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Socorro: ¡Vacaciones con chicos!

Descansar..., ¿qué era eso? Bienvenida a las antivacaciones de llevar a tus hijos de veraneo. Pero, bueno, menos la parte del relax, hay muchas cosas lindas para disfrutar




Créditos: Corbis


Por Constanza Crotto
Casi por default, compraste ese libro de 800 páginas al que le tuviste ganas todo el año, también te stockeaste de sudokus y grabaste en el iPod los "hitazos del verano" para musicalizar tu relax en la orilla. Pero te olvidaste de un detalle: ahora que tenés hijitos, el plan descanso es una utopía total.Vas a terminar siendo una perseguidora de deambuladores,un monstruo con cuatro ojos y con suficientes brazos para hacer picnics, armar castillos, barrenar olas, despiojar cabezas y cerrar valijas imposibles. Pará, respirá hondo, contá hasta diez y preparate para disfrutar unas vacaciones... diferentes. Porque en todo esto hay algo que, aunque no es relajado, ¡está buenísimo!

La previa

¡Todo lo que hay que llevar "sí o sí"! Pegás Postits en cada pared para no olvidar nada y vas dejando bártulos por la casa. Llega tu pareja y se arma la hecatombe. "¡Si solo son 15 días!". Suena lógico, pero aun así tenés que prever cochecito, practicuna, reposeras, salvavidas, bicicleta, heladerita, ropa de verano y también de invierno (por si acaso), protectores, remedios... Cargar el auto es un suplicio, un Tetris de cosas en el baúl. Mal humor, sí, pero que no panda el cúnico. Activá el vacaciones mode on y visualizá la panzada de familia que te vas a dar sin celular que atender ni mail que chequear. Un cambio de aire es remedio infalible. ¡Vamos que nos vamos!

Camino a la Meca

"El viajar es un placer que nos suele suceder". Con el tema de Pipo Pescador a capella parten felices y contentos. Pero las sonrisas desaparecen a la media hora con el primer vómito con olor a leche cortada que da comienzo a la pesadilla del asiento trasero. Que me mareo, que me aburro, que me cansé de ver siempre la misma peli, que cuánto falta, que me hago pipí, que ¡quiero llegar! Al principio, no te dan las manos ni las muecas para distraerlos, hasta que sus quejas terminan siendo música para los oídos. "¡¿Por qué habremos venido en auto?!". No te creas, ¿eh?, que la situación no mejoraría tanto en un avión: miradas de pánico, llantos inoportunos, dolor de oído y alguna sorpresa entre pañales son pormenores de la odisea. Como hay que pasar el rato, apelás a los juegos de tu infancia: iba un burrito cargado de... Propagandas que empiecen con... Patentes con la letra... Adivina adivinador... Sí, los vecinos del asiento trasero se están fastidiando, pero ¡ahora sí, vos estás compartiendo un momento increíble con los tuyos !

Vamos a la playa, oh, oh, oh, oh, oh

Créditos: Corbis


El arribo a la playa no es muy elegante, con una decena de bolsos en un brazo y un bebé a cuestas. El paso se vuelve todavía más bizarro apenas pisás la arena hirviendo, y obvio que a esta altura los chicos lloran a gritos porque se están recontra quemando. Caminan estratégicamente en fila india invadiendo lonas ajenas hasta llegar al oasis: una sombrilla que hace de acotado refugio antisol. Después del ritual del protector, que es casi como untar con crema al enemigo, ¡a disfrutar de la playa! Sacás a relucir tus dotes artísticas y armás un megacastillo de arena (te quemás la espalda, el de la sombrilla te vio hasta las entrañas, pero quedó buenísimo) y tres minutos después de terminarlo viene una ola y se lo lleva... Por suerte, por un pelín, llegaste a sacar la foto divina de toda la familia junto a su construcción, esa que sabés que no te vas a cansar de ver cuando vuelvas a la oficina. Y que hasta te va a hacer evocar una sensación... ¡de paz!

¿Dormir? ¿De qué estás hablando, Willis?

"Después de un día agotador, viene una noche tranqui", pensás. Saliste airosa de la etapa de los baños, barriste la arena de la casa y te preparás para zambullirte en el novelón que te espera en la mesa de luz. ¿Sí? ¿Tan segura? Los chicos están excitados, no quieren dormir y te hacen un piquete hasta que te das por vencida y los dejás un rato más. Como quien no quiere la cosa, se tiran todos juntos en el sillón a ver una peli o, antojados de algo dulce, salen a pasear en busca de una heladería y la excursión nocturna termina siendo de esas anécdotas que todos recuerdan con una sonrisa. Cuando vuelven y lográs dormir al último, ¡qué momento glorioso! Ahora sí que disfrutás de un rato de romanticismo. Vos y tu pareja, los sobrevivientes de la jornada, son dos grandes cómplices. ¿El premio? Finalmente tienen un tiempo solo para ustedes...

Quiero, quiero, quiero

Créditos: Corbis


Señalan, imploran, exigen. Desde que tienen meses de vida, los chicos siempre encuentran algo para pedir. Pero en vacaciones la situación se agudiza y a cada rato ruegan por una Coca, un helado, un barrilete, barquillos, una tabla de barrenar, una vuelta en moto de agua o algún accesorio hippie que se deshilacha a la media hora. Si el clima no ayuda, la situación es casi trágica. En destino de playa o de montaña, todos los caminos conducen al mismo lugar: el shopping. Y ahí sí, ¡agarrate, Catalina! Entre jugueterías y fichines, decidís hacer un parate y comer algo rico. Te clavás en un stand de churros y pedís el relleno con dulce de leche, ese del que toda la playa habla. ¡Qué ricor! ¿Cómo no los conociste antes? Con la panza llena, el corazón contento (y un par de churros en la cartera), tenés pilas renovadas para seguir el paseo.

Todo concluye al fin

El regreso a casa te cuesta mental y físicamente. Los primeros días fueron duros, pero con el tiempo te acostumbraste y hasta te podés dar por satisfecha de que, sí, encontraste la manera de llevarla bien. Otra vez te toca el armado de valijas imposibles y, si bien un poquitito te ilusiona la idea de recuperar algunos ratos del día sin tener que hacerle upa a nadie, no podés ni pensar en volver a la rutina de siempre, ¡y lo que los vas a extrañar a los chiquis! Bueno, es que, al fin y al cabo, aunque no fueron vacaciones de descanso total..., ¡qué lindo es pasar unos días en dulce montón!, ¿no?

Enemigos de temporada

- El vendedor ambulante: pasa a cada rato y con su grito despierta necesidades imperiosas en tus hijos

- El turista sin hijos: quiere paz, OK, pero lo que no entiende es que tu caos NO es para nada controlable...

- El nuevo amiguito: es lindo que entablen amistad con el nene de los vecinos, siempre y cuando no sea de los que les enseñan malas palabras y juegos riesgosos a los tuyos
- La treintañera tipo: toma sol, tan relajada, ¡y coquetea con el bañero! No cambiarías a tus hijos por nada del mundo, pero ¡cuánto extrañás esa vida!
¿Te sentís identificada con esta nota? Contános cómo pasas tus vacaciones con hijos.

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