Siendo casi la 1 y media del mediodía y después de toda una mañana trabajando en la computadora, con 5 ventanas abiertas, acusarás recibo de un dolor de cabeza y pararás la pelota.
Volverás a tu casa y en ese camino de vuelta, mientras camines por el parque, te debatirás: "¿qué hago esta noche? ¿Vuelvo al Seminario de Filosofía o me encuentro con Paula?" Dudarás, sí, ya que un rato antes de cerrar el escritorio de trabajo, habrás leído un email en el que anunciaban al expositor de esa noche, el autor y tema. Alicia Leloutre y Foucault. "Suena interesante", apuntará tu cabeza. Y acto seguido, recordarás que la pobre está dolida, que es insaciable y siempre pide más y más, y no necesariamente pide lo que necesita.
Llegarás a tu hogar e irás directo al baño. Abrirás el agua. "Patri, ¿no viste una piedra plana que dejé en la biblioteca?" Subida al banquito, buscarás la cianita que te regaló Paola (lectora). Como no la encontrarás, te pondrás el collar con la aguamarina. "Pura irracionalidad", te dirás. Luego tirarás sales en la bañera y le avisarás a Patri: "por un rato no estoy para nadie".
Te sumergirás. Respirarás hondo, muy hondo. Tendrás algunas mini-descargas en partes del cuerpo insólitas. Descubrirás el origen del dolor de cabeza: una bruta congestión en la zona del pecho. Intentarás desenredar ese nudo a fuerza de atención y aire. Te volverás a preguntar: "¿querés crecimiento? ¡Selo! ¿Pero qué sería eso?" Intuirás que pasa por la expansión de tu pecho, por la disponibilidad de esa zona, por comunicarte verdaderamente, verdaderamente, verdaderamente (repetirás varias veces este adverbio) con el resto.
En eso, pasados unos 30 minutos de inmersión, Patri llamará a la puerta. "¿Sí?" "Ah, no perdón", se excusará. Y agregará que sólo buscaba un cepillo equis. Ese pedido tan banal y a la vez tan necesario será el indicador de que es hora de finalizar el baño.
Saldrás, te secarás, te vestirás con la misma pollera que usaste de mañana, pero con otra remera. Y te sonreirás cuando minutos más tarde repares, de casualidad, en el estampado puesto. En tu pecho.
Entonces, recién entonces, ya lista para salir a comprar el almuerzo y seguir trabajando, escribirás un sms a tu amiga: "no tengo presupuesto para cena, ¿pero nos tomamos una cervecita?" No importará qué luego Fede te cambie el día (y lo pases para el viernes), ese pequeño gesto, ese mensaje de texto, Inés, será toda una conquista.
¿Ustedes qué pequeñas conquistas han tenido en estos últimos días? ¿Proyectos para el fin de semana? Y bienvenidos los pensamientos de viernes, sueltos.
PD: Para escribirme por privado o por taller inetaller@gmail.com, en Twitter estoy en @Ine_blog .
Estampado de mi remera: presa del bagno
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