Ando con un arranque de rebeldía raro. Hoy me ne frega lo que hago, y me ne fregan todos los imperativos esnobs de esta sociedad de consumo ridícula.
No quiero noticias por un rato; no quiero que me vendan objetos ni pilchas, ni mujeres de plástico, ni hombres duros, ni Tinellis, ni Redrados, ni best sellers, ni jugadores estrellas de fútbol, ni cantantes pop que mueven el culo.
No quiero siquiera escucharme o leerme diciendo obviedades, cursilerías varias, en tono solemne, didáctico, profundo.
No quiero pensar mínimo ni NADA. Quiero salirme del mapa que siempre sigo y saltar un charquito de agua. Y sacarle la lengua al vecino porque sí, porque se me da la gana.
Y más tarde, con los pantalones sucios, tirarme por un tobogán empinado, cualquiera sea. Sin abrir los ojos, confiando sólo en los hilos que me tironean.
¡Paaaaaaaaaaaafff!
Es que ayer por la tardecita tuve un encuentro conmigo misma que me sacudió la estantería. Me estuve leyendo en el pasado (cuando escribía para mí solita): Sano desconcierto. Y me sorprendí encontrarme tan parecida, pero habiendo perdido... poesía.
Quiero volver a enamorarme de las mariposas, de los perros, de las estrellas, de los duendes, de los caracoles, de los viejos, de los locos, de las CONTRADICCIONES SOBRE TODO.
De esta LOCURA SANA que estoy bailando, desde que nací hasta el día que me muera.
¡No te pierdas!
¡¿Quién se sube a mi tren de protesta?!
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