Edith Iraola, la trabajadora social que se superó a sí misma
Se nutrió de las experiencias difíciles de su vida para ayudar a otros y actualmente coordina Casa de Galilea, la ONG que asiste a más de 500 familias de La Cava.
22 de julio de 2017
Durante la crisis económica de 2001, cuando Casa de Galilea abrió sus puertas como una rama asistencial de la parroquia Nuestra Señora de La Cava, en el barrio habían más de 25 comedores funcionando para asistir a la gente. La situación era crítica y no alcanzaban las manos para atajar tanta necesidad. Fue entonces cuando el padre Aníbal Filippini, junto con dos colaboradores de su comunidad, Alejo Fernández Mouján y Edith Iraola, empezaron a pensar en lo que se convertiría en un refugio irreemplazable para los vecinos: una primera barrera de contención, material y emocional.
Créditos: Juan Francisco Sánchez
“Casa de Galilea es un lugar en donde la gente puede ser escuchada, mimada, reconocida”, dice Edith (44), que con el tiempo quedó como única coordinadora de esta ONG, en la que trabajan más de 30 voluntarios (y otros tantos empleados con sueldo) para atender las principales problemáticas del barrio.
Brindan asistencia escolar, psicológica y fonoaudiológica, talleres de nutrición, de manualidades y de violencia de género y hasta dan estimulación temprana para bebés y madres, porque “no es el nene el que viene a atenderse, sino la mamá, que tiene que aprender a estimularlo”, aclara Edith, que jamás pierde el tono dulce y cuyo nombre se escucha permanentemente en el edificio de la calle Alvarado al 1300, en donde todos le piden un minuto de su tiempo.
VALOR HUMANO
Edith es la segunda hija de una pareja de inmigrantes bolivianos que con solo 18 años se instalaron en “La Neyer”, una de las calles que cruzan el área más antigua de La Cava. Vinieron buscando una vida mejor para ellos y sus hijos y, con ella, lo lograron con creces: es licenciada en Trabajo Social egresada de la UBA y tiene un posgrado en Dirección y Gestión de Organizaciones Sociales por la Universidad de San Andrés. No sorprende tanto título: para ella, la educación “es esencial a la persona” y el gran motor del que surge la igualdad de oportunidades. “Mi mamá fue muy poquito a la escuela, porque trabajaba en el campo. Por eso, recién aprendió a leer y escribir cuando yo tenía 8 años. En esa época, yo la acompañaba a una maestra y la ayudaba, y creo que es por ella que tengo el valor de la educación tan arraigado, porque la vi agarrar el lápiz y superarse”, cuenta con emoción, al tiempo que aclara que cuando de educación hablamos, no se trata solo de aprender Lengua y Matemáticas, sino de incorporar valores, que son “la columna vertebral de cualquier persona”, en especial el de la vida, “que merece ser cuidada, porque todas las personas son valiosas ”, dice con convicción, al tiempo que explica que cuando trabajan en los chicos el respeto hacia ellos mismos, el cuidado de sus cuerpos y el lugar en donde viven, eso lleva a solucionar los problemas de violencia.
EL PUENTE
Aunque Edith ya no vive en La Cava, nunca pensó en alejarse: “Yo amo este lugar, pero también siempre tuve el proyecto de acceder a otras cosas. Nunca quise que me las dieran, porque yo creo que una tiene que superarse estudiando y trabajando, algo que para mí es un derecho, sobre todo ahora que tengo a mi nene”, dice refiriéndose a Ramiro, su hijo de 5 años. Y es que la dura realidad que le tocó vivir de chica la ayudó a convertirse en un puente entre la gente del barrio y el resto del mundo, porque entiende de primera mano cada necesidad: la falta de contención, la precariedad y las aguas servidas que impregnan todo cuando llueve y se inundan los pasillos. De todas, la necesidad más urgente es la de pertenecer. “A veces, es violenta la diferencia –dice refiriéndose a sus vecinos de San Isidro–, porque, mientras que hay familias a las que les sobra todo, hay otras que no tienen nada. Hace poco fui a ver a dos que tienen cinco chicos y que viven literalmente en una tapera, con tres maderas apoyadas y una lona encima. Eso existe acá a la vuelta”, cuenta con una preocupación que en breve se va a convertir en ayuda concreta. Porque Edith no se queda quieta, llama a las instituciones, pone en marcha lo que hace falta y resuelve. Su corazón está en La Cava y con su fuerza mueve montañas.
¿Te gustaría ayudar a Casa Galilea?
Es la ONG que OHLALÁ! amadrina todos los meses. El jueves 5 de octubre, a las 20, van a hacer su décima cena anual a beneficio en el Hipódromo de San Isidro. La entrada cuesta $1500 e incluye conducción de Julián Weich, ambientación de Gloria César, catering de Guillen y un show de La Mosca. Para sumarte, podés mandar un mail a info@casadegalilea.org.ar o llamar al 4575-4214•
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