Confieso que había escrito un post reflexivo, pensante, para debatir e intercambiar puntos de vistas, y cuando estaba por concluirlo, me di cuenta de que tenía ganas de cualquier cosa menos de hacer ese ejercicio.
Confieso que volví a casa con la mente en blanco y me eché panza abajo sobre la cama. Que ahora estoy necesitando conectarme exclusivamente con el aire que entra y sale y distender la musculatura que quedó resentida de la maratón de limpieza (del domingo).
Admito que el error técnico fue apasionarme fregando el piso de goma-eva. Oh, sí, no sólo limpiamos al caballito saltarín que veían en la foto, sino que también atacamos las planchas de goma-eva del living, que suelen ensuciarse mucho y cuyas manchas, para salir, necesitan de cepilladas enérgicas.
Confieso que a pesar de estar sintiéndome hecha pomada (en lo físico), me siento tontamente orgullosa del trabajo realizado, y me gusta hoy entrar a casa y sentir el aire, más fresco, más respirable, más liviano.
Confieso que en breve, en minutos, debo salir a buscar a mis hijas al jardín. Que este detalle tan poco original de mi vida de madre hoy me está procurando una inmensa felicidad. Que esto de sentirme tan a gusto, tan unida a mis hijas (de sentirnos las 3 unidas) no me venía sucediendo, no por lo menos durante el invierno, que fue una época de revivir escenas de guerra, de tironeos, de tensar cuerdas.
Confieso que a veces me miro de afuera y me digo: "qué pelotazo. Sos de esas mujeres que no hacen sino hablar de sus críos". Confieso que querría poder ocuparme también del cortometraje (ni hablar del largometraje), querría reescribirlo, juntarme con las actrices y me da mucha CULPA no estar haciéndolo, pero lo cierto es que aparecen trabajos extras, que no tenía programados, y la economía exige que los atienda y que patee para más adelante mis proyectos más artísticos (y todavía no redituables).
Confieso que anhelo que Dios o quién miércoles maneje los hilos de este teatro tenga en cuenta mi deseo y que en algún momento me tire una soga para poder hacerme ese hueco.
Confieso que me hizo bien hacer estas confesiones y poner mis fichas sobre la mesa: esta necesidad de vida cuidadosa, cuidada, calma, mi deber de madre (una elección, una realidad placentera que me atrapa y que me toma) y la asignatura pendiente, por concretarse.
¿Ustedes qué confiesan?
Ilustración de Sonia Esplugas.
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