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“El lugar donde siento ser yo”




"Sin la amistad, el mundo es un desierto" - Sir Francis Bacon

"Sin la amistad, el mundo es un desierto" - Sir Francis Bacon

Fue hace un mes, más o menos. Fui caminando al supermercado, muy distraía y escuchando música. Mi cabeza estaba haciendo un repaso mental de lo que no me tenía que olvidar; “me quedé sin café, me tengo que acordar del café”, me dije. Casi siempre me olvido de algo y, en general, suele ser justo eso para lo que se supone que había ido en primer lugar.
Así llegué, abstraída del mundo a uno de los espacios más habituales de mi vida; un espacio cotidiano: conozco al de seguridad, a los cajeros y cajeras y hasta ya puedo reconocer a los clientes. Pero de pronto, cuando al final de una de las góndolas me topé con una de las caras y voces más familiares de mi vida, simplemente me paralicé. “¿Qué hacés?”, me dijo de forma casual como si nos hubiéramos visto ayer. Y después, siguió de largo como si nada.
Era la cara y la voz de mi mejor amiga durante muchos años de mi vida. Era una cara y una voz que conozco de memoria, pero que estaba fuera de tiempo y espacio, fuera de contexto pero dentro de mi territorio diario. Creo que no la veía desde hacía ocho años. La última vez fue cuando nos despedimos, en buenos términos, antes de que ella se fuera a vivir a España.
De pronto, sentí esa sensación rara que nos invade cuando un factor “extraño” se inserta sin previo aviso en nuestra rutina. Perdemos un poco la noción del día, la hora y el lugar y nos parece como si estuviéramos en un sueño o como despegados de la realidad. Una especie de falla en la Matrix. Y cuando las sensaciones extrañas menguan, y todo de a poco vuelve a su orden, ese orden ya está alterado y ya no pensamos más en el café y, por supuesto, nos olvidamos de comprarlo.
Para lo que sigue, comparto este tema. Una voz increíble, una letra bellísima:
Veintisiete años atrás me quise escapar del griterío agudo que provenía de mis compañeras de colegio. Estaba en la casa de una de ellas, en un “Pijama Party” y yo era una chica solitaria que no se sabía adaptar demasiado. No lo sufría para nada, simplemente no me sentía identificada con ninguna de ellas y me gustaba más la soledad. Recuerdo que pensé que el mejor refugio podía ser las escaleras, un rincón que estaba oculto y a oscuras. Cuando llegué la vi sentada a ella: “¿también te estás escapando?”, me preguntó. Esa noche nos quedamos hasta el alba, apartadas del resto, contándonos nuestra corta vida entera pero, por sobre todo, nuestras emociones. “El lugar donde siento ser yo mismo es en la amistad”, leí que dijo alguna vez García Márquez. Así me sentía. Yo misma. Y hasta mis treinta y tres años fuimos inseparables. Después, fuimos dos extrañas.
No fue por un hombre, no fue una discusión, no fue nada. O fue todo. La adultez un día nos dio un sacudón y nos levantamos siendo otras personas. Los pasados conflictivos familiares, relativamente fáciles de sobrellevar en la efervescencia, en la sensación de inmortalidad y en la certeza de toda una vida por delante de la primera juventud, salieron a la superficie y sangraron. Esa ebullición chispeante de la adolescencia se fue opacando. Un día nos despertamos “grandes” y fue un poco más difícil de lo esperado. Tal vez, lo único que pasó fue que teníamos la necesidad de hacer borrón y cuenta nueva de ciertas memorias pasadas, y en ese borrón, eliminamos incluso lo que había valido la pena. En el volver a empezar, a veces debemos soltar cosas, lugares y personas que nos supieron hacer muy felices. Y todo aquello queda guardado en un cajoncito de la memoria de una de nuestras tantas vidas. En días de nostalgia, lo abrimos y recordamos a esas personas que solíamos ser.
Más que hermanas

Más que hermanas

Considero a la amistad como la relación más importante de nuestras vidas. Es un amor explorador, que nos permite bucear por los océanos más oscuros, alcanzar los soles más brillantes, tropezarnos, equivocarnos y fallar; crear, superarnos y triunfar. Esa noche, en esas escaleras, descubrí en su totalidad el poder de esa relación, inigualable, potente como ninguna. A través de las grandes amistades de mi vida, pude salvarme, descubrirme, potenciarme, sentir auténtica felicidad.
Todo hubiera sido tanto más difícil si una de mis grandes amigas de mi vida adulta no me hubiera obligado a salir de la cama en días en los cuales pensaba que todo mi mundo se había venido abajo. Tanto más desolador, si ella no me hubiera acompañado durante los 3000 km de vuelo a Tierra del Fuego, a ver a mi ex y traer de nuevo mis discos, mis libros, mi ropa, mi teclado y mi orgullo a Buenos Aires.
No me puedo imaginar cómo habría sobredimensionado mis miedos si otra de mis grandes amigas del alma no me hubiera acompañado con cada inyección y al momento de la intervención, cuando decidí congelar óvulos. La misma amiga que cada día me dice lo orgullosa que está de mí. Se alegra con cada uno de mis logros como si fueran propios.
Un poco de ayuda de mis amigos

Un poco de ayuda de mis amigos

O aquella que pasó delante de mi casa cuando falleció mi abuela. No lo sabía. Esa noche me llamó para preguntarme si quería ir a visitarla: “Miré hacia tu departamento y tuve la sensación de que estabas mal”, me dijo. No sé cómo lo pudo adivinar, pero la realidad es que lo único que necesitaba en ese instante era que una amiga me abrace y me de comer.
Y está aquella que hoy vive en Chile, la otra que está en La Pampa, la de Alemania y la de Suiza. Están lejos pero siento su amor, fuerte.
Están también las amistades emergentes. Todavía nos estamos conociendo, pero ya puedo afirmar que enriquecieron mi vida de maneras maravillosas.
Y mi única verdadera amiga de la infancia. La conozco casi desde el día en que nací. Nos vemos poco, pero cuando lo logramos, entendemos que nuestra relación puede mutar y transformarse, pero que nuestro querer va a ser eterno.
Mi amiga de las escaleras oscuras hoy no está más en mi vida. No sé lo que el futuro nos pueda traer. Pero hace un mes, cuando la vi en el supermercado, entendí una cosa: sin esa persona que conocí a mis trece años, hoy yo no sería la persona que soy. Por eso, ella será parte mía por siempre.
Para ustedes, ¿qué significa la amistad y qué papel juega en sus vidas? Y en el caso de las parejas, ¿creen que una relación sólida es la que se basa primero en la amistad?
Beso,
Cari
PD: Gracias al Gauchito, me inspiró.

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