Hoy jueves querría ser una flor. Una florcita chiquita, insignificante, silvestre, de color amarillo, de ésas que crecen en el margen de las baldosas. De ésas que se cuelan sin pedir permiso y lucen sus pétalos con la misma gracia que una orquídea de muestra.
Más tarde querría convertirme en manzana, en durazno o en mandarina.
Y que una maestra jardinera me tome con su mano y la enseñe al resto: "ella se llama...". Y que en coro todos los niños, algunos más seguros que otros, digan mi nombre.
Y luego, más tarde todavía, quisiera que la maestra me corte en pedacitos y me revuelva adentro de un recipiente gigante, con frutas similares.
Por la tardecita puedo ser un recorte. Un recorte de diario, o de una revista. Un pedazo de papel que mi hija elija para pegar con Voligoma sobre otro papel; para después pintar con crayones.
Y por la noche podría convertirme en esmalte. En un esmalte violeta como el que China pide a diario, pero Claudia nunca le trae.
También pensé en ser viento, bufanda, espuma, paraguas, pantuflas, gomitas de pelo, torta, estómago, pelos, pelusas, arrugas... pero no creo que me alcance el tiempo para ello. Me conformo con lo que ya fui siendo.
¡¿A vos en qué te gustaría convertirte hoy?!
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