No, así, con este frío, no se puede.
Ayer por la mañana, antes de salir de casa, me llamó marido, desde la calle, diciéndome: "hace muchísimo frío. Me parece que lo mejor va a ser que las nenas no vayan al colegio."
"¿Te parece? Entiendo que haga frío", le respondí, "¿pero hacerlas faltar por eso? El frío no puede ser un obstáculo para llevar tu vida normalmente".
Me expresé con seguridad, en un tono convincente. "Bueno, como digas", respondió él, intercambiamos un par de palabras y cortamos.
Cuando minutos más tarde salí del edificio y caminé un par de cuadras, no pude evitar recordar aquel diálogo. "Uy, sí, hace mucho frío. Demasiado, más que de costumbre. Entiendo lo que pensó Fede, más todavía... ¿para qué? ¿Con qué sentido exponer a las niñas a estas temperaturas si perfectamente pueden quedarse en casa, "a salvo", abrigadas?
Pero la mañana siguió y era tal la lógica de aquel primer argumento que no pude no hacerle caso. "Abrigo, mucho abrigo, necesitan", le dije a Patri. "Tienen unos guantecitos", recordó ella... "Ah, sí, sí, y fijate que también hay gorros... y agarrá mis bufandas... y una medias can can debajo del jean...", y así seguimos.
Por supuesto al rato telefoneó de nuevo marido (ya al corriente de la decisión) recordándonos que era importante el des-abrigo cuando llegaran a un aula templada. "Sí, Fede".
En fin, me perdí el espectáculo de las niñas hechas dos muñecas arropadas; Patri en parte me la describió a la menor, toda tiesa, caminando aparatosa... pero me gustó haber empujado en el sentido de esa decisión, y dejar esa huella.
Con esto no cuestiono aquel que elija que quedarse en casa, sí reafirmo que siempre y cuando haya recursos, cuidado, abrigo, panza llena, un cielo mínimamente despejado... al frío no hay que temerle.
Sí se puede.
¿Qué piensan? ¿Cómo viven el frío ustedes?
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