No vamos a idealizar al nuevo jardín, pero sí vamos a reconocer que ayer la pasamos muy bien. Yo me sentí cómoda y Chinita conectó con el espacio y -sobre todo- con Alicia, una de sus seños. Estuvo en el patio, se hamacó, jugó con unos autitos de plástico y cuando se distrajo me fui adentro a terminar de llenar su ficha.
"¿Ocupación?", me preguntó Elena, la mamá de la directora y por un momento dudé. "Directora de cine", contesté... me animé. Y éste fue el puntapié de nuestra charla. Ella es artista plástica. "Que bueno que te dediques a lo tuyo", me dijo y me contó muy resumidamente su recorrido, y lo mucho que tardó en llegar a hacer lo que hoy ama: pintar. Acto seguido (o acto previo, no recuerdo) sacó un cartoncito doblado en dos que anunciaba su última muestra. Tardé segundos en dejarme cautivar por esas imágenes. "Son un poco tristes porque toco (trato, me inspiro en) la enfermedad de mi marido". El marido sufre Alzheimer y tiene una complicación particular que le está deteriorando el habla. Así como se los escribo, Elena me lo transmitía, con una aceptación de los hechos y una delicadeza. Me sentí conmovida.
Mientras China seguía adaptándose al grupo predominantemente masculino (¡dice la seño que los nenes están demasiado caballeros!), yo me quedé viendo los varios dibujos y pinturas que muy prolijamente Elena recopila en 2 cuadernos. Y obviamente le pedí permiso para publicar una de sus obras en este sitio.
De vuelta a casa estaba rara. Feliz por China, y triste por ese hombre cuyos ojos me recordaron la mirada de mi abuelo. Que se fue físicamente hace 2 años, pero que hace muchos más, por causa de esa misma enfermedad, estaba como ausentado. Es curioso porque no lo extraño, pero a veces lo recuerdo y lamento no haber podido conocerlo más profundamente, no haberlo abrazado mucho, ni haberle dicho"te quiero". Ni siquiera pude despedirme, fue yéndose despacito sin casi hacer ruido. "Ese que está ahí no es Osvaldo" solía decir mi vieja cada tanto. Y era cierto.
Y hoy me gustaría que usemos este lugar para homenajear a esos hombres lejanos (o cercanos) que fueron y son nuestros abuelos. Y para homenajear a todos aquellos que sufren una enfermedad de este nivel de complejidad.
Y sobre todo quisiera mandarle un saludo especial a Elena, y volver a felicitarla por su obra, por dedicarse a lo suyo, que le llevó tiempo, pero valió la pena.
PD: Foto de una obra de Elena C. de Monís
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