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La vida perfecta

El editorial de mayo de la directora de OHLALÁ!, Teresa Elizalde




Siempre que paseo por Instagram, me da la sensación de que la vida ahí es mejor. Más feliz. Más alegre. Más moderna y más tranquila. Sobra el tiempo para los amigos. El trabajo no existe y lo poco que se ve parece un juego. Las mudanzas son ordenadas. En Instagram se recicla, se reduce y reutiliza. Los hermanos sonríen y no se pelean. Sobra el tiempo para preparar platos sanos en cinco minutos. Los vuelos en avión son tranquilos y el cielo siempre está despejado. La gente corre y hace mucho ejercicio. En Instagram todo tiene otro color. Los filtros hacen que la vida se vea más linda, más suave. La ropa combina y de manera original. Las familias están en armonía y son numerosas. Los amigos vienen de visita. Los casamientos son siempre a las seis de la tarde y con el clima perfecto, en días en que no hace ni calor ni frío y con un atardecer rosado de fondo.
Pasar mucho tiempo ahí nos puede inspirar o frustrar en dosis iguales. Porque todo pareciera suceder en un mundo perfecto y equilibrado. En su punto justo. Muy alejado de la realidad, o al menos de mi realidad.
Les confieso que después de mirar muchas fotos, siento que mi vida, o la imagen que tengo de ella, necesita un lifting urgente. Si quiero poner la mesa para recibir amigos, no me sale como en esa foto divina que vi hace unos días. Entonces, la trato de copiar. Pero, una vez más, la distancia entre la imagen y la realidad es gigante. Si miro el jardín de mi casa, me pregunto por qué el Universo no me dotó con "mano verde", si me gustan las plantas, les dedico tiempo y tengo un pequeño espacio para que crezcan.
Entonces, para no frustrarme, prefiero creer que todo ese mundo me inspira, me dispara ideas, me distrae, me divierte. Solo eso. No mucho más. E intento vivir mi vida. La vida que tengo. La que elegí. Porque no pasa nada si mis hijas no tienen el cuarto impecable de aquella foto ni comen la comida más sana y equilibrada de todas. O incluso si se me quema. O si no llego a las mejores playas ni al mejor programa con amigos. Porque esta es mi vida. Imperfecta. Imprecisa. Con sus mil contradicciones. Con aquello que amo y lo que me gustaría modificar. Con sus risas y sus llantos. Con todo lo malo y lo bueno que tengo. Y siempre con la sensación de poco tiempo, incluso para sacar fotos de aquellos momentos increíbles que, solamente, decido disfrutar.

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