Reconecté con mis nenas. Les hice el aguante para que jueguen con sus amigos el mayor tiempo posible. Volvimos a casa llenas de tierra. Nos bañamos.
Ahora estoy en una confitería, a una cuadra y unos minutos de meterme en otra jornada del seminario de Filosofía. Y sabiendo lo que probablemente el destino me depare (un súbito desvelo al cruzar la puerta del departamento, un abombe considerable, o un cansancio acumulado, en el mejor de los casos) me anticipo y les apunto las novedades:
La más importante, acaso la responsable de que la última semana haya estado más tensa y ocupada que de costumbre: voy a estar dando un taller de expresión escrita para adultos. Un espacio de síntesis entre la actriz y la que escribe. Donde poder ex-presar -como alguna vez apuntó Mujer- en el sentido de liberar lo contenido (¡los contenidos!) y entender que cuánto más fuerzo el intelecto y menos escucho a las entrañas (no decir los hombros o la espalda...) menos digo.
Y no digo más porque parece que estuviera promocionándolo (al que le interese, que me escriba a mi email inetaller@gmail.com).
Sólo agrego que el asunto no hubiera sido posible sin la ocurrencia-insistencia de Elena, mamá Filósofa, aquella que de un día para el otro entró al cuento, ¿la recuerdan?
Fuera de esto y de mis niñas: avanzando con la obra de teatro, viéndome poco con amigos (los extraño), visita al barrio postergada (Rossi estiró su estadía pascual en Centroamérica, se enamoró de un guatemalteco) y escuchando música, temas varios, sobre todo uno... ¿vieron cuando un tema se les pega y no pueden parar de repetírselo?
"Una palabra... no dice nada... y al mismo tiempo..."
Se los dejo.
¿Y ustedes? ¿Novedades, pensamientos mínimos, frases sueltas, palabras que se les vengan, sensaciones, anhelos, gritos, susurros, etcétera?
PD: La disertación del seminario (esta vez a cargo del propio Tomás Abraham) -permítanme la expresión adolescente- "me voló la cabeza". Llegué a casa y no pude hacer otra cosa que dormirme.
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