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Elegida dos veces como la mejor sommelier de Argentina, Agustina de Alba fundó su emprendimiento, Hola Vino: “Mi sueño siempre fue hablar de vinos para la gente que toma vino en su casa”

Con Hola, Vino, Agustina de Alba transformó toda su experiencia en un emprendimiento con múltiples aristas


Agustina de Alba. Foto: Jade Sívori

Agustina de Alba. Foto: Jade Sívori - Créditos: Jade Sivori



Determinación y azar, o mucho propósito y algo de casualidad: ese combo de fuerzas es el secreto del éxito en la vida emprendedora de Agustina de Alba, sommelier y creadora de Hola, Vino. Se acercó al vino a los 15 años, cuando para la mayoría el alcohol tiene el encanto de lo prohibido. “Había ido con mi papá a Mendoza y se canceló una excursión; para compensar, nos ofrecieron ir a una bodega, él no quería, así que entré sola... Me largué a llorar: sentí que mi felicidad estaba ahí”, cuenta.

La “chiquita sin olfato”

Agus entró al mundo del vino sintiendo que era “sapo de otro pozo”. Sus compañeros eran mucho más grandes, la mayoría hombres, y ya tenían conocimientos sobre el tema. En la primera clase, una profesora les propuso acercar una copa de vino a la nariz y nombrar un descriptor aromático. “Yo escuchaba que decían cosas alucinantes, tipo ‘me recuerda a la mermelada de ciruelas que hacía mi abuela’... Y yo lo único que sentía era olor a alcohol. Dije eso y me apodaron ‘la chiquita sin olfato’. Viví alto bullying toda la carrera”. Dos años después, “la chiquita” se graduó con medalla de honor y en dos ocasiones fue elegida mejor sommelier de la Argentina: a sus 20 años, en 2008, y en 2012. Entre un concurso y otro, trabajó en distintos países, ya que necesitaba probar vinos de todo el mundo para perfeccionarse.
Vivía entre trabajos en lugares top y concursos, pero en un momento se dio cuenta de que se había alejado de su propósito, no estaba haciendo eso que había soñado cuando se enamoró del vino.
Agustina de Alba. Foto: Jade Sívori

Agustina de Alba. Foto: Jade Sívori

El gran salto

Mi sueño siempre fue hablar de vinos para la gente que toma vino en su casa. Pero en los concursos o en esos restaurantes de precios inaccesibles, en realidad le estaba hablando a una elite”. De esa incomodidad nació la pregunta: qué hacer y cómo. Para llevar el vino a todos lados, el lugar indicado era la radio, así que fue por ello. Todos los viernes iba hasta la radio Metro y le dejaba a Andy Kusnetzoff una botella con una carta y un sumario de ideas. La estrategia fracasó. Un día, en un viaje, conoció al mejor amigo del director artístico de la radio y logró establecer contacto para que le tomaran una prueba. Llegó la fecha y amaneció muda, no se pudo presentar y tuvo que esperar un año para que le dieran otra chance. Al final lo logró, comenzó con un micro en FM Blue y luego pasó a tener una columna en el programa de Migue Granados.
Recibía tantas preguntas en ese espacio que, sin proponérselo, juntó material suficiente para hacer un libro que respondía las dudas de los consumidores, algo inédito porque, hasta ese momento, solo había guías con reseñas. Lo tituló Hola, vino. Con todo ese material, empezó a dar charlas mensuales en el bar Festival y los encuentros fueron tan exitosos que pasaron al teatro Picadero. Así fue que, en 2021, la invitaron a llevar el espectáculo al Konex.
¿Cómo la encuentra 2022? A pura garra emprendedora: Hola, Vino sigue creciendo, en breve tendrá su primera feria –convertirán en peatonal una calle de Palermo– y seguirá con una “unidad de negocios” que recién arranca: Hola, Cata, catas con vinos súper exclusivos. “Mi comunidad crece conmigo y quiero poder hablar con todos, el que recién empieza, el que sabe más, ¡con todos!”.
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    ¿Cómo lo hizo? Identificó una necesidad: “Me di cuenta de que en el mundo del vino se daba todo por sentado. Mi mayor logro fue entender qué era lo que la gente quería saber”. Invirtió en ella: “Para llegar hasta acá, invertí mucho dinero en sesiones de coach y en armar un buen equipo”. Salió de la caja: “En la carrera te enseñan que los sommeliers trabajan en vinotecas, en restaurantes o en bodegas y yo no quería nada de eso. Tuve que pensar cómo vivir de lo que quería hacer”.
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    El lado B. Agus cuenta que lo que más le cuesta son los números: “Lo creativo me sale fácil, pero a veces tengo ideas que no son rentables. Entonces hay gente en mi equipo que me ayuda con la parte estratégica, porque, para que un proyecto sea exitoso, tenés que poder vivir de eso”. Además, al principio encontró difícil algo que parece simple: cobrar. “Tuve que trabajar con mi coach que el dinero está vinculado con el valor”.

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