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Chica de tapa: Eleonora Wexler

Después de un año movido, la actriz se aleja de la vorágine televisiva para dedicarse más a su familia; mirá las fotos y el video.




Cambió un depto en la ciudad por una casa con jardín, la vorágine de la tira televisiva por una obra de teatro, y decidió, en esta etapa de su vida, concederse pequeños deseos cotidianos, preguntarse qué tiene ganas de hacer antes de tomar una decisión. A los 36 años, Eleonora Wexler resolvió poner en stand by algunas cosas y se dio permisos para dedicarse a su carrera, a su pareja (Leonardo) y a su hija (Miranda, de 6 años) sin presiones... de las propias ni de las ajenas.
En ese contexto, la actriz se abrió a una charla íntima con OHLALÁ! Mirá el backstage de la producción, la galería de fotos y leé algunas de sus frases más destacadas.

Eleonora Dixit

Sobre su vida fuera de la Capital. Nació Miranda y apareció esto de la casa. Mirá que yo crecí en un departamento, en Parque Patricios, y todo bien: fui feliz, viví haciendo deportes, íbamos con mi mamá, mi papá y mi hermana al aire libre; me crie bárbaro. Pero un día la vi a Miru agarrándose de la rejita del balcón y me dio cosa. Ella disfrutaba tanto del verde que yo empecé a disfrutarlo también. En un momento, me pregunté: "¿Y si buscamos una casa?". Fui a ver una chiquita, con un fondito, en La Horqueta, con un acceso muy fácil por la Panamericana... Llegué tan rápido que no lo podía creer, me encantó, me pareció un lugar muy cálido, y al toque me imaginé viviendo ahí. Me mudé hace cuatro años a esa casa.
Sus amigas. No soy "guau-qué-sociable", ¿eh? Tengo un grupo de amigas que son de este medio y otras que no tienen nada que ver con mi trabajo. Y nos gusta reunirnos, hablar como cotorras todas al mismo tiempo, ninguna escucha a ninguna... ¡Y nos matamos de risa! Y hay otras amigas con las que da más para un encuentro a solas, para hablar de a una y enterarnos de qué nos pasa.
Sobre su intuición. Me puedo equivocar, pero si hay algo que me hace ruido adentro, le doy bola. Las veces que no lo hice, me equivoqué. Con el tiempo, me di cuenta de que tenía que dejar de ser tan mental y prestar más atención a lo que me pasaba con esto o aquello, descubrí que mis sensaciones me suelen guiar muy bien. Entonces, me dejo más libre. Y en lo profesional, claro, además de permitírmelo yo, puedo hacerlo porque tengo un respaldo: mi marido tiene un trabajo normal, en una empresa familiar.
Su ritmo hoy. Ahora estoy más tranqui, pero vengo de un momento movido. El año pasado, grababa todo el día Valientes. Después, los ensayos de la obra. Cuando terminaron, los preparativos para el Martín Fierro. En el medio: siempre me ocupo de la casa, la comida, un montón de cosas. Quedé cansada, y ahora estoy permitiéndome una etapa bastante sedentaria, por llamarla de alguna manera. Tengo unas ganas de dormir... Y quizá me quede un ratito más en la cama, duermo una linda siesta. En otro momento, no me lo permitía, tenía que salir sí o sí. Y me di cuenta de que si tengo fiaca y puedo, me quedo remoloneando, y está buenísimo. Siento que me reconcilié conmigo. "¿De qué tenés ganas?", me pregunto ahora más seguido. ¡Y me doy bolilla! Es un buen ejercicio.
Por Carola Birgin | Fotos de Sebastián Arpesella | Producción de Carol Schmoisman

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