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Sueño de una noche de vegano. El regreso.


Tomás Linch y su espacio preferido.

Tomás Linch y su espacio preferido.



El año pasado leí la crónica de un periodista que decidió hacerse vegano por un mes y contar su experiencia en la revista Brando. "Sueño de una noche de vegano" es, además de un gran título, el relato de una persona que disfruta de la cocina y le gusta comer casi tanto como hacer otras cosas placenteras... como sacar fotos, así que para festejar el cambio momentáneo se despide del mundo carnívoro con un asado.
Tomás Linch es el protagonista de la nota. Periodista y fotógrafo, cuenta que vivió una experiencia intensa en agosto de 2012 que se publicó a comienzos de 2013. Recomiendo leer la nota antes de continuar con la lectura porque ahora vendrá el espoiler (¡todavía están a tiempo!).
Con mucho humor describe los cambios que hace en su dieta y en su vestimenta, cuenta cómo se siente y la comida que prepara. Habla con especialistas, entrevista a Nicolás Pauls -vegano desde los dieciocho- que da su perspectiva. Tomás Linch investiga, pregunta, lee libros, reflexiona y se plantea seriamente la posibilidad de dejar la carne. La crónica termina sin un final feliz: no puede aguantar la tentación antes de que se cumpla el mes y come un pedazo de queso que le abre la puerta a los sabores prohibidos.
Pero ¿cuál es el verdadero final? ¿Hubo una segunda parte?
Me contacté con él para entrevistarlo. Me interesaba conocer a la persona que había involucrado su cuerpo para contar la historia y, sobre todo, quería saber cuál había sido su aprendizaje.
Nos encontramos en un bar de Villa Urquiza. Mi primera impresión fue que a Tomás Linch le sobra energía y que es un apasionado por la gastronomía. Durante la hora y media que duró la charla, me aportó muchos datos y me recomendó libros. Un plato de comida para él es una forma de explicar el mundo.
Dice que antes de hacer la nota siempre había abordado el tema de la comida por separado pero no lo había pensado como algo global, multidisciplinario.
-Empecé a entender que la comida involucraba una cosmovisión y que lo que comemos tiene un sentido económico, social, político, biológico, ecológico, religioso, cultural; el sentido que le quieras poner, para todo hay una explicación. Los libros que leí me abrieron mucho los ojos para empezar a cuestionar otras cosas. Lo más interesante que descubrí es que la carne no era el problema. El problema era la industria. Hay tantas razones para hacerse vegetariano o vegano, como para no hacerse, es una discusión que no lleva a nada. Tengo argumentos de un lado y del otro y son siempre los mismos, en ese sentido no me interesa discutir. Lo más interesante es parar un día la pelota y preguntarnos qué comemos. ¿Cómo está hecho? ¿Quién lo hace? ¿Para qué? ¿Cuánto gana? ¿Qué le pone? ¿Para qué? Y cuestionar las frases hechas: "Hay que comer variado", ¿están nuestros intestinos preparados para asimilar todos esos alimentos? Está repleto de cocina fácil y rápida, ¿tiene que ser fácil y rápida? "Es más sano comer vegetales que animales". "Los animales tienen proteínas que los vegetales no". "No comer animales genera carencia de B12". Hay argumentos que dicen que la carencia de B12 se genera en el 60% de la población por una causa evolutiva.
Una de las cosas en las que reparó fue el momento de la historia en que cambiaron nuestros hábitos de consumo y los alimentos dejaron de ser alimentos para transformarse en mercancía. Fue después de la Segunda Guerra Mundial, durante la década del cincuenta, cuando la industria se metió en todos los órdenes de la vida y la producción de la comida se hizo en serie al igual que los electrodomésticos para amas de casa perfectas y los autos que la publicidad se ocupó de vendernos con la promesa de alcanzar la felicidad.
Tomás Linch no se hizo vegano. La comida para él es un ámbito de disfrute y de trabajo. Considera que ser vegano es un sacrificio de tiempo y esfuerzo para el que uno debe estar convencido ya que la sociedad no los contiene. Pero la primera consecuencia de su investigación es que dejó de comer pollo porque vio que todo apuntaba a denunciar el daño que hacía en las condiciones actuales de producción. Al igual que varios lectores, mencionó el libro "Malcomidos" de Soledad Barruti, que estoy leyendo y es muy revelador.
-Yo elijo no comer pollo, en casa no cocino ni lo pido cuando voy a comer afuera. Ahora, voy a la casa de una amiga que hace fajitas de pollo y como. Justamente la idea es que la industria de la comida nos envenena, y si te ponés a pensar todo tiene veneno, el agua que tomamos, el aire que respiramos en la ciudad. El tema es la cantidad que vos ingerís. Queda el pollo de campo, si voy al campo lo como feliz y me recuerda al que comía cuando era chico. Dejé casi de comprar carne vacuna por el tema del feedlot (engorde). Yo que soy fanático del asado, ya le sentía un gusto extraño. Antes las vacas comían pasto, para el punto de vista mercantil de la comida eran una máquina de transformar el pasto en carne y eran parte de la tradición industrial argentina. Los americanos se dieron cuenta que rendían mucho más si las encerraban en corrales y les empezaron a dar maíz, alimento para el cual el estómago de las vacas no estaba preparado. Generan un montón de enfermedades y hay que darles vacunas, antibióticos. Ese modelo se importó acá en el 92, 93. Por supuesto se genera una carne de mierda. Cuando llega la soja, rinde más que la vaca. A partir de ahí la carne argentina no existe más, se hace en Uruguay o Brasil donde hay vacas de campo abierto.
Su interés tiene que ver con la salud. No demuestra un cariño especial por los animales pero saber más significa un compromiso con lo que elige. Ante mi cara de asombro nombra animales con los que reemplazó el pollo y la carne vacuna.
-Hacemos milanesas de vez en cuando, una vez por mes. En mi casa se come bastante pescado. Tengo el barrio chino cerca y la pescadería de mi amigo Martín. Está el prejuicio de que los langostinos son caros, un kilo vale $70.- No los vas a comer todos los días pero podés comprar cinco, pelarlos, hacerlos a la plancha con manteca y ajo. Hacerte un caldo y tener dos platos por ese precio. Lo mismo el calamar. Los argentinos comemos merluza cuando tenemos otros pescados más ricos: salmón blanco, gatuzo, pejerrey, brótola. Lo bueno del pescado es que se come a otro pescado y no alimento balanceado, salvo la trucha y el salmón rosado que vienen de criaderos. Y después están las carnes autóctonas: conejo, llama, yacaré, ñandú….
Una de las cosas en las que sí baja línea es que debemos comer local y estacional. No pensar la comida antes de hacer las compras, sino ver lo que está barato, que es lo que tendrá menos químicos por ser de estación. "Es una ridiculez comer tomates todo el año".
Antes de despedirnos, Tomás sugirió el libro del periodista Michael Pollan, "64 reglas para comer mejor". El mismo autor de "El dilema omnívoro", escribió propuestas simples que parecen obvias, pero que tenerlas en cuenta puede ayudarnos a cuidar nuestra salud.
Como suelo decir, un post no alcanza para poner tantos contenidos. Lo que el periodista gastronómico cuenta surge a partir de su mirada y su propia experiencia. Aun con diferencias en nuestras ideas y costumbres alimentarias, coincidimos en identificar en dónde se encuentra el problema.
Tomás Linch transitó gracias a "Sueño de una noche de vegano" lo que en literatura y en cine se denomina "el camino del héroe". Un viaje que en este caso se inició a través de un desafío del que salió transformado.
Más adelante compartiré algunas de sus sugerencias en la cocina. Les mando besos y espero que me escriban a kariuenverde@gmail.com
¡Hasta el próximo post!
Kariu

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