigo", ¡todo mientras le cambia los pañales a tu bebé! Una casa es una maquinaria perfecta de procesamiento de basura, cada uno haciendo lo suyo como puede. •
¿Te preocupan demasiado las actitudes de tu pareja? ¿Te sirvió este enfoque para entender mejor sus "temitas"? Leé también: El es un obse con la limpieza y¿Vos y tu pareja están mimetizados?
Experta consultada: Lic. Margarita Bonomo, psicóloga, psicopedagoga y terapeuta familiar.
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