*Texto escrito por Octavio (17 años), quien inaugura una nueva sección: El espacio de los hijos. Vamos a seguir publicando textos de sus hijos, tanto niños como adolescentes.
Son las dos y media de la mañana y me encuentro solo, en mi pieza, como la mayoría de las noches de mi vida. No estoy tomando café. Nunca entendí la devoción de mucha gente hacia el café, pero si algunos quieren endiosar una infusión, adelante, háganlo, sería poco democrático de mi parte negarles ese derecho.
Aunque qué sé yo, la democracia tampoco está tan buena que digamos. Digo, sigue habiendo pobres, desigualdad, niños enfermos. Y sigo estando solo a las dos y media de la mañana. Qué egoísta de mi parte, ¿no? Descalifico una forma de organización social solo porque no logra evitar mi soledad. Pero no me importa. Está bien que así sea. Al fin y al cabo de lo único que estoy totalmente seguro es de lo que yo siento. Y cuando me muera, lo más probable es que no sienta más nada. ¿Qué me importa la posteridad si no voy a poder vivirla? A veces pienso eso, y a veces pienso lo contrario y me vienen las ganas de ser un líder revolucionario/un cantante pop y estar en las habitaciones de miles de personas en forma de papel plastificado. Pero para lograr eso habría que trabajar, y no tengo ganas. No tengo ganas de hacer nada obligadamente.
Por eso estoy solo a las dos y media de la mañana escribiendo esto, y no haciendo el trabajo práctico que tengo que hacer y que es la excusa por la cual estoy despierto a esta hora. El hecho de que me obliguen a hacer algo me saca las ganas de hacerlo. Prefiero divagar y ponerme a explicar todo lo que me pasa por la mente en este momento de mi vida.
Bah, no sé si "mi vida". Estas son cosas que me pongo a pensar un domingo a la madrugada, solo, en mi pieza. Cuando estoy en la escuela no pienso las mismas cosas. Ni cuando estoy escuchando música en el colectivo. Ni cuando estoy de fiesta.
Y ya que menciono estas dos actividades, hablemos de que no sé cuál es más genial. Digo, uno dice "fiesta" y se imagina un delirio colectivo, con música, chicas, alcohol, pileta y un asiático en zancos con un disfraz de oso haciendo de DJ. Pero las fiestas no suelen ser así. Por eso habría que cambiar el concepto de fiesta. Las fiestas tendrían que llamarse "reuniones donde se supone que uno se va a divertir según el concepto frívolo y capitalista de diversión", y pasaríamos a llamar "fiesta" a toda actividad verdaderamente gratificante que realicemos.
Y escuchar música en el colectivo entraría en esta categoría. Poner el celular en aleatorio y que las canciones vayan pasando, generándote distintos estados de ánimo, mientras mirás la calle y todo lo interesante que hay en ella, y todo lo interesante que hay en la raza humana, que se manifiesta de distintas formas.
Todo eso hasta que sube alguna mujer mayor al colectivo, y le tenés que dar el asiento. Y al "tener" que hacerlo, se convierte en una tarea obligada que me quita las ganas de hacerlo. A veces lo hago igual. Y a veces no, porque pienso en mi felicidad más egoísta. "De lo único que soy consciente en este momento es de que la estoy pasando bien. ¿Por qué le daría mi asiento a una señora que ni siquiera sé si existe realmente?" Qué lindo pensamiento. Entonces concluimos que escuchar música en el colectivo es estar de fiesta. Ahora estoy escribiendo sin pensar y la verdad que me encanta, así que también me considero de fiesta. Mañana voy a tener mucho sueño en la escuela, pero mientras disfruto el presente. Ahora la paso bien porque divago, mañana la pasaré mal porque tendré que realizar tareas obligadamente.
¿Vieron lo lindo que es ese ejercicio de descomprimir todo, de llevar el análisis de cada actividad que uno realiza a la más mínima expresión? Lo hago siempre. Pocas veces lo comunico. Tendría que hacerlo más seguido, ¿no? No, mejor no. No cuadraría con la imagen que la gente se ha forjado de mí. Lo que me lleva a pensar que si todos fuéramos "nosotros mismos", como se nos indica tantas veces desde publicidades y tumblr, sería realmente horrible. ¿Quién me soportaría si fuera como realmente siento que soy, si en cada momento expresara lo que realmente estoy pensando y sintiendo en ese momento? Creo que nadie. Y yo tampoco soportaría a nadie que se comportara así. La hipocresía es en realidad una protección. Y también pienso a veces que la hipocresía es la actividad más propia del ser humano. Los animales no mienten. Nosotros sí, y es genial. Yo quiero seguir mintiendo hasta que me muera.
Ya pasé una página de Word, pero hasta las tres no me quiero ir. Para llenar estos trece minutos podría hablar del alma. Pero no sé si quiero hablar de eso. Sería demasiado pretencioso. Prefiero escribir sobre placeres más superficiales como mojar el pan en la salsa de champignones. ¿Qué mejor sensación que mojar el pan en la salsa? ¡Ninguna! Pero los "buenos modales" dicen que no hay que hacerlo. No sé ustedes, pero yo no quiero resignar ningún placer por "buenos modales". Y si a alguna persona le molesta que yo moje el pan en la salsa, no me interesa ser su amiga. Por suerte elegí bien a mis amigos.
Al menos considerando ese criterio. En los miles de millones de criterios que existen para elegir amigos, los míos seguramente tienen defectos. Nunca me fijé. Tendría que hacerlo en otro momento, pasa que la concepción de "criterio" es demasiado amplia. Lo cual me fascina. Me fascina tanto lo amplio como lo específico. Lo que está en el medio me aburre. Si digo "medios de transporte" me maravillo de todo lo que engloba. Si digo "Volkswagen Vento" me maravillo de su carácter único. Pero si digo "auto" me enojo, me frustro, porque no hay mucho de lo que hablar al respecto.
Además odio los autos. Bah, odio los colores de los autos. Teniendo tantos colores hermosos, ¿qué colores vemos en las calles cada día? Negro, gris, blanco. Todo esto, claro, contribuye a la deshumanización y alienación de la gente. Todos los días estos no colores. Tal vez sea un plan del imperialismo. Puede ser. Cuando crezca, ocupe la posición que ocupe, voy a impulsar un plan para pintar los autos con colores psicodélicos. Alegraría la vida de todos.
Qué linda sensación, alegrar la vida de todos. No creo que nadie lo haya logrado. Lo cual demuestra el fracaso de la raza humana. ¿Qué clase de seres inteligentes somos si no pudimos crear absolutamente nada que beneficie a toda la población mundial? No suena muy difícil. Lo anoto dentro de las falencias del sistema democrático.
Otra de las falencias del sistema democrático son los libros mal encuadernados. Y el color rojo. Y las verduras. Odio los libros mal encuadernados y el color rojo y las verduras. ¿Tendrán sentimientos las verduras? No lo sé. De hecho, ¿quién podría asegurar que una piedra no tiene sentimientos? No tiene sentimientos como los entendemos nosotros los seres humanos, pero ¿qué podremos saber en realidad? Sabemos tan poco. No sabemos nada. Yo no sé nada. Me veo impulsado a vivir sin saber bien por qué, aprobando materias y forjando relaciones y todo sin saber hacia dónde voy. Pero que nadie lo sepa me reconforta.
Si tuviera que elegir un destino, es escuchar música en el colectivo. Ese es mi Dios. Escuchar música en el colectivo es mi Dios. Por lo tanto mi Dios es la fiesta. Propongo que todos los seres humanos elijamos creer en la fiesta y en la felicidad. Y propongo que intentemos sacarle el jugo a todo lo que hagamos. Incluso estando solo en una pieza desde las dos y media a las tres de la mañana se puede hacer algo que se disfrute. Brindemos por eso.
¿Ustedes qué piensan?
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