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Sexo y pareja: "Le chequeé el celu"

Eras la reina de la privacidad hasta que caíste ante la tentación. Okey, puede pasar. Analizamos por qué y cuáles pueden ser las consecuencias.




Créditos: Latinstock

¿La razón que te llevó a hacerlo? No la tenés muy clara. Puede que se trate de inseguridades propias o de algo que él te dijo y te quedó picando. ¿El objetivo? Descubrir si te oculta algo o confirmar que entre ustedes no hay secretos. Lo único certero es que estás transgrediendo un acuerdo que tácitamente debías respetar.
Los disparadores para arrancar podrían ser: ¿creés que en realidad son inseguridades tuyas? ¿Necesitás constatar que tu novio no se manda ninguna para reafirmar tu autoestima? ¿Él tiene actitudes que te dan desconfianza? ¿Están perdiendo espacios de intimidad? Son las preguntas que su smartphone no puede responder.

Elige tu propia aventura

A: tenías razón
Cuando oliste a engaño, las respuestas no te alcanzaron y fuiste en busca de pruebas, tu olfato no falló. Sabés que escabullirte en esa marea de intercambios virtuales no fue la mejor decisión. Quizá te haya tentado el morbo de rastrear hasta el último detalle. El resultado: solo echaste más sal a tu herida y acrecentaste tu angustia. ¿Y ahora qué hacés? Cada una reacciona de diferente manera y como puede ante el descubrimiento de una mentira o infidelidad. No todas las parejas tienen los mismos acuerdos, pero esa instancia de descubrimiento te propone confrontarte con qué querés de ahora en más y abrir el diálogo para construir o no con el otro. Quizá convenga, en estos casos, pedir algún tipo de asistencia psicológica para que la observación de lo que pasó no se vuelva dañina.
B: no encontraste nada, te sentís culpable
Al no encontrar nada, entendés que, si hay una incomodidad, la búsqueda que tenés que hacer no está en su celular. Contárselo para lavar culpas te conduce a un lugar nocivo y funciona como un elemento distractor que te aleja del conflicto más profundo: ¿por qué te sentiste insegura? Si lo vas a plantear, que sea por el bienestar de los dos, porque necesitás que él te ayude a parar con un acto que se volvió compulsivo o porque encontraste algo que realmente te angustió y no te lo podés callar. Eso sí: tenés que estar preparada para su enojo y reproche. ¿Necesitás hacer catarsis? Mejor llamar a una amiga –esa que te confesó que revisaba el celular de un ex– y contarle con lujo de detalles tu hipótesis, tu pesquisa y el fin de tus días como espía de dispositivos móviles.

Renovar la confianza

Para bajar el nivel de obsesión, usá la palabra como antídoto. Contale a tu pareja que estás un poco perseguida con el tema, que te sentís insegura, a ver qué surge de la charla. Intercambiar lo que sienten ayuda a recuperar la intimidad, un espacio que puede devolverte la confianza.
Otra opción es preguntarte si la fantasía de un tercero no te sirve para ponerle un poco de picante a una relación que se volvió insípida. Muchas veces, una infidelidad –imaginaria o no– vuelve a encender la llama en una pareja. O puede que estés proyectando: la que tiene ganas de estar con otro sos vos, no él. O, ¿por qué no?, en un momento de estabilidad nuestro gen boicoteador amenaza la felicidad ya lograda. No importa cuál sea el motivo, siempre lo mejor es desactivar el impulso poniéndole palabras, dándole un lugar, así no pasa a mayores; pero si no, poder atenerte a las consecuencias. Perdonate, no siempre se puede ser políticamente correcta. Lo que sucedió ya sucedió, ahora aprovechá para ver qué aprender de eso.

Créditos: Julia Gutiérrez

La cabeza no te para

¿No encontraste nada o descubriste que él tuvo una aventura? Sea cual fuere la respuesta, los dos pueden decidir afrontar la cuestión. Una de las claves es aprovechar esta crisis para renovar la confianza mutua. De alguna manera, las reglas del juego deberían ser otras: tu relación ya no puede sostenerse sobre las mismas creencias. Algunos terapeutas hablan de “distintas parejas con la misma persona” por el cambio profundo que se genera en cada uno a lo largo de los años y que implica nuevos pactos. Entonces, es hora de bucear con conversaciones más profundas y honestas, de enfrentar el daño, la sospecha o la traición y de estar abierta al autodescubrimiento.
Desear o meter nuestras narices en lo prohibido está en nuestra naturaleza, por eso es una tarea diaria apostar por un vínculo más sano y sincero. Está bueno que ambos chequeen, en vez del celu, el vínculo y tomen las decisiones necesarias para sentirse cómodos y confiados nuevamente.

decodificar el mensaje

Cualquier emoji que consideres sospechoso –desde una bikini hasta un monito que se tapa la boca– es sinónimo de adulterio. Por chat no vemos los gestos, no escuchamos la voz, no conectamos miradas con nuestro interlocutor. Imaginate cuánto más sesgada puede ser tu interpretación cuando se trata de una conversación privada de tu pareja.
Pero si decidiste meter las narices ahí, estate advertida: te falta info para comprender lo que estás leyendo. Además, no peques de ingenua, cualquiera de los dos puede responder al mensaje de un ex, omitir que está actualmente en pareja y recibir los halagos con una lluvia de corazones sin que eso signifique una amenaza la relación. Claro que es mejor ni enterarte de estos posibles intercambios online.

¿A vos te pasó?

María Belén Iglesias, 33 años, relacionista pública: “Había chats eróticos con otra. A los dos años me separé porque no lo había perdonado realmente. Nunca más me meto en la privacidad del otro”.
María Muzio, 34 años, Lic. en Trabajo Social: “Encontré mensajes de una ex y me sentí para el culo. Hubo años de reproche hasta que hace poco hablamos a calzón quitado y pude darle cierre a la cuestión”.
Giselle Mathieu, 33 años, profesora de Música: “Hacía un mes que no teníamos sexo. Me metí en su celu y encontré fotos y chats con otros hombres. Me fui con una criatura de un año. A veces no hay retorno” •
¿Y vos? ¿Cruzaste ese límite? ¿Creés que la confianza debe ser ciega? Leé también: Sexo y pareja: "No me quiero enamorar" y Cómo es la experiencia JOMO: si te perdés algo, no pasa nada
Expertas consultadas: Lic. Cristina Benchetrit, psicóloga, terapeuta de familias y parejas. Dra. Teresa Nora Popiloff, miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Lic. Josefina Rabinovich, psicóloga, terapeuta de parejas y familias.

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