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Una escapada a Catamarca




Alguna vez lo conté en este blog, desde los tres años, cuando mis papás compraron la casa, hasta los 18, en que elegí otros destinos, El Rodeo, Catamarca, fue el lugar en el que viví mis vacaciones largas de verano. Aunque también hubo algo de playa, los mejores recuerdos de mi infancia y adolescencia transcurrieron en este mismo pueblo desde donde escribo. Fui testigo privilegiada de cada mejora que se le hizo a la construcción para transformarla en un verdadero hogar, asistí a la elección de los cerámicos, los muebles y los sanitarios, y me acostumbré a que los albañiles fueran parte de la familia. Lo que más tengo presente es la libertad que teníamos con mis hermanas de salir a pasear, trepar árboles y escalar cerros, cruzar ríos y bañarnos en sus aguas heladas en pleno verano, cuando ni se nos ocurría pensar en el paso del tiempo y en las ausencias.
Pero el viaje comenzó antes, ya que pasé un día por Villa General Belgrano y aproveché para recorrer sus calles y sus negocios tan pintorescos. Da la impresión de que uno está en una ciudad europea, y es que la influencia alemana es muy fuerte, y se nota en los detalles de su construcciones de madera tipo alpina, como si Heidi fuera a aparecer en cualquier momento. La mañana amaneció nublada y fría pero al mediodía se despejó y decidí subir al cerro de la Virgen, y agradecí por la oportunidad que me dio la vida de estar ahí. Al bajar visité a una amiga que conocí el año pasado en Umepay, y que hoy tiene su emprendimiento de empanadas y tartas de harina integral. También me di el gusto de probar chocolate y la famosa cerveza artesanal de la zona, y obvio, me encantó.
El día comenzó gris en la capital argentina de la Fiesta de la Cerveza.

El día comenzó gris en la capital argentina de la Fiesta de la Cerveza.

Puente al sol.

Puente al sol.

Villa General Belgrano desde arriba.

Villa General Belgrano desde arriba.

En la Virgen de los Cerros.

En la Virgen de los Cerros.

Ya en Catamarca, trabajé en el bar de la Terminal y tomé el micro hasta mi destino final, a cuarenta kilómetros de la ciudad. La razón por la que viajé al Rodeo, fue en parte para llevarle una documentación a mi mamá, que pasa gran parte del tiempo en aquella casa, y para visitarla después de ocho meses de no verla. Llegué -nada es casual-, el 6 de julio, justo el día en que mi papá hubiera cumplido años. Fue muy fuerte para mí estar en esa época, en pleno invierno y sentir su presencia en la tierra que lo vio nacer, en el aire, en mí, en los cerros nevados.
Puedo contarles de la Villa Turística, que la población alcanza unas mil cuatrocientas personas, que en verano se suele llenar pero fuera de temporada permanece bastante tranquilo, y varias casas vacías. La mayor cantidad de la gente vive del trabajo en la municipalidad y de los negocios que se generan ahí. No encontré grandes plantaciones, pero la tierra es fértil, hay árboles de membrillos, también manzanos, ciruelos y durazneros, y los nogales adornan varios terrenos. En la oficina de Información Turística me comentaron que parte de la producción de dulces se vende en la ciudad, en Córdoba y en Rosario. Además, en la provincia hay emprendimientos de aceites de oliva y hace unos meses me enteré de que se produce vino orgánico en Fiambalá.
Pensaba que me encontraría con un clima frío, pero me sorprendí. Aunque a la noche refresca bastante, durante el día con un sweater estaba perfecto, y hasta quedé en remerita cuando subí al Cristo Redentor. Ahora que lo pienso, sin proponérmelo, ni ser tan católica, hice turismo religioso y le encontré sentido a la práctica de la espiritualidad vinculada con esas imágenes. Es que tanto desde la Catedral, como desde las alturas de los cerros, me conecté con la naturaleza, con Dios (o como quieran llamarle), y lo sentí poderoso en las personas y en las cosas. Creo que el mayor desafío es permanecer en ese estado también en la ciudad.
El sábado 8 de julio, compartí con mi mamá, la vigilia por el Bicentenario en la Plaza 25 de Mayo, frente a la Catedral de Catamarca. Música realizada por los colegios, artistas desconocidos y consagrados, ópera, zamba, rock y chacarera fueron parte del show que cerró con una teatralización de nuestra Independencia, campanadas a las 0:00, fuegos artificiales y el Himno Nacional Argentino cantado por todos los presentes, algo que quedará para siempre en mi memoria.
El Rodeo desde el Cristo.

El Rodeo desde el Cristo.

Cristo Redentor.

Cristo Redentor.

Río Los Nogales.

Río Los Nogales.

En la Catedral, antes de los festejos del 9 de Julio.

En la Catedral, antes de los festejos del 9 de Julio.

Es imposible describir la paz que se vive allá. Retomo el post, lo digitalizo y lo actualizo ya de regreso en Buenos Aires les comparto una recomendación: las famosas nueces confitadas catamarqueñas. Yo traje algunas de allá pero no sé si voy a llegar a hacerlas antes de que se las coman.

Nueces confitadas

Las clásicas llevan dulce de leche, yo les propongo un opcional vegano:
Ingredientes:
-100 gr de nueces peladas y activadas (en remojo) durante la noche.
-100 gr de dulce, puede ser mermelada de varios sabores o dátiles procesados.
-Glasé ( derretir 50 g de azúcar impalpable + algunas gotas de jugo de limón).
Procedimiento:
Tomar mitades de la nueces y recubrirlas con el dulce. Además pegar pedacitos hasta formar un alrededor del dulce hasta formar círculos.
Cubrir con el glasé y dejar secar.
También se puede recubrir de chocolate, quedan increíbles. El resultado es una delicia, que vale la pena probar.
Espero que les haya gustado este pequeño paseo por los paisajes y los sabores de Catamarca.
Me pueden escribir a kariuenverde@gmail.com o seguirme en FB en Kariu en Verde
Abrazo grande.
Kariu

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