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“Tengo miedo a formar pareja y volver a sofocar mi identidad”




Un baño de inmersión es una de las mejores cosas que pueden pasarme en la vida. En ese instante, cuando mis pies tocan el agua calentita, mi cuerpo se estremece. El cambio de temperatura corporal me provoca un pequeño y exquisito escalofrío. Y cuando termino de sumergirme, mi alma ingresa a un mundo paralelo, desprendido de todo lo cotidiano de mi vida. Primero, mi mente se apaga por completo y esos minutos son mágicos. ¡Es tan difícil apaciguar los pensamientos! Pero después, entro en un cierto estado de dulce melancolía que dejo ser y abrazo simplemente porque así soy. De ese ritual del baño, emerjo renovada, liviana como la pantera rosa cuando sale del secarropas, sonriente.
Debe ser por eso que me gusta tanto el invierno. Una taza de té, los mimos, la colcha hasta la nariz, un buen libro, ese tapado de corte precioso, un baño de inmersión, música y clima que me ponen en ese estado melancólico de ensoñación... Así son las cosas, no me conmueve el carnaval y sí me emociona un bosque nevado. No lo puedo evitar, es parte de mi esencia, de mi identidad.

Créditos: Pinterest

Y fue el otro día, sumergida en aguas cálidas, cuando recordé lo que una amiga me había dicho un tiempo atrás: “Creo que uno de los motivos por los cuales no me conecto con la idea de estar en pareja, es porque en todo este tiempo sola logré reafirmar quien soy, logré fortalecer mi autoestima, respetar y abrazar mis tiempos, mis gustos, mis necesidades. Tengo miedo de que todo eso se venga abajo estando en una relación. Tengo miedo a formar pareja y volver a sofocar mi identidad. Soy medio tonta en ese sentido y todo lo que ya no quiero ceder en pareja, lo cedo y no me gusta.”
Ella no es la única que alguna vez me dijo algo así y, por supuesto, yo también había estado ahí; había estado en ese lugar de estar en eje en mi soledad y descentrada en una relación de amor.
“En mis siete años de novia yo me postergué, Cari”, me acuerdo que me dijo otra amiga hace ya unos cuantos años, “Me quedaba encerrada y hacia todo por él. ¡Entendés que le planchaba las camisas y yo detesto planchar camisas! Después de cortar la relación y recuperar mi identidad, me prometí que nunca más iba a caer en ciertos lugares que me hacían muy mal con tal de mantener la relación. El gran problema, es que sólo voy a saber si esa promesa la puedo cumplir formando una nueva relación. Y, la verdad, me da miedo ponerlo a prueba.”
Para lo que sigue, les comparto este tema:
Dicen que el éxito de una pareja radica en gran parte en aprender a dialogar y negociar. En saber acompañar al otro en actividades que no nos agradan tanto, por el simple hecho de que eso representa un gesto de amor enorme hacia el ser amado. Sin embargo, creo que una cosa es ser claros en cuanto a lo que nos gusta o no y aun así ceder ante ciertas situaciones simplemente porque al otro lo hace feliz, y otra cosa es fingir lo que no somos y con ello ceder y encadenar nuestra identidad.
El secreto creo está en el equilibrio pero, por sobre todo, está en la honestidad. Si el otro sabe que hay una actividad que no disfrutamos tanto, valorará mucho el esfuerzo que uno pone al acompañar. La realidad es que cuando hay amor, a todos nos tocará vivir ese momento en el cual deberemos ceder para sacarle una hermosa sonrisa al otro. El rostro iluminado y lleno de felicidad del ser amado, vale cualquier “sacrificio”. Y los sacrificios surgirán en situaciones complejas pero, por sobre todo, en las cosas más sencillas. Siento que es en lo pequeño y cotidiano en donde nuestra honestidad e identidad se ponen a prueba con mayor dificultad. Porque es en lo cotidiano, donde nos resulta más fácil fingir. Y así, de pronto, un día nos levantamos descubriendo que ya olvidamos quiénes somos nosotros y cuáles son nuestras preferencias.

Créditos: Pinterest

Sí, es fácil fingir en lo más mundano. A mí, por ejemplo, me gustan las películas de súper héroes y de ciencia ficción. Siento que permiten abordar la psicología y el comportamiento humano al extremo y crear así magníficas metáforas de nuestra existencia. A Diego no le atrae aquello que no pudiera suceder en la vida misma; lo irreal. Entonces, cada tanto, tal vez me acompañe con alguna de esas películas para verme sonreír, pero seguramente la mayoría de las veces las vea sola. Pero lo que no debería pasar, es que yo las deje de lado o que él finja que le gusta mirarlas para ser más “perfecto” para mí.
Creemos que es comportamiento adolescente, pero no. No deja de sorprenderme la capacidad humana de fabricar una personalidad para agradar al mundo durante toda su vida. Pero la verdad es que si no respetamos nuestra esencia en lo cotidiano, de a poco nos vamos a olvidar de quiénes somos. Y con una identidad desdibujada, la angustia creciente será inevitable.
Estamos en una sociedad que nos exige mucho; nos exige ser ágiles, zen, energéticos, sonrientes, emprendedores, empoderados, líderes y tanto más. Y está muy bien todo eso de estar empoderado y colmado de energía positiva. Pero la pura realidad es que no siempre se puede. Resulta que la vida es una sucesión de hechos que no siempre son felices ni nos permite estar en paz. Aparte, resulta que en nosotros existe una esencia, una personalidad. Y, a veces, toda esa sobre exigencia de la vida feliz, nos lleva sentir culpa por lo que somos; y hasta nos puede llevar a construir una falsa identidad.

Créditos: Dailymail

Creo que para estar fuertes, para estar empoderados, para encontrar mejores períodos de paz mental, debemos aprender a abrazar nuestra naturaleza sin culpas. En mi caso, en estos últimos años, descubrí que fui capaz de lograr pequeñas y grandes metas, pude ser más líder, más energética y más positiva, porque dejé de reprimir mis momentos de melancolía, mis tristezas, mis sensaciones de angustia inexplicables.
Antes, en los momentos en los cuales no me permitía ser quien era de manera plena, depositaba tanta energía en ello, que no me quedaba resto para lograr tener una vida más exitosa y una energía más feliz.
Hoy, en pareja, mi desafío es crecer y superarme; aprender sola y de a dos. Respetar y respetarme sin olvidar cual es mi esencia y sin ceder identidad.
Ustedes, ya sea con amigos, familia o pareja ¿les pasa de fingir que algo les gusta en situaciones cotidianas? ¿Les cuesta preservar su identidad en las relaciones amorosas? ¿Aceptan sin culpas sus costados “débiles” en una sociedad que nos exige un constante bienestar?
Beso,
Cari

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