A Dios gracias, existen las buenas amigas.
Mujeres empáticas, sensibles y profundas que en momentos en los que estás cortocircuitada, por los motivos que fueren, te bancan.
En momentos en los que no tenés ni "las palabras justas" ni un discurso sobrio y coherente (emocionalidad, ¿te suena?), ellas te escuchan.
Y no sólo eso, sino que, además, prestan su lucidez (esa misma que en vos está en jaque, momentáneamente) para desenredarte.
Te aconsejan.
¿Necesitabas apoyarte un rato en otro? ¿Necesitabas soltar el peso del cuerpo, abrir la vulnerabilidad, exponerte frágil? Bueno, bien. Pudiste hacerlo.
Fallaste en los primeros intentos, pero finalmente diste en el blanco.
Tan importante como saber pedir ayuda es saber a quién pedírsela y en qué momento. Y más importante todavía: reconocer esa mano, agradecerla y estar disponible para que sea recíproca.
Como verán, tuve un viernes laberíntico. Por la tardecita caí en cama, con mucho dolor de estómago, tos y vómitos... pero me fui reponiendo con el correr del fin de semana. Ya el sábado me corté el pelo, me pinté las uñas, el domingo almorcé medianamente rico en Palermo, pero más allá de estos detalles nimios-frívolos, lo valioso fue haber tenido buenos encuentros. Comunicarme. Presencialmente y por teléfono. Y haber recibido, dado, sentido, vibrado cariño.
¿Qué es esto, si no es amor sano?
Si tuviera que resumirme, diría: Tres buenas amigas te cambian la vida. Una sola te la cambia. Tres ya es un exceso.
¡Gracias!
¿Tienen ustedes buenas amigas? ¿Cómo se llaman? ¿Pueden recurrir y contar con ellas en momentos difíciles y viceversa? Si no: ¿a quiénes recurren?
Por la tardecita del domingo, para rematar mi finde, me auto-regalé flores.
Casi llevo éstas
Después me incliné por estas otras
Y finalmente opté por estas últimas.
PD: ¡Buen arranque de semana! Para contactarse por privado, me encuentran en Inés Sainz
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