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 • Opinión

Las ‘mamis’ casi siempre somos infantilizadas

Narradora y madre feminista en @comadrepodcast, Victoria nos cuenta su experiencia en el momento del parto y posparto. Reflexiona sobre la vulnerabilidad a la que nos somete, muchas veces, el sistema médico.


Parto respetado: una experiencia necesaria a la hora de parir.

Parto respetado: una experiencia necesaria a la hora de parir. - Créditos: Getty



Estuve embarazada dos veces en mi vida. De la primera gestación, liviana y llena de ilusión, tuve a Florentino. Me informé mucho para su llegada, presenté un plan de parto que fue respetado y, exceptuando algunos protocolos inevitables cuando se pare en una institución, todo salió muy bien. Desafortunadamente, el posparto no fue tan prolijo: el bebé había nacido sano y dejé de ser importante para mi obstetra.

A los cuarenta días del nacimiento y habiéndome recuperado de un leve desgarro, el dolor era tan fuerte que fui a verlo. Me dio el alta médica alegando que todo estaba bien, aun cuando yo insistía con que no podía sentarme ni ir al baño sin pasarla pésimo. Además, me dio el OK para volver a tener relaciones sexuales.

Según su criterio, mi pedido de ayuda y mi dolor no eran razones para esperar. Pasaron los días y el dolor no aflojó. Fue en una guardia donde un cirujano de urgencias me descubrió una fístula en el periné. Me explicó que era algo frecuente en madres primerizas y que la única forma de curarla era yendo a un proctólogo, que me drenaría a mano el pus para evitar una intervención “más compleja”.

Así que puérpera, dolorida y cansada de tener la zona vaginal y anal detonada, me entregué a una proctóloga muy respetuosa que me hizo ver las estrellas, pero me sacó la infección. Aparentemente, el ano no es la zona de expertise de los obstetras, así que mi doctor había pasado por alto lo que sucedía ahí.

Podría haberme ahorrado llanto, dolor y tiempo y mejorado mi calidad de vida si mis llamadas y pedidos de ayuda hubieran sido atendidos.

Por alguna razón inexplicable, “las mamis” casi siempre somos infantilizadas: somos adultas para gestar, pero no para ser informadas y respetadas en nuestras decisiones.

En Argentina, la tasa de cesáreas está muy por encima de la recomendada por la OMS; hay una tendencia al intervencionismo que fue señalada por varios organismos y devino en la Ley de Parto Respetado, la Ley 25.929. Esta entró en vigencia en 2005 y, aunque muchas mujeres la desconocen, nos habilita a ser informadas sobre los procedimientos que se realizarán, hidratarnos y movernos con libertad durante el parto, contar con un acompañante que se quede con nosotras y permanecer junto al recién nacido salvo que requiera cuidados especiales.

En tanto y en cuanto esta ley no se cumpla como corresponde, deberá ser tarea de madres y padres velar por que no se quiebre. Este será un factor determinante en la salud mental y física de la familia. Llegar al hospital informadas, con pisada firme y un plan de parto impreso son algunas de las cosas que recomiendo para defender nuestros derechos y los de nuestros hijos. 

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