
Esmeralda Mitre: "el amor es una gracia inevitable"
Con 33 años, esta actriz se siente más fuerte y construye su vida a conciencia de la mano de su marido, con quien asegura que arman un buen equipo.
22 de febrero de 2016 • 00:02


Vestido (Cher, $1200) - Créditos: Gisela Filc
Después de terminar el rodaje de Hija única, del director Santiago Palavecino, la encontramos descansada en su casa de La Barra, Uruguay, donde comparte sus vacaciones con algunos amigos, entre ellos, Mike Amigorena, que se pasea en zunga mientras charlamos con ella. En este oasis personal, lejos de la movida de este pueblo balneario, hablamos con Esmeralda Mitre sobre su amor "inevitable" con el ministro de Cultura porteño Darío Lopérfido, quien le lleva 15 años; cómo planea su carrera actoral para llegar a destino; su búsqueda para diferenciarse del linaje familiar y el desafío de ir más allá de las críticas. Ya pasó más de una década de varios hitos teatrales, y ahora cranea un próximo año en el que se va a instalar en Madrid por algunos meses para hacer la obra Numancia, de Miguel de Cervantes, congruente con su misión de ser una actriz de raza.
Estás desensillando de un año fuerte, ¿cómo fue para vos esta transición de acompañarlo a Darío en su carrera política?
Sí, fue un año fuerte, lindo. Con Darío somos muy compañeros, fuimos creciendo juntos; nos ayudamos mucho mutuamente. Somos un equipo en lo laboral y en lo personal.
¿En qué sentís que se complementan?
Creo que somos una pareja hacedora, compañera y leal. Estamos en el mismo mundo, pero yo quizás estoy más vinculada con los artistas, directores y actores, un espacio más creativo, ideador, y él está más desde afuera, como productor y gestor.
Entonces, vos sos la que sueña y él quien lo concreta...
Exacto, Además, nos cuidamos las espaldas; por ejemplo, a veces estoy por torcer mi camino laboral y él me dice: "Bueno yo creo que no tenés que hacer eso porque venís haciendo este camino tan bien, de repente pisás mal, no hace falta que tuerzas el camino". Todo el tiempo nos estamos equilibrando.
Es interesante que uses esa imagen de "cuidar las espaldas", como si hubiera una amenaza, ¿no?
Bueno, siempre hay algo de eso, una pisa mal o puede equivocarse, la vida siempre te da retos. Me parece que la vida se trata de elecciones, entonces, cuando le cuidás la espalda al otro, en realidad es un acto de amor, de cuidado. También somos una pareja muy independiente, no hay celos para nada, aunque al principio yo era megacelosa.
¿Cómo trabajaron los celos?
Desde el principio él me dio mucha seguridad, aunque yo cada vez era más celosa, pero de cosas que no existían, del pasado, celos heredados…
¿De patrones viejos que no eran parte de esta relación?
Eran patrones heredados, de donde una se ha criado; mi madre era celosa y mi abuela también. Pero un día él me puso un límite muy fuerte: "Yo no puedo vivir así, la vida es mucho más simple", entonces descubrí que la gente se junta para pasarla bien o para construir, de eso se trata una relación. Creo mucho en que la elección de estar con otro es algo completamente efímero, que se puede ir aunque lo tengas muy agarrado o no, que la manera más leal de estar en pareja es tenerlo libre porque entonces siempre vas a ganar la pulseada. Si se va, siempre va a volver porque el amor es algo que está o no está.
Tiene que ver con la libertad.
Sí, creo que el amor es una gracia inevitable. Y también es una desgracia, en el sentido de que no te podés ir de ahí aunque quieras. Si fuera por mí, me hubiera separado un montón de veces, al principio por miedo o por lo que fuera, quería terminar con esa relación. Entonces, tenés que lidiar con esa relación y decís: "Me voy a quedar ahí el resto de mi vida", es muy fuerte.

Gafas (Vulk Ginger, $1900), cárdigan (Paula Cahen D´Anvers, $2300), traje de baño (Caro Cuore) - Créditos: Gisela Filc
Te ancla el amor.
Te ancla el amor y es muy difícil llevarlo adelante. Yo estoy muy orgullosa de mi pareja, de la unión que construimos. Creo en el secreto de la mujer. Tu pareja no tiene que saber todo lo que hacés o no hacés, es un derecho y una obligación para con el otro, que genera libertad, misterio.
La palabra "secreto" viene de "sagrado".
Así es, mi vocación fue algo sagrado para mí, sentía que si yo lo contaba, no se iba a dar.
Mientras crecías, ¿no te animabas a decir que querías ser actriz?
No, me lo decía a mí misma, lo tenía clarísimo, pero sabía que si lo decía, por ahí fallaba.
O que ibas a tener demasiados frentes abiertos.
Claro, y que quizá gente en mi familia tuviera miedo. Y como era algo tan sagrado, no quería tener más miedos que los míos, con mis miedos ya bastaba. A los 17 años empecé a estudiar con Luis Agustoni y en el segundo año me di cuenta de que quería ser actriz, que me salía bien y que eso era lo mío. En cuarto año, también empecé a estudiar Letras, creía que eso me iba a dar un bagaje intelectual y también me iba a estabilizar emocionalmente. La profesión es muy ambigua, muy vertiginosa, entonces la carrera a mí me daba estabilidad.
¿Te recibiste de Letras?
Me quedan cuatro materias. Al final, ya empecé a trabajar tanto que la estaba haciendo mal, entonces dije: "Bueno, cuando tenga un rato la termino".
Venís de una familia de linaje en la comunicación, ¿sentías el mandato de la familia?
No tuve para nada un mandato con eso. Mi familia es muy libre de pensamiento, muy culta, mi madre es filósofa, fue modelo de Pierre Cardin en Francia, estaba casada con Nicolás García Uriburu, que es uno de los artistas plásticos más importantes, vivieron en Francia, sus amigos eran Dalí, Warhol, muy moderna, mi madre. Mi padre se crió en un diario, La Nación, yo nací en un diario, caminaba por los pasillos, veía gente escribiendo todo el tiempo. Estaba en mí, en mi sangre, y me sigue fascinando, creo que las redacciones son mundos muy apasionados, muy vertiginosos también. Pero siempre supe que mi camino sería por el arte. Mi familia sí se preguntaba: "¿Por que salió actriz?", ellos no tenían nada que ofrecerme, porque si yo hubiese sido periodista, me hubiesen podido dar un lugar o abrirme puertas. Entonces, yo me fui buscando.
¿Cuándo se te fue el miedo y dijiste: "Sí, es lo mío"?
Cuando arranqué, uno de mis directores favoritos era Miguel Guerberof y, como yo escribía sobre arte y cultura en la revista Cuisine et Vins, me dije que mi manera de llegar a él era hacerle una entrevista. Así fue que lo conocí y empecé a estudiar con él. A la segunda clase, me preguntó: "¿Querés hacer una obra de Beckett conmigo?". Yo tenía 23 años, era mi primera obra, le dije: "¿Estás seguro, Miguel?, ¡¿cómo me vas a ofrecer una obra de Beckett?!, no sé si me voy a acordar la letra, ¿es mucho texto?". "Sí, es mucho texto, pero perdé el miedo, si no te sale, cambiamos de actriz". Era muy inteligente. La hicimos con Carla Peterson y con esa obra fui nominada a Mejor Actriz, nos fuimos de gira por Europa, y ahí sentí que realmente pertenecía al mundo del teatro, porque yo quería ser actriz de raza.
¿Le escapás un poco a la tele o es algo que no te termina de suceder?
En realidad, me gustan mucho más el cine y el teatro, y creo que cuando sos actriz, tenés una edad para ciertos papeles, por ejemplo, podés ser Ofelia de los veinte a los treinta y pico; después de los cuarenta, si te distraés, sos la reina. Este es mi momento para ciertos personajes. De hecho, empecé trabajando en televisión, pero cuando me ofrecen algo en televisión siempre termino eligiendo los retos para mí más complejos.
A veces más simple no estaría mal, ¿no?
Es cierto. Me encantaría, pero no me sale, está como adentro de mí. Igual, he aprendido con los años a llevarlo lo mejor posible, a sufrir cada vez menos. En la actuación, trabajo con una técnica que se llama "el como si", que estudié en Estados Unidos y consiste en buscar en cada escena cómo sería si te pasara a vos eso que le pasa al personaje, tiene que ser algo que realmente pudieras sentir. Cuando empecé a ensayar Incendios, me dije: "Yo no tengo nada que ver con el personaje", ella era una matemática dura y yo soy una pasional. Pero me di cuenta de que, en el fondo, ella era tan pasional que buscaba la verdad igual que yo, diferentes apariencias, pero éramos lo mismo. Observás cómo a veces una juzga al otro cuando es completamente parecido.
¿Cómo canalizás el drama?, ¿lo desactivás en algún momento?
En realidad, no podés desactivarlo, cuando te toca, te toca, excepto que hagas un personaje más tranquilo, o hagas comedia o tele, donde no entrás con tu alma, tu cuerpo y tu ser. El arte siempre es así, no zafás de eso. Yo creo que es como hacen las brujas que dicen: "Yo quiero que venga esto, que venga", y lo atraés. Si perdés el foco y te fuiste a jugar al ajedrez, no viene.

Derecha: traje de baño (Cacharel, $1900), poncho (Lacoste edición limitada) - Créditos: Gisela Filc
¿Se siente la diferencia de edad con tu marido?
No hay tanta, son 15 años. Ahora se siente un poco más, porque tengo 33 y él, 48, más por la energía, te diría. Hay una diferencia, por supuesto, de vida, del ser, de saber, él tiene muchas más subidas y bajadas, éxitos y fracasos, vivencias que me nutrieron mucho.
¿Nunca lo ubicaste en un lugar de idolatría o de maestro?
Somos muy pares, porque yo tengo cosas que él no tiene. Soy mucho más guerrera que él, más peleadora en el buen sentido. Por ejemplo, si veo que alguien le va a hacer algún daño o lo quiere utilizar, soy mucho más astuta, más rápida, me doy cuenta en un minuto. Y él me dice: "Pará, pará, no es necesario pelear así, o no es necesario que te enfrentes así".
¿Creés que es necesario poner límites?
Creo mucho en poner límites. Si no, te pasan por encima. En el mundo, en la vida, la gente tiene muchas pretensiones y a veces cree que es mucho más de lo que es, por sus inseguridades, y creo que la clave es la humildad, la bondad y ser fuerte, pero con los valores verdaderos de la fortaleza, no con la pedantería.
Nuestra psicóloga de OHLALÁ!, Inés Dates, dice que "hay que ser buena y fuerte", las dos cosas.
Buena y fuerte, exactamente, es la clave. No podés ser buena siendo muy débil, porque la debilidad te puede llenar de rencor.
Y te llenás de facturas.
Exacto. En cambio, cuando sos fuerte, las facturas las vas eliminando.
¿Estás pensando en la maternidad?
No ya, porque estoy con mucho trabajo y Darío también está en un momento de mucha revolución. Creo que está bueno tener hijos de muy chica o de más grande. Incluso cuando se tiene la posibilidad de hacerlo, una puede congelar óvulos, idealmente antes de los 35 años. Me parece que hay que preverlo y tener esos óvulos jóvenes. Sí, quiero ser madre. Quiero tener un hijo o una hija.
¿Uno solo? ¿No te dan ganas de un familión, ya que venís de una familia grande?
Quizá por eso. Pero fui muy feliz igual, quiero tener uno porque amo mi vida. Estoy contenta con mi marido, con mi vocación, con lo que hago, creo que tenés una cosa o tenés la otra, no se puede tener todo. Además, creo que Darío va a ser muy buen padre, le va a leer mucho, va a tener mucha paz. Vamos a estar con los roles invertidos, yo poniendo límites y él siendo el bueno.
¿Y cómo te llevás con las críticas?, ¿te duelen, sentís a veces que tenés que demostrar algo que ya sos, pero tenés que dar explicaciones?
Antes las sufría un poco más, pero creo que peleé muy bien ese reto. Ya no me importa absolutamente nada. Pero durante mucho tiempo sí me dolió la gente envidiosa, la que cerraba las puertas, que quizá piensa que lo tenés todo y dice: "Como ya lo tenés todo, no te vamos a dar encima esto". Pero quizá lo que una necesita es lo de una, su verdadero camino. Y muchas veces, como vos tuviste la fuerza de ser vos misma, no te la perdonan. Pero ya no me interesa nadie a quien yo no le guste, porque entonces no hay un vínculo, no hay una comunión. Hoy no tengo ganas de estar en lugares a los que no pertenezco. Siento que, en vez de necesitar agradar, a mí me tienen que gustar ellos. Es al revés la cosa ahora.
Producción de Ferni Moreno.
Maquilló Luli de la Vega para De La Vega Estudio. Peinó Carolina para Gino Lozano. Agradecemos al Hotel Conrad Punta del Este, Geo Bogunovich, Mishka, Allô Martinez y Lilian Demarchi, de Concepto estético, por su colaboración en esta nota.
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