
Ayer a la tarde empecé a trabajar.
Llegué y Chivi me estaba esperando, como siempre, con té.
Me contó sus vacaciones y esperamos juntas al primer paciente (qué épocas que está transitando Chivi. Es un descontrol. En un momento me cansé de solo escucharla. Claramente estoy vieja y cansada. No la nevidio, la compadezco. Ah, la juventud).
Empezaron a caer los pacientes y así transcurrió el día, sin sobresaltos. Con ese "no sé qué" de las madres de los niños que atiendo.
Hay una que me dijo si la ortodoncia no servía para que le quedaran los caninos así medio sobresalidos, como algunas modelos.
11 años la hija.
Madre mía.
A la noche, los chicos ya mirando una peli, Nicolás y yo comíamos, suena el teléfono.
Atendió N, era la madre.
Que se siente mal.
Que no sabe si no es una úlcera.
Que no puede más del dolor.
Que necesita que alguien la acompañe porque mañana (hoy) tenía una endoscopía con sedación.
Que tiene miedo
Qué el marido no puede
Que blah blah blah.
Nicolás le explicó que él tampoco puede. Que tiene que trabajar a full después de la feria, que ella lo sabe. Que por qué se cree que su marido no puede.
No sé qué me pasó. No lo pensé. Dije
"decile que yo voy"
Y ella escuchó, se ve.
Nicolás puso los ojos en blanco.
"Esta lloriqueando", me dijo por lo bajo y me pasó el tel.
"Yo nunca pensé que me ibas a perdonar, Catalina, pero veo que sos leal".
"Sí, suegra, soy leal. A mi marido soy leal. Y estoy dispuesta a, por él, dejar todo este conventillo atrás".
En esta nota:
SEGUIR LEYENDO


Qué es la cultura de la cancelación y qué significa estar “cancelado”
por Ludmila Moscato

Estrés. El costo que pagan los líderes por ocuparse de su equipo

Podcast. Una oportunidad de engagement para los emprendedores
por Milagros Conzi

ESI para padres. Todo lo que tenés que saber para poder hablar de sexualidad con tus hijos
por Denise Tempone
