"A veces cuando salgo al balcón y pienso en vos, no te voy a mentir, siento un poco de envidia", le confieso a Adriana, la vecina. Adriana es una mujer de unos cuarenta y pico que vive sola en el departamento contiguo al mío. No conozco su situación sentimental pero me consta que dispone de todos los metros cuadrados de su casa para sí sola.
"Bueno, vos tenés una familia", ella me tira, como diciéndome: aquello que de a ratos te pesa, cuando te falta, cuando no lo tenés, puede ser tan (o más) anhelado que la libertad y el silencio con el que estás fantaseando.
Y sí, como Manuk en su momento citara: "Los que nada tienen quieren algo, los que tienen algo quieren todavía más. Para pretender el mundo es largo, para conformarse se ha inventado el jamás."*
O como alguna vez creo haber leído: "el pasto parece crecer más verde del otro lado de la cerca." La vecindad a ojos de la insatisfacción siempre tiene mejor suerte (que la nuestra). "Vecindad" en un sentido literal (las menos de las veces) y metafórico (generalmente).
Mi expresión de deseo no se entendería si no aclarara que venía de una noche de viernes de fuertes diferencias con Fede, de querer estar en una reunión social y que marido -estresado- se opusiera. Por motivos que no voy a exponer aquí, ya que no es de ello de lo que quiero que opinemos.
Lo cierto es que por la tarde del sábado, después del almuerzo y de haber estado observando cómo mis hijas y su padre jugaban en el arenero, recordé aquellos muchos fines de semana de mi época de soltería en los que salía a patear sin rumbo por mi barrio, o por el barrio de Palermo, entre inspirada y perdida... y miraba sedienta las parejas con sus hijos... no pudiendo dejar de preguntarme: ¿algún día viviré lo mismo?
Sin siquiera proponérmelo, a lo largo del día fui descartando ciertos pensamientos o fantasías inconducentes y me propuse en lo inmediato el camino más cuerdo: renegociar, seguir insistiendo en negociar los puntos de la convivencia que generan pleito.
No darme por vencida, entendiendo, recordando que Estar Acá en sus múltiples formatos es complejo y que todo hecho creativo humano (¿acaso el matrimonio no lo es?) no sólo requiere de intuiciones certeras, luminosas de por dónde va la cosa (lo que yo creo tener)... sino también de un tiempo de arduo trabajo, de tallar la roca.
¿Qué piensan? ¿Qué puntos del matrimonio y la convivencia son los más conflictivos en su caso? ¿Los trabajan? ¿Cuánto ronda el "miedo al fracaso" en este plano?
PD: * Letra de "Y Mariana", de Silvio Rodríguez.
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