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Derechos humanos: por qué es clave que todos acordemos en defenderlos

En un contexto electoral, Georgina Sticco reflexiona: "Hoy, a ningún derecho humano lo viven todas las personas por igual, ninguno es Universal". ¿Cómo avanzar a una sociedad más inclusiva?


Derechos Humanos: ¿universales?

Derechos Humanos: ¿universales? - Créditos: Getty



Les invito a que me acompañen en este recorrido: respiren profundo y traten de recordar un día soleado. Salen a caminar por la calle de sus barrios, sin destino fijo, solo para descansar un poco de las tareas cotidianas. ¿Cómo se sienten? ¿Están sonriendo? Ahora, ¿qué pasa si el recorrido lo hacen de noche? ¿y ven un grupo de personas reunidas y tienen que pasar por el medio? ¿Y si son todos varones? ¿Se siguen sintiendo seguras/os? Es probable que al principio del recorrido te sientas bien, pero si sos mujer, puede ser que te sientas un poco insegura a la noche, y te cruces de vereda. Si sos gay o trans, es probable que tengas esa sensación todo el día, desde el principio.

Con este ejemplo tan simple podemos poner en evidencia que no todas las personas tenemos los mismos derechos. Mirá qué sencillo: caminar por la ciudad. Veamos otro ejemplo desde la salud: si soy una persona cis (es decir que me identifico con el género que me asignaron al nacer) es muy probable que pueda atenderme en cualquier centro de salud, ahora, si soy una persona trans, es más probable que los/as especialistas no sepan cómo tratarme. 

Y así pasa con cualquier derecho: la escuela, la familia, la salud, el trabajo, la vivienda. Lamentablemente la identidad de género, el nivel socioeconómico, tener una discapacidad, así como otras cuestiones, limitan muchas veces el acceso a los derechos. Hoy, a ningún derecho humano lo viven todas las personas por igual, ninguno es Universal.

Y sin embargo, nos encontramos una y otra vez con discursos que niegan estas diferencias. Argumentando que quien no llega es porque no se esfuerza. Pero en ningún momento quien lo dice se detuvo a pensar en todas las ventajas que tuvo frente a otras personas: algo tan sencillo como el apoyo familiar, los contactos, el nivel socioeconómico, la cercanía geográfica a espacios de estudio.

¿Qué pensaríamos si un día alguien se despierta y dice que las parejas heterosexuales ya no pueden casarse, que tienen prohibido adoptar, compartir la cobertura de salud o los bienes? ¿Qué tan lógico nos resulta? Si nos resulta ilógico, entonces, preguntémonos ¿cómo reaccionamos cuando alguien cuestiona la legitimidad de la ley de matrimonio igualitario? ¿Nos resulta igual de ilógico?

Y si, de repente, a alguien le parece que la historia contada por los hombres deja de ser relevante, y se la borra completamente. ¿Qué pensaríamos? ¿Qué sucedería si no se hace ninguna referencia a ellos, ni como escritores, ni como científicos, ni como políticos? Seguramente escucharemos a algunas personas diciendo: “pero, qué exageración, siempre yéndose al otro lado”.

Sin embargo, fue gracias a la ley de Educación Sexual Integral (ESI) que en los libros de textos se comenzaron a incluir a las mujeres que fueron protagonistas de nuestra historia. Y les invito a reflexionar, ¿esto no nos parecía ilógico? Seguramente no, porque crecimos pensando que ese orden masculino era lo que estaba bien, y desconocíamos todas las otras historias.

Estos derechos humanos, reconocidos como tales por organismos internacionales, son los que hoy están en peligro a través discursos y propuestas que les niegan su importancia y que ponen en riesgo su continuidad. Si pensamos en quiénes son las personas en mayor situación de vulnerabilidad, con mayores trabas para acceder a un trabajo o vivir una vida sin violencia, son las mujeres y las personas del colectivo LGBTIQ+.

No hay desarrollo posible si no incluimos a todas las personas, y para hacerlo hay que reconocer sus derechos. Según McKinsey, para aumentar el PBI de un país hay que incluir a las mujeres en el mercado laboral al mismo nivel que los varones. Si se borran los avances realizados hasta ahora, vamos a perder. 

Por eso, aunque una acción no nos afecte directamente, si vulnera los derechos de otras personas, perdemos todos como sociedad. 

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