Sueño de una noche de verano
20 de junio de 2014 • 14:43
Esta mañana me llamó mi mamá. De lo único que hablaba es del frío que hace en Buenos Aires. Ahí me di cuenta que, a pesar de estar a sólo 3hs de avión, y de que acá también sea invierno, estoy viviendo una realidad climática completamente distinta. Mis decisiones de vestuario a la mañana son entre ponerme shorts o pollera. Creo que una sola noche me puse un jean. Y si bien aterricé hace menos de tres semanas, el "verano" que es este invierno carioca, ya caló hondo en mí. Los días de calor dan ganas de comer mejor, hacer ejercicio, salir de noche, y, sobre todo, nos ponen de buen humor.
Así que, aprovechando el buen humor generalizado, decidimos con algunos de los chicos de Perros, salir a explorar Río de noche.
La ciudad es grande y tiene muchos puntos de encuentro, pero elegimos empezar por los obvios: Ipanema y Leblon. Después de preguntar un poco, todas las recomendaciones apuntaban a Astor, un bar sobre la Avenida Vieira Souto, frente a la playa.
El lugar abrió sus puertas en el 2010 y enseguida se posicionó como uno de los mejores bares de esta ciudad. Tiene una terraza muy grande que balconea sobre la vereda de Vieira Souto, punto de privilegio para sentarse a mirar pasar gente. Como muchos lugares en Río, me dio la impresión que tenía una vibra setentosa. Lo que más me gustó fueron las fotos en blanco y negro de las paredes, todas de bares tradicionales de Río, curadas por el fotógrafo Daniel Pinheiro. Lo que menos me gustó: los precios (9 Reales por una cerveza, aunque también está la opción de unos "chopitos", unos vasos chicos de cerveza que los mozos están sirviendo constantemente, por 6 Reales).
El bar estaba lleno de gente de todo el mundo, así que con las chicas nos sentíamos como si estuviésemos en la primera fila de una pasarela. La conclusión: no sé si las brasileñas son más lindas que las argentinas, pero una cosa me llamó la atención de todas: ¡¡cómo se producen!! No vi una mujer que no tuviese las uñas bien pintadas, el pelo arreglado, la cara maquillada. Ni hablar de la ropa: de noche las cariocas usan tacos casi sin excepción, (aunque no sé cómo hacen para caminar por estas veredas de piedras) y los vestidos más finos que vi en mi vida. Nota mental para la próxima salida: arreglarme más.
Cuando estoy en una ciudad que no conozco, siempre me parece una buena opción preguntarle a los taxistas cuáles son los lugares que eligen los locales para salir. Después de todo, ellos están todo el tiempo en la calle en contacto con la gente, y si un sábado a la noche hacen 10 viajes al mismo bar, quiere decir que algo está pasando. Por eso, cuando salimos de Astor sin ninguna intención de volver a casa, le dijimos al taxista que nos lleve a la zona con más onda de Leblon. Nos dejó en la calle Dias Ferreira, una zona de alrededor de 5 cuadras llenas de bares y restaurantes de todo tipo, y mucha gente en las veredas paseando.
Una cosa para tener en cuenta de Río es que, si bien lo más pintoresco que tiene son sus extensas ramblas con vista al mar, en general, los centros gastronómicos están hacia adentro, en las calles paralelas. Lo que nos pasó las primeras noches era que íbamos a la rambla de Copacabana o Ipanema, pero ahí no encontrábamos tantos lugares para salir.
Muy contentos con nuestro nuevo hallazgo en Leblon, nos pusimos a caminar para encontrar otro bar, uno en el que nos gustase la música. Así terminamos en Dois4Sete, un bar-restaurante donde suelen tocar buenas bandas. La que nos tocó esta vez nos encantó. Se llama Beeliv, y está compuesta por tres guitarristas y dos chicas, que, además de ser monísimas, cantan increíble. Les dejo uno de los 10 vídeos que filmé, porque no podía parar de estar fascinada con la banda.
Para terminar la noche fuimos al hotel Fasano, uno de los más exclusivos de Río de Janeiro. La verdad es que fuimos sin ánimos de que nos dejasen entrar, porque por donde preguntábamos nos decían que la política de admisión para el Baretto Londra era muy estricta. No fue así, entramos como si nada. Así que no hay que creer todo lo que dicen. El lugar es chico pero impactante, y siempre tocan DJs distintos, así que la onda puede cambiar de una noche para la otra.
Saliendo del Fasano hicimos una última parada en Zero Zero, un boliche de Leblon en el que estaba tocando mi amiga Silvina Luna. En la puerta nos recibieron con Fernet y el lugar estallaba de argentinos (están todos haciendo el aguante en Río hasta que llegue el partido de Belo Horizonte). Qué genia Silvina al mando de las bandejas, nunca la había visto tocar ¡y debo decir que me sorprendió! Hay algo muy sexy acerca de una mujer al mando de la cabina.
Una última recomendación:los boliches de Río tienen un sistema por el cual, todo lo que consumas se paga al final. ¡Así que ojo! En la entrada te asignan una especie de tarjeta de crédito, con la cual vas pagando de manera virtual todo lo que consumas. El problema es que al salir, hay que pagarlo de manera real. Un sistema no apto para los que toman de más y pierden la cuenta.
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