
Federico Amador: "soy muy de los pequeños gestos del día a día"
Aventurero, romántico y ecologista: el actor de 41 años puede cocinarte o pasear con vos entre los cien árboles que plantó. ¿Ya te enamoraste? Nosotras sí.
19 de febrero de 2017 • 00:50

Créditos: Hernán Corera. Producción de María Salinas
Estás protagonizando la ficción Amar después de amar. En la vida real, ¿cómo fue, justamente, el amor después del amor?
La vida y uno van cambiando, y el amor también; incluso dentro de una misma relación. Un vínculo que empieza de una manera termina siendo diferente, se convierte en otra historia. No hay que angustiarse por lo que va pasando.
Te tatuaste una alianza con Florencia (Bertotti) y una leyenda que dice: “El amor después del amor, va a ser entre nosotros dos”.
Sí. Hay gente que se casa con papeles, por iglesia, en una playa. Es como un sellito que uno le pone, algo más bien romántico.
Tardaste en arrancar tu carrera porque no te copa la exposición. ¿Cómo la llevás hoy?
No es la parte que más me gusta. Pero ahora estoy en paz. Entiendo que es parte del laburo, como un médico que tiene que hacer guardia toda la noche aunque no sea lo que más disfrute.
De hecho, en tu Instagram tenés fotos con tus hijos, con Florencia. ¡Relax total!
Es que pensé: “¿Por qué esconder a mi familia?”. Es algo que no tiene sentido. El que ves en Instagram soy yo. Mi vida son mis hijos, mis amigos, mi trabajo. No me gusta la idea de estar ocultándome porque te volvés un tipo tenso. Tampoco hay algún peligro. No soy paranoico.
Grandolini es tu apellido real, pero lo cambiaste por Amador, un seudónimo que usaba tu bisabuelo, ¿por qué?
Cuando me contaron la historia de mi bisabuelo, me fascinó. Él era poeta y firmaba como Félix Amador. “Félix” porque era feliz y “Amador” porque amaba la vida.
Cuando te separaste, ¿te pesó la cuestión de “la familia unida”, con relación a tus hijos (Vito, 10 años, y Ciro, 7)?
Sí, lógico. No por lo cultural, sino quizá por pensar que ellos no iban a vivir lo que yo viví. Eso no significa que fuera peor, hasta puede ser mejor. A mis hijos los llamo a la mañana, al mediodía y a la noche. Cuando estoy con ellos, el teléfono se archiva. Todos los fines de semana voy a buscarlos a Rosario (donde viven con su mamá), los llevo a rugby, los miro en el partido y después nos vamos a un campito que tengo. La separación no significó lo que dice la palabra.
Te encantan la naturaleza y los deportes extremos y Flor se prende en muchas de tus aventuras. Vos, ¿en qué le hacés la segunda?
En Costa Rica nos fuimos unos días a la selva y a los volcanes, hicimos senderismo, subimos unos cerros y vimos unos paisajes muy lindos. También nos fuimos unos días a la playa... ¡y yo me mato en la playa! No sé qué hacer. Me tomaba unos mates, leía y, al rato: “Y... ¿qué hacemos?”.
Vas de la adrenalina del deporte a la tranquilidad del campo.
Ahí sí dejo de moverme. Con Flor nos vamos un fin de semana solos y nos quedamos sin buscar ningún estímulo externo. En el campo me pongo con un libro todo el día o me quedo mirando un largo rato un pájaro o las plantas.
¿Plantas? ¿Sos el que va con las semillas, mete las manos en la tierra...?
Planté más de cien árboles. Soy medio enfermito con el tema. Tenía plantas más bien silvestres y el año pasado planté rosas. Son muy cliché, pero cuando florecieron, me encantaron.
¿Por qué creaste la fundación Animales Argentinos?
Siempre me interesó la ecología. A los 15 años, era socio de Greenpeace y repartía folletos, juntaba firmas. Animales Argentinos es un proyecto que armamos con dos primas para dar a conocer la fauna argentina y así poder cuidarla.
Después de juntar firmas para Greenpeace y antes de la tele, el cine y el teatro, fuiste muy buen vendedor, ¿no?
¡Me encanta la venta! Hay una conexión con el que tenés enfrente. En una época, vendía calzado, iba por las zapaterías. Escuchaba al otro para ver por qué lado le podía entrar. Después quedaba una relación y cuando volvía al negocio, tomaba unos mates, me quedaba charlando.
Nombraste más de una vez el mate y se comenta que sos fan. ¿Es verdad que tenés una pava eléctrica en la habitación?
Sí, es un vicio. Tomo como tres litros, todos los días. Y antes de salir de la cama, le cebo unos mates a Flor; si no, no empezó el día.
¡Hasta desayuno en la cama! Queda clarísimo que sos un romántico.
Siempre. Me gusta hacer sentir bien al otro. Si te gusta tal plato, te lo cocino. Si sé que te gusta esta parte de la tarta porque está más quemadita, te la dejo a vos. Te regalo alguna flor. Soy muy de los pequeños gestos del día a día.
Agradecemos a Grimoldi, Garçon García, Bolivia y Belosophy su colaboración en esta nota.
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