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Estuve tres meses sin poder caminar

¿Qué pasa cuando el cuerpo está inmovilizado pero la mente no puede parar? Esa pregunta se hizo Laura Sandoval al sufrir una caída que le trajo –además de dolores físicos– una profunda revolución interna.




Créditos: Mariana Roveda

Estaba viviendo un momento laboral muy álgido pero muy bueno: mi consultora de prensa, que pude abrir en forma independiente, funcionaba muy bien. Tenía once clientes, viajaba, iba a eventos, me divertía y, lo más importante, sentía que, a nivel profesional, estaba completa. Por otro lado, la relación con mi familia no era buena y mi parte afectiva estaba oculta por el tsunami laboral, pero no me importaba. Hasta que un día, trabajando, sufrí una caída que me fracturó el sacro y la pelvis. Esas lesiones solo se recuperan con reposo y rehabilitación, pero no cualquier reposo, sino que hay que permanecer acostada y evitar sentarse, porque si lo hacés, ejercés presión sobre la zona. Los médicos me indicaron tres meses en cama. Recién al mes iba a poder pararme para ir a rehabilitación dos veces por semana; esas iban a ser las únicas salidas permitidas. Al principio, traté de no bajonearme, le puse mucha onda, pero con el paso de los días fui cambiando de actitud. Estaba muy dolorida, sin poder salir de la cama, y me entristecí mucho, pensaba en todo lo que había perdido y no lo podía creer.

"No podía aferrarme al ‘puedo todo sola’"

Siempre fui de las que no piden ayuda, pero esta vez no podía aferrarme al "puedo todo sola"; necesitaba que alguien me ayudara, porque –literalmente– era incapaz de valerme por mí misma. No se trataba de elegir, era la única opción que tenía, así que cuatro amigos se ofrecieron para atenderme. Cada uno venía tres veces por semana y la señora que limpiaba en casa sumó nuevas tareas que yo nunca había tenido necesidad de delegarle, como hacer los mandados, regar las plantas... Vivía una contradicción constante: por un lado, quería que me vinieran a visitar porque estaba sola y aburrida, pero, a la vez, no me gustaba que me vieran en ese estado. Lo mismo me pasaba a escala virtual: entraba a mis perfiles en las redes sociales para entretenerme, pero después terminaba re mal; en las fotos veía que la gente salía, estaba en la calle, seguía con su vida, mientras que yo estaba en cama. Eso me tiraba muy abajo, así que para preservarme me borré de las redes.
“Fue una caída que movió algo más que mis huesos”

“Fue una caída que movió algo más que mis huesos” - Créditos: Mariana Roveda

"Las cosas que das por sentado ya tuvieron otro sentido"

Una ducha, poder caminar por la calle, sentir el sol en la cara, son todas cosas que una da por sentado, ya tuvieron otro sentido. Para bañarme, podía pararme con muletas, pero me lograrlo me parecía una hazaña. Algo tan simple como la altura de la bañadera se convirtió en un pequeño obstáculo. Hasta ese entonces, ni había prestado atención a ese detalle. Lo mismo me pasó con la calle: el primer día que me subí a un taxi para ir a rehabilitación estaba fascinada con volver a sentir el aire puro. Ahora, creo que puedo entender un poco mejor a las personas que están postradas de por vida. Me rehabilité en ALPI y el doctor Jorge Giana –director de la institución– estuvo a cargo de coordinar el proceso. Fue una suerte haberme atendido ahí porque la clave de la buena recuperación tiene que ver con la rehabilitación.

"Perdí casi todo"

Antes de la caída, mi porfolio de clientes era importante, no solo en número, sino que también eran empresas prestigiosas. Pero mientras estuve en reposo, pasé de tener once cuentas a tres. Le había dedicado toda mi vida al trabajo y, de un momento a otro, perdí casi todo. Fue durísimo ver cómo se podía acabar tan rápido algo en lo que había invertido tanto esfuerzo y dedicación, y cómo todo eso que yo creía tan sólido desaparecía como por arte de magia. También me preocupaba mucho el tema económico; al vivir sola, yo era el único sostén de mi hogar y los ingresos se redujeron en forma drástica.

"Los pensamientos viajaban a mil por hora"

Si bien la primera etapa fue muy dura, después empecé a mirar la mitad del vaso llena. Tomé conciencia de que podría haberme desnucado o haber sufrido algo mucho peor. Además, tener idea de lo que se siente al no poder caminar me cambió la cabeza completamente. Lo que me pasaba era terrible, sí, pero también temporal. Y elegí focalizarme en eso. Pero con mi cuerpo inmóvil, la mente empezó a viajar, a meterse en lugares en donde nunca antes había estado: ¿por qué estaba distanciada de mi familia?, ¿por qué, con 38 años, no había considerado tener una pareja?, ¿qué me pasaba a nivel afectivo? El cuerpo estaba quieto, pero los pensamientos viajaban a mil por hora.

"Me hubiera encantado que una pareja me cuidara"

No tenía casi relación con mi familia pero nunca me había importado, era así y punto. No me quemaba la cabeza pensando en eso ni tampoco me entristecía. Mi mamá era bipolar; mi papá, violento; de chica, aprendí a vivir en mi propio mundo, me la pasaba leyendo, era mi manera de decirles: "Estoy haciendo algo, no me molesten, no puedo relacionarme", así que me acostumbré a ser demasiado independiente. Pero toda esa situación familiar que nunca me había hecho ruido, en esos tres meses que estuve inmóvil, empezó a cobrar otro peso, yo le empecé a dar importancia. También me di cuenta de que no había querido tener novio; en ese momento, me hubiera encantado que una pareja me cuidara y tomé conciencia de que eso nunca iba a pasar si no cambiaba mi actitud. Por ejemplo, durante más de un año no le había dado bola a nadie..., ¡así era imposible que un hombre viniera a hacerme compañía! Unos días antes de levantarme de la cama y poner fin a los tres meses de reposo, hablé de todos estos temas con un amigo y fue él quien me recomendó tomar un curso de coaching. Esa fue la puerta del cambio. El coaching me ayudó a delinear todo lo que ya había reflexionado durante esos tres meses: estaba decepcionada con lo que supuestamente me tendrían que haber dado y no me dieron. Y así abrí las puertas a la reconstrucción de los lazos afectivos.

"Casi tuve que aprender a caminar otra vez"

Los meses en cama me sirvieron para darle un giro a mi futuro laboral y doméstico: no solo seguí trabajando con los tres clientes que me quedaban, sino que además aproveché para hacer cursos de e-learning, redecoré mi casa comprando todos los productos por Internet y hasta me formalicé más a nivel profesional, contratando una agencia de branding que rediseñó la imagen, la web y las redes sociales de mi consultora. El 7 de octubre salí de la cama por primera vez y empecé a caminar con pasitos muy cortos, casi tuve que aprender otra vez, muy de a poco. La primera salida fue al bar de la esquina de mi casa y todavía recuerdo la libertad que sentí ese día. El reposo estricto había terminado, pero todavía seguía yendo a rehabilitación, porque después de tantos meses en la cama terminé consumida, adelgacé bastante y había perdido toda la tonicidad de los músculos.

"Me gusta más cómo soy después del accidente"

El accidente fue perjudicial porque durante esos tres meses me aburrí muchísimo, fue doloroso a nivel físico y viví con mucha incertidumbre mi situación laboral, pero también me ayudó a cambiar un montón de cosas. Yo creía que estaba bárbara y me di cuenta de que no era tan así, que mi situación afectiva no estaba buena, que mi trabajo estaba tapando cosas, ocupando lugares vacíos, y estoy segura de que de no haber sido por el accidente no me hubiera acercado a mi familia. También cambió la relación con mis amigos, los empecé a valorar desde otro lugar. Siempre había sido súper amiguera, pero no compartía mucho tiempo con ellos justamente por estar a full con el trabajo. Hoy, estoy más pendiente de ellos y además me puedo mostrar vulnerable; yo era la típica que se cree que la tiene re clara, que siempre está bien, que nada la perturba, y pude cambiar, eso me permitió acercarme a ellos de otra forma. En ese sentido, también borré algunas amistades de la lista. Me acuerdo de una "amiga" que vino a visitarme, se había peleado con el novio y en cuanto le pregunté cómo estaba, lo primero que me dijo fue: "Mejor que vos seguro"; gente así no me hacía bien y preferí alejarme. Dejé de vivir sola, porque adopté un gatito. El tema de la pareja sigue pendiente, pero con buenas perspectivas. Después del accidente, salí con algunos hombres y no funcionó; igual, para mí fue un avance porque es la prueba de que al menos abrí un poco la mente y les di espacio a otras cosas de mi vida. Hoy, puedo decir que me gusta mucho más cómo soy después del accidente que antes, soy una versión mucho mejor de mí misma.

"El trabajo comunitario me salvó"

Laura no podía viajar por trabajo porque no estaba totalmente recuperada y su panorama financiero todavía era incierto. Pero aún así , tenía ganas de hacer algo. Así que decidió volcarse al trabajo comunitario y con unos amigos formaron un grupo, "Creando Unidos", a través del cual hicieron una campaña para apadrinar a cinco mil niños de la Fundación Conin y armarles un kit escolar para el inicio de las clases: "Este proyecto fue clave para mantenerme activa y salir de la depresión."
¿Que te conmovió de esta historia de vida? ¿Tuviste alguna experiencia que te llevó a mirar más a tu alrededor? Conocé también a La hermana Mónica

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