
Hemos discutido con el hombre de esta casa.
Intercambio de opiniones, que le dicen.
El asunto es que mi hermana ya es (norte)americana.
-Para los que buscan el dato de color: sí, votará por Obama-
(habrán visto que lo de dato de color fue toda una sutileza; sutileza que acaba de esfumarse en este paréntesis)
Volviendo a lo nuestro. La discusión/intercambio.
Como mi hermana es (norte)americana, mi hermana podría -si quisiera y luego de ciertos trámites- darme a mí la nacionalidad imperialista (qué término demodé) y luego yo podría, así las cosas, dársela al pequeño Benjamín.
Uff.
Me cansé nomás de escribirlo.
Imaginen hacer el trámite.
El hombre de esta casa arguye que la utilidad esto y que la utilidad lo otro; que, ¡ay!, las puertas que le abriríamos (estudios, capacitación, tránsito, no visas, trabajo y tantos otros beneficios).
Yo le digo que para algo hubo quienes murieron por nuestra independencia y él me mira con cara de "estás loca o qué?". Pienso que es mejor cambiar de argumento y ahí nomás le lanzo que sus padres son argentinos, que Maradona, que el dulce de leche y que la letra eñe.
O sea, le digo todas relativas imbecilidades porque la cosa no me cuadra y no sé exactamente por qué. Supongo que es porque, finalmente, tengo la idea conservadora de que uno es del lugar donde nace, vive, o son sus padres; pero nunca de donde más provecho sacaría. (hablando de Zacarías, nos gustaba como nombre, para daba muy ruso)
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