
El placer del texto
¿Para qué leemos? ¿Cuáles son los derechos del lector? Estos temas tratamos hoy en el Club de lectura
4 de diciembre de 2014 • 12:25


Estas dos semanas fueron moviditas. Estuve leyendo y releyendo varias obras o párrafos de literatura erótica. Los pornosonetos (publicados bajo el seudónimo de Ramón Paz), de Pedro Mairal, las Cartas de amor a Nora Barnacle, de James Joyce y unos cuentos encantadores que forman parte de Delta de Venus de Anaïs Nin. Para los que se preguntan, les cuento que sí, que en esa selección estuvieron incluidas - cómo no- las ultrafamosas 50 sombras de Grey y otros títulos del fenómeno editorial bautizado como mummy porn, que parece que se viene con toda la artillería del marketing para el verano.
Y ahí, claro surgió la inevitable cuestión que no te podés dejar de plantear como lector: ¿Para qué leo? ¿Para aprender?, ¿Para pasar un buen momento?, ¿Para ilustrarme y ser más culto? ¿Para ser feliz? O, como analizó en su propia subjetividad el semiólogo Roland Barthes en su famosa obra El placer del texto, ¿para descubrir los efectos de la escritura sobre uno al recorrer las páginas de un texto?
Cada uno tendrá su respuesta. Lo cierto es que a todos nos pasan muchas cosas cuando leemos. Las palabras impactan en nuestro cuerpo, generan sensaciones, recuerdos, emociones y también nos estimulan para la acción. De lo que leemos dependen gran parte de nuestras acciones en la vida, muchas de las decisiones que tomamos y gran parte de nuestra visión del mundo están basadas en nuestras lecturas. Por eso un texto bien escrito suele ser indispensable. Así también, necesitamos permanentemente estar afinando el radar propio –más allá de los mandatos de la academia o de las propuestas publicitarias, ambas instancias igualmente avasallantes a la buena fe del lector - para detectar lo bueno de lo malo, lo que nos hace bien, de lo que no.
Desvío

Últimamente descubrí que lo que me hace bien, además de estar compartiendo con ustedes la lectura de clásicos como Hemingway que hoy nos convoca, es enterarme de todo lo que está pasando por fuera del mercado de las grandes editoriales.
La condición para se puedan descubrir obras maravillosas en las redes, es tener entre su lista de amigos un par de artistas o por lo menos de esos generosos a los que les gusta compartir novedades culturales. Facebook, Twitter, Youtube y muchos blogs -como el del escritor peruano Ivan Thays - vienen a ser a la movida cultural de este siglo algo así como lo que a los noventa fue el circuito under: el lugar de ebullición.
Hay toda una generación –no en términos etáreos sino en términos de producción creativa- de nuevos artistas que impulsan sus propias publicaciones creando sus propias fan pages a las que te invitan a seguir o eventos acerca de presentaciones en bares y librerías, incluso bancándose el oprobio de ser considerados espammers.
Desde que surgió este Club, tengo muchos pedidos de amistad que en general rechazo porque uso Facebook como un gran álbum de fotos familiares y como oportunidad de estar en contacto con amig@s que viven lejos, bueno también cerca, pero son amigos o al menos conocidos por haber compartido alguna actividad presencial, en algún momento, son concretos, de carne y hueso. Ese es mi criterio para aceptar o pedir amistades en Fb.
Así tengo el placer y honor de tener entre mis contactos a Juan Francisco Moretti, que me invitó a la presentación de su primera novela, Desvío, publicada por Milena Caserola –obvio, una editorial independiente- y digo honor porque este para mí "pende" de 26 años, que escribe poesía, cuentos cortos y libretos de teatro y radio, en algún momento va a ser tremendamente famoso y yo voy a poder decir ey, miren, tengo su primera novela autografiada.

Les dejo una breve muestra de cómo escribe:
"Es un buen tipo. Con esto no quiero decir que será una de esas personas sin carácter de las que sólo puede decirse que no son malos, ni tampoco uno de esos varones con códigos caninos que confunden la obsecuencia con amistad. Al contrario, es minuciosamente crítico, y casi siempre sus observaciones y sus consejos no pedidos lo vuelven denso, pero su manera de vivir parece hacerle al mundo más bien que mal, y eso para mí es el atributo de un buen tipo. Tiene anécdotas para todo, la mayoría incomprobables."
Derecho
Otra cosa que me hace bien es hacerme cargo de quién soy yo como lectora. Descubrí que no soy la única. Antes fue el escritor francés Daniel Pennac quien se animó a defender y redactar un decálogo de diez Derechos del lector, publicados en un apéndice final de su obra Como una novela (Ed. Anagrama) donde se dirige a los padres para darles los motivos de por qué no deben obligar a sus hijos a leer.
Pedí a muchas amigas que admiro, cuáles eran los suyos para agregarlos a la lista y lo mismo le propongo hoy a ustedes: ¿Cuáles son nuestros derechos fundamentales?
Los diez derechos del lector según Pennac son éstos:
El derecho de leer donde sea
El derecho de no leer un libro.
El derecho de saltar las páginas.
El derecho de no terminar un libro.
El derecho de releer.
El derecho de leer lo que sea.
El derecho al Bovaryismo (enfermedad textual transmisible).
El derecho de leer donde sea.
El derecho de buscar libros, abrirlos en donde sea y leer un pedazo.
El derecho de leer en voz alta.
El derecho de callarse.
Sumo a la lista los elaborados por mis amigas:
-Ana Santcovsky, licenciada en Trabajo social y magister en Políticas públicas: "Me gusta leer dos libros al mismo tiempo y, también si lo necesito mucho, veo las páginas del final".
-Valeria Vizzón, técnica en edición de libros y periodista: "Doblo la página para señalar por dónde voy, subrayo mucho y hago anotaciones en los márgenes".
-Carola Rizzo, licenciada en Comunicación y propietaria del restaurante El Cuchitril (http://www.elcuchitrilrestobar.com/): "Yo me tomo la libertad de volver a empezar el libro si interrumpí la lectura por cierto tiempo; cuando pasó un mes ya siento q olvidé la historia, entonces lo empiezo de nuevo".
-Julia Navarro, trabaja en la Secretaría de Prensa y promoción de Malargüe: "Los lectores tenemos derecho a poner los pies en la silla más cercana para leer más cómodos".
-Bárbara Irisarri, actriz, actualmente presenta la obra teatral Moon and Tiger: "Lo único que pido es poder concentrarme en mi libro; yo leo en casi cualquier lado mientras no me exijan participar de una conversación".
-Victoria Béguet Day, periodista y traductora: "Hay unos pocos libros que jamás presto (los cuentos de Cheever, libros de arte, obras de teatro que después son imposibles de conseguir) y es bastante incómodo explicar eso a otro sin ofender. Abandonar un libro que a uno no le gustó, en un espacio público por ejemplo, sobre todo si se trata de algún autor respetado. Es casi sacrílego. Me pasó hace poco con un libro de Marguerite Duras. Produce culpa hacerlo, hay una especie de mandato de conservar hasta los libros que no nos gustaron si se trata de tal o cual autor".
Opinamos de Hemingway
Hoy teníamos planeado conversar sobre tres cuentos de Ernest Hemingway y si bien ya hubo algunos análisis en el último post, les propongo retomarlos. Eran: Un canario como regalo,Colinas como elefantes blancos y El fin de algo.
Próxima cita: jueves 18 de diciembre
Como surgió entre los comentarios (millones de disculpas: no ubico quién fue y eso que escrolié un montón de veces para arriba y para abajo en el post anterior), vamos a leer el famoso cuento de Guy de Maupassant, Bola de Sebo (es larguito así que los que quieran hacer los deberes toménse su tiempo).
¿Fueron a la noche de los libros? La lluvia me acobardó.
Como siempre espero sus comentarios y propuestas y abrazos.
En esta nota:
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