Qué son las "trad wives" y por qué representan un peligro

Pero no nos confundamos. Estas no son las sumisas amas de casa de antaño. No. Son influencers con millones de seguidores, que han convertido el arte de hornear en contenido viral y el doblado de sábanas en una coreografía digna de TikTok. Son las nuevas guerreras del hogar, que luchan sus batallas con rodillos de amasar y aspiran a la perfección doméstica con la misma intensidad con la que otras persiguen ascensos corporativos.

Entre las abanderadas de este movimiento encontramos a la bucólica Hannah Neeleman, mejor conocida como Ballerina Farm. Con ocho hijos, un rancho en Utah y una habilidad envidiable para hacer que ordeñar vacas parezca una actividad glamorosa, Hannah ha cautivado a cerca de diez millones de seguidores en Instagram. Sus videos son una mezcla entre "La familia Ingalls" y una publicidad de manteca vintage.

Luego tenemos a Estée Williams, la equivalente británica de Martha Stewart pero con filtro Valencia. Con su melena rubia perfectamente peinada y sus vestidos floreados, Estée nos transporta a un mundo donde las mermeladas caseras son la solución a todos los problemas y donde una taza de té bien servida puede cambiar el curso de la historia. Sus seguidores en Instagram la adoran, probablemente mientras intentan descifrar cómo logra mantener su casa tan impecable con dos niños pequeños correteando alrededor.

No podemos olvidarnos de Nara Smith, la tradwife millennial por excelencia. Con su estética minimalista, ella logra que sus seguidores consideren cambiar un pañal como una experiencia zen. Sus recetas saludables y su enfoque en la crianza consciente han atraído a una legión de seguidores (nueve millones en TikTok) que aspiran a encontrar la paz interior en medio del caos doméstico.

Finalmente, tenemos a Emily Mariko, la reina indiscutible del "meal prep" aesthetic. Con sus videos ASMR de preparación de alimentos, Emily ha logrado que más de un millón de personas encuentren satisfacción visual y auditiva en ver cómo se corta una palta o se sazona un salmón. Sus seguidores juran que pueden oler el arroz recién hecho a través de la pantalla y no sería sorprendente si algún día descubrimos que ha inventado la tecnología para transmitir aromas por YouTube.

Ahora bien, antes de que comencemos a hacer juicios de valor acerca de estas mujeres que parecen no estar conectadas con la realidad y que proclaman la sumisión a sus maridos como principio básico de su estilo de vida, vale la pena preguntarnos: ¿Qué hay detrás de esta fascinación por la vida doméstica? ¿Es una rebelión silenciosa contra el agotamiento de la vida moderna? ¿O simplemente hemos llegado al punto en que lavar la ropa se ha convertido en un acto revolucionario?

Tampoco podemos olvidar que estas mujeres han construido sus imperios de redes sociales, junto con el abundante beneficio económico que generan, en el matrimonio y que, en el caso de romperse, quedarían atrapadas sin los protagonistas masculinos de sus historias y, en consecuencia, sin la demostración que desean aparentar de que viven sólo de los ingresos de sus maridos. Es decir, no pueden separarse. Esto aplica con mucha más lógica en las simples mortales que no van a convertirse en influencers pero que desean ser la parte de la pareja que cuida de la familia y el hogar, en estos casos, divorciarse implicaría quedar en una situación de extrema debilidad económica.

Pero quizás, en un mundo de constante conectividad y presión por el éxito, la idea de refugiarse en la simplicidad del hogar resulta atractiva. O tal vez, después de años de luchar por la igualdad en el trabajo, algunas mujeres están reclamando el derecho a elegir la vida doméstica sin sentirse juzgadas.

Lo cierto es que este fenómeno ha generado tanto admiración como críticas. Por un lado, estas mujeres son alabadas por elevar las tareas domésticas a una forma de arte y por mostrar que cuidar del hogar puede ser una elección válida y satisfactoria. Por otro lado, hay quienes ven en esta tendencia un retroceso peligroso, una glorificación de roles de género tradicionales que podrían hacer retroceder décadas de progreso feminista y también una cierta adhesión a ideas extremas de la derecha propias de la época que estamos viviendo.

Pero sería simplista reducir el fenómeno de las trad wives a un mero regreso al pasado. Estas influencers, con su dominio de las redes sociales y su habilidad para monetizar la vida doméstica, están lejos de ser las amas de casa sumisas de antaño. Han encontrado una forma de combinar lo tradicional con lo moderno, creando una nueva narrativa en torno a la feminidad y al hogar.

Al final del día, quizás el verdadero atractivo de las trad wives no sea tanto el regreso a los valores tradicionales, sino la promesa de una vida más simple, más conectada con lo esencial. En un mundo que a menudo se siente caótico y alienante, la idea de crear un hogar acogedor y nutrir a los seres queridos puede parecer revolucionaria.

Así que, ya sea que aspires a ser la próxima reina de Instagram con delantal o que prefieras seguir rompiendo techos de cristal en tacos, recordemos que la verdadera liberación está en la capacidad de elegir, aunque también se debe tener cuidado con este tipo de movimientos que han sido acusados de ser promovidos por religiones extremistas. Ahora bien, si esa elección es honesta e implica aprender a hacer mermelada casera mientras ves videos de Emily Mariko, ¿quiénes somos nosotras para juzgar?

Después de todo, en este vasto mundo de posibilidades, tal vez la verdadera rebeldía esté en encontrar la felicidad, ya sea en la sala de juntas o en la cocina. Y quién sabe, tal vez el secreto para cambiar el mundo esté en una taza de té bien servida o al menos eso es lo que Estée Williams nos haría creer.