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Bárbara Lombardo: "Quiero hacer algo bueno con mi vida"

Dejó todo por amor, se fue tres años a México y hace unos meses decidió volver a la Argentina, para ver qué le deparaba el destino. Hoy, trabaja en El puntero junto con Julio Chávez y Rodrigo de la Serna, y dice que llegó el momento de dejar atrás la melancolía





Por Carola Birgin y Violeta Gorodischer
Fotos de Eugenio Mazzinghi
Producción de Carol Schmoisman
Llegó al bar empapada. Llovía a cántaros, pero ella ignoró esa vocecita interna que le sugería quedarse en la cama remoloneando y suspender la entrevista. "¡¿Cómo no iba a venir?!", nos dijo entre risas cuando le agradecimos el haber salido de casa con semejante tormenta. Tenía el pelo un poco mojado, calzas color violeta y un trench divino. En el cuello, un collar antiguo. "Me lo llevé de la casa de mi mamá, siempre le saco estas cosas", nos explicó con una taza gigante de café con leche en la mano. Hace poco que Bárbara Lombardo está de nuevo en la Argentina, después de quedarse tres años en México. Aquella vez, no dudó en irse para acompañar a su novio de entonces; algo le decía que todo iba a estar bien, que siguiera sus impulsos. Y lo mismo hizo hace unos meses, cuando resolvió pegar la vuelta. No se equivocó: llegó a Buenos Aires sin casa, sin novio y sin trabajo y, en menos de dos meses, la suerte volvió a sonreírle. Hoy se convirtió en la revelación femenina de El puntero, la serie de El Trece de la que habla todo el mundo, y hasta la llamaron para participar en proyectos mexicanos. Así que está un poco acá y otro tanto allá, cosechando lo que fue sembrando en cada lugar. A los 30 años, sigue escuchando lo que le dicta la intuición. Y se deja llevar.
¿Cómo decidiste volver?
El año pasado, pasaron muchas cosas, y dije: "Me vuelvo en cinco días a Buenos Aires". Necesitaba ver qué me pasaba a nivel laboral acá. Me fui allá de un día para el otro, levanté mi casa y me fui. Mientras estuve en México, me dediqué, más que nada, a acompañar a Diego; él es director, y viajamos un montón. Pero, bueno, nos separamos...
¿De un día para el otro también?
No, eso no fue de un día para el otro, fue un proceso. Yo siento que los duelos tienen su tiempo, no es que terminás una relación y al otro día estás de cero, te vas separando de a poco hasta que decís: "Mirá, no puedo más". Estoy impresionada con las relaciones en mi vida, con el tema de los vínculos...

¿Por?
Veo que hay mucha gente desesperada por estar con alguien, tengo muchos amigos que están en pareja, y está bien, pero hay gente que está con alguien y después la caga, se asusta.
¿Vos no estás desesperada por estar con alguien?
La verdad, no. Hoy en día, después de estos años, lo que más necesito es estar sola. Me hace muy bien estar en mi casa. Tampoco es que diga que no quiero enamorarme, ¿eh?, ¡soy re Susanita! Amar a alguien, estar enamorada, es lo más lindo que hay. Sólo que es según el momento. Creo que hay que estar atenta a lo que va sucediendo, yo no puedo decir: "Me enamoro, no me enamoro". No sabía que me iba a enamorar de Diego, y tampoco sabía que iba a volver a la Argentina.
¿No sos de planear las cosas?
No puedo. Aunque quiera planear, hay algo en el destino que no me deja hacerlo. No sé, tal vez los astros... Yo tengo algo re uraniano en cuanto al cambio, a eso de estar todo el tiempo acá y allá. Claro que también tengo un alguien interno, que ya no me banco, insoportable, que muchas veces no me deja disfrutar cosas por querer pensar si están bien o no. Seguramente sea algo que tiene que ver con el ego, no sé.


Vivimos en una sociedad en la que estamos todos muy exigidos...
¡Para mí, estamos todos re locos!
Algunos lo relacionan con que se viene 2012.
Por como vienen los tránsitos planetarios en 2011, no lo dudo. Lo veo en gente que se está enfermando mucho, de todas las edades, de repente explotan enfermedades muy nerviosas, la gente está muy desequilibrada. No digo que yo no, seguro tengo lo mío, pero veo que falta calma. Hay mucha ansiedad, muchos ansiolíticos. Hace unos cuantos años, todo era más tranquilo, uno vivía a otro ritmo. Hoy, no hay tiempo para reflexionar, y hay algo muy impulsivo en eso. Yo me cuido, trato de tomarme el tiempo para decidir. Pero a veces entro en una vorágine y me digo: "Tranquila, si no están las condiciones dadas, no sabés qué hacer, volvé para atrás, no tenés que resolver todo ya". A veces hay que parar. Entonces, rezo alguna oración, pido orientación, ver por dónde tengo que ir.
¿Creés en Dios?
Creo en un dios, obvio. Pero no sólo el católico, ahora me interesa mucho el budismo. No hay duda de que existe algo superior. Desde chiquita creí en algo, en que hay una energía que si vos la invocás y le tenés respeto, te va a acompañar. Me parece que hay que tener fe, y también creo que uno crea las condiciones.
En la vida cotidiana, ¿cómo desarrollás tu parte espiritual?
Me levanto y canto. Yo creo mucho en los rituales propios, esos que surgen cuando tenés la capacidad de sentir qué acción hace que te sientas mejor y que tu energía se transforme. Por ejemplo, el otro día, una amiga me contaba algo de nuestras abuelas: si el alcanfor lo ponés en alcohol y rociás con eso el ambiente, limpia la casa. Lo hice, y ahora siento mejor la casa. No sé si es el alcanfor, si es mi intención o fue mi necesidad de hacerlo, pero me hizo bien. Además, hay cosas que no manejo y pido que me ayuden, me interesa hacer algo bueno con mi vida, lo que hacés a nivel energético influye mucho. No podés pasarte la vida haciendo lo que querés sin medir las consecuencias. Yo re creo en el karma y en las vidas pasadas, me lo dijeron en la escuela católica cuando tenía 6 años: "Hay otra religión que dice que según lo que hagas, reencarnás en una cucaracha", y yo dije: "¡Es verdad!". Nadie me había hablado del tema, y yo me acuerdo de haber sentido: "Esto es cierto".


¿Hacés algo de vidas pasadas?
No, no siento la necesidad. Hoy me encargo de esta vida. Sí tengo una terapeuta a la que voy desde hace diez años una vez por mes para aprender a constelar. Ya todas las mujeres de mi familia hicieron constelación: somos un universo femenino muy potente, mujeres que sobrevivieron a los hombres.
Un mandato livianito de llevar, eso de las mujeres fuertes, ¿no?
Uffff, yo, por suerte, estoy trabajando en eso. Recuerdo que a los 12 años dije: "Por favor, quiero un psicólogo". Tenía la sensación de que si no hacía algo bueno con mi persona, iba a terminar mal. Mi papá se murió tan joven que tomé conciencia de que hay que tener cuidado con la vida. Y a la vez, crecí con una sensación de tristeza cerca, la tristeza de mi mamá, de mi tía abuela soltera...
¿Tenés recuerdos de tu papá?
Sí, y aunque yo era muy chiquita cuando falleció, es una fuente de inspiración enorme para mí. Él era alguien muy hermoso, muy capaz, vivió en una época muy difícil, por eso yo creo que hay un inconsciente colectivo que se lleva a muchas personas, que son arrastradas... Me interesa mucho la historia para poder explicarlo mejor: a veces hay energías que vienen por un tiempo a la Tierra y arrastran... (de pronto, el enorme toldo de hierro del bar donde hacíamos la entrevista se cayó haciendo un ruido ensordecedor). Perdón, chicas. Yo creo mucho en estas cosas, la verdad es que no puedo entender a la gente que no cree.


Pasando al plano laboral, ¿estás contenta con El puntero?
¡Muy contenta!
Además de la suerte que tenés por los besos con Rodrigo de la Serna (risas), ¿te gusta el tema de la serie? ¿Te gusta hacer de Pochi?
Sí, claro. Siento mucho respeto por ella. Siempre la quise a Pochi, desde el primer momento tuve ganas de hacerlo. Lo primero que trato de sentir es el corazón y el alma de las personas; a partir de esa conexión, empiezo a sentir cosas.
¿Cómo compusiste el personaje?
Lo más delicado fue encontrar el tono, cómo habla, no sé si lo he logrado. Incluso se me acercaron a pedirme que tratara de hablar bien.
¿Quién te pidió eso?
Las chicas del barrio adonde vamos a grabar, nos hicimos bastante amigas. Gracias a ellas, principalmente, pude zafar de caer en el estereotipo. Me dijeron que hablara bien, porque hay mucho prejuicio, y que ahí mucha gente hablaba bien, que no por ser del barrio eran unas maleducadas.
¿A vos se te ocurrió cambiar el color de pelo para este papel?
A mí se me ocurrió la mitad: el rojo. El negro no fue idea mía, me lo sugirieron. Nunca me había hecho nada en el pelo, y estaba esperando el personaje que me indicara qué hacer. En la medida en que no era necesario, no lo hacía, porque me re cuido el pelo.


¿Sos de meterte con las cosas de arte, también?
Bastante. Amo eso: pensar los objetos de las escenas, la ropa. De hecho, hice vestuario en obras de amigos...
Además, fuiste la cara de una campaña de marca de ropa y siempre se te ve con un look muy personal, ¿qué lugar le das a la moda?
Es como un ritual, es re importante lo que te ponés: esto me hace sentir bien, esto me hace sentir protegida, hoy tengo este humor, hoy quiero sentir mis piernas... Yo, en particular, tengo una forma de vestir un poco rara, amo las artesanías y trato de encontrar cosas artesanales que se adapten a la vida moderna. Tengo mi estilo, me gusta adaptar la ropa que ya tengo antes que comprar: encontré una modista buenísima para eso. Hay cosas en un placard que no se usan, un saco, un pantalón, y lo adaptás a vos y es increíble: hay que revisar los placares de la familia, de verdad, hay muchas cosas que no se usan.
Estás muy flaca, ¿no?
En México empecé a hacer cinta y cosas que no había hecho y bajé de peso. Además, estoy anémica, me operaron hace unos días de algo menor y ahora me tengo que cuidar mucho con el hierro.
¿Alguna vez te costó mantener el peso?
No, en un momento sí me sentía gordita para el medio, pero ahora, por suerte, se fueron incorporando personas que son personas, y eso, para el público y para mí, es un alivio, un alivio muy grande.


Antes decías que te levantás y cantás. ¿Cómo es eso?
Estoy estudiando canto, me gusta cantar, y ahora estoy obsesionada con el disco Unplugged de Zoé, una banda mexicana que súper recomiendo. También canto mantras de Ratnaling, mantras tibetanos.
¿Los usás como meditación?
Sí, cuando estoy bajón, los canto y me hace bien. A veces estoy mal y no puedo cantar ni un minuto, me quedo tirada en la cama. Literal. Me meto en la cama, agarro un libro y me quedo dormida, son momentos. Otras veces, canto.
Es difícil imaginarte bajón. Siempre se te ve muy alegre...
Es cierto. Mis amigos me dicen que los hago reír hasta que les duele la panza, mi ex novio me dice que haga comedia, y de chiquita siempre estaba haciendo cosas para hacer reír, me encanta divertirme. No es necesario estar sufriendo tanto en la vida. Siento que tengo una melancolía que dominó gran parte de mi vida, y ya la quiero despedir.


¿Esa de la infancia?
Sí. Yo trabajé desde chiquita en el negocio de mi familia, no tuve una infancia de "vuelvo y hago los deberes", era otra historia. Después, cuando tenía 15 años, en lugar de estar de joda con un novio, ayudaba a mi tía abuela Alicia, que me crio también y estaba muy enferma. Fui su enfermera un tiempo hasta que falleció. Fue y es una persona que amo, y nunca imaginé que iba a poder estar bien sin ella (se emociona). Pero lo logré, y estoy agradecida de estar viva. Por eso, hago todo lo posible por abrirme y por vivir, por no hacerme problemas por cosas que no lo merecen.

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