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Una vergüenza grande





Si hay algo que disfruto -aunque me deje de cama- es que China invite a Lucio a casa. Vieran cómo la más fifí, coqueta y quisquillosa de las niñas (ésa es la mayor de mis hijas) en esos momentos se transforma en la luchadora más rompehuevos de la Historia.
Lupe no se queda atrás, pero Lupe tiene una carta fuerte a su favor... y es que lo tiene a Lucio muerto de amor (por ella). No importa lo que proponga, Lucio se lo festeja.
En cambio China no sé cómo decirlo, tiene que ingeniárselas muy inteligentemente para captar y sostener la atención de su amigo. Al principio la cosa fluye fácil, sobre todo si mamá Inés o papá Federico estamos ahí -como fue el sábado- sosteniendo la escena, cual animadores de una fiesta que quieren que todos se entretengan. Pero pasadas unas horas, cuando ya estamos hasta la coronilla de cantar canciones o de pegar gritos ridículos, Lucio empieza a entretenerse solito... y a su manera. Y mi hija, lejos de dar la media vuelta y hacer la suya... lo busca, lo desafía, lo provoca, lo guerrea.
Creo que al principio Lucio no le da mucho crédito (bah, eso intuyo que él se dice por dentro) pero la enana es molesta, hiperquinética, salvaje, bien coordinada e incasable. Y entonces, ahí cuando quien les escribe y papá Fede se relajan, China y Lucio entran en una danza mágica. ¡No se dan una idea lo que se ríen, lo que disfrutan, lo que se cansan!
Tanto que el sábado mismo, China quiso irse a dormir a su casa. Era la primera vez desde que nació su hermana que ella pedía dormir en una casa ajena. Después, a eso de las 12 AM, marido tuvo que ir a su rescate porque mantraba "quiero estar con mami", pero bueno, está bien reconocerle haber tenido un primer intento espontáneo de despegue.
Y ayer lunes a la tarde, cuando volvíamos del jardín, China quiso repetir la rutina. "¿Puede venir Lucio a casa?", me preguntó caminando de la mano con el que les jedi. "Dale, dale"... y en eso él se hizo el difícil y se puso esquivo, "no, no, quiero ir con mi papá, etc."
Finalmente lo convencí para que viniera y al rato de haberse despedido de su padre, cuando ya estábamos en la panadería, China le encaró: "¿Lucio, por qué no querías venir a mi casa?" A lo que su amigo le respondió, con una autenticidad única: "es que tenía una vergüenza GRANDE adentro de la panza...".
Jajaja (sin palabras)
¿Cuánto disfrutan oficiando de anfitriones de otros niños? (amigos de sus hijos o sobrinos)
PD: Gracias por todos los comentarios de ayer. Me sirvió mucho leerlos. Como ya les comenté, tuve una charla reconciliatoria que duró hasta las 4 AM.

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