Días de emocionalidad superpuesta.
Era sábado y estaba en un local eligiéndome un par de aros, segundos antes de partir rumbo al encuentro con varias de ustedes y en eso, suena mi teléfono:
-Hola gordi (ésa es mi vieja, la única que me llama de esa manera), estoy en Córdoba -y a continuación agrega- tengo algo feo para contarte, ¿qué estás haciendo?
-Estoy yendo al encuentro por el blog... (no sé si estaba muy al tanto de los 3 años, porque venía de un viaje por el Interior)... pero decime.
Ya me había tirado "algo feo", ahora sí o sí tenía que explayarse.
-No, nada... que falleció la hija de Pampita.
Oh. Wow. Bueno. Qué duro, creo que eso dije, luego me despedí, le corté y seguí adelante con lo que estaba haciendo. No conocía a Pampita, o mejor dicho, sí; me la había cruzado alguna que otra vez en mi época televisiva (ella era notera de un programa de Cuatro Cabezas) pero nunca trabé relación con ella. Y sin embargo, la noticia de alguien tan público y de una vida tan publicitada perdiendo a una hija de 6 años... oh... me dejó... helada. Pagué, salí del local y ya no tenía ninguna prisa. Tomar consciencia de que en ése momento había una mujer (y muchas otras de las que ni nos enteramos) transitando esa tragedia, teniendo que sobreponerse a ese desgarro, a esa desolación del alma... Dios (¿hay Dios?) ¿Cómo se sale de eso? "Yo me muero", pensaba, "me mato"... y en eso no pude evitar cruzarme a la plaza e ir a besar a mis hijitas, que estaban pintando con el padre. "Las amo", les dije. Y a Fede: "no te olvides de darle el remedio".
Y seguí caminando, más lento, rumbo al subte y al festejo.
Llegué como 50 minutos más tarde de lo que había imaginado. Aun así y pese a lo anterior, creo -y corríjanme si me equivoco- que fue uno de los encuentros más lindos y más integrados que tuvimos. Todo lo sentí fluido y fácil. Y nos reímos, nos reíamos de cuanta estupidez dijéramos. Hubo una ronda de presentación donde cada una sacaba bolilla y respondía a la pregunta que le había tocado, el momento de todas con todas (mi favorito)... y ya luego música, grupos charloteando y en eso vi que faltaban varias, me asomé a la cocina y descubrí a Ani con torta en mano. "Oh, me sorprendieron de nuevo". Y a los segundos ya, luces apagadas y todas cantando el feliz cumpleaños... Fue muy emotivo. Pedí deseos y soplé 3 velitas. Y todavía había más: tras la torta apareció no recuerdo quién con una caja ENORME llena de pequeños obsequios, uno por cada una de las presentes (o casi). Aaaahh. Me tapé el rostro. Alguien entonces tiró: "va a llorar"... y si bien estaba MUY emocionada, me salió contarles:
-No, no voy a llorar. Es que justo cuando venía para acá, me llamó mi mamá y me contó lo de la hija de Pampita... Tengo la emocionalidad muy comprometida con ese tema.
"Y sí, de llorar, lloraría por ella", pensé. Esto último no lo dije. Ojo, yo me sentía feliz, agradecida, pizpireta. Disfrutando del encuentro con caras nuevas y otras no tanto, de estar festejando el 3er aniversario... pero a la vez, ¿cómo explicarlo? En el fondo, o a un costado, ahí, al lado, cerca, superpuesta, adosada, la empatía muy abierta, la consciencia del desasosiego del alma frente a la que una de las situaciones más dolorosas y más INJUSTAS de la vida; la consciencia de esa inconsolable tristeza.
Y ustedes, ¿cómo se sintieron en estos últimos días?
PD: Un último gracias inmenso (ya me explayaré por mensaje privado).
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