El imaginario colectivo suele igualar Turquía a Estambul . Algunos pocos agregan a la ecuación a Capadocia, la postal de globos multicolores. Y punto. El resto del antiguo imperio otomano es una incógnita, un misterio que puede dar algo de miedo descubrir por tratarse de un lugar tan lejano y distinto a lo que conocemos. Pero aventurarte más allá de las ciudades típicas puede traer sorpresas y experiencias nuevas, y transformar un viaje común en uno extraordinario.
La costa del Mar Egeo es uno de esos secretos. También llamada Costa Turquesa o Riviera Turca, las playas y pueblos al oeste de la Anatolia son un sueño, ideales para recorrer en auto y aprovechar la independencia sobre ruedas para enterrar los pies en la arena, comer en la vereda de un pueblito centenario o visitar ruinas históricas.
Alaçati, la preferida de los locales
Con una arquitectura muy similar a la griega, el centro del pueblo es un laberinto de calles angostas y empedradas donde los autos tienen poca o nula circulación - Créditos: Sofi Edelstein
Ubicada en la provincia de Izmir, Alaçati (que se pronuncia “Aláchate”) es un destino popular entre los turcos, tanto por sus antiguas casitas de piedra que datan del siglo XIV como por el windsurfing, cuyo campeonato mundial se realiza acá gracias a los característicos vientos que soplan en la zona.
El centro del pueblo es un laberinto de calles angostas y empedradas, donde los autos tienen poca o nula circulación y el peatón es rey. La arquitectura es muy similar a la griega, producto de su ocupación en el siglo XIX: las fachadas color pastel, las puertas y ventanas azules, y las paredes adornadas de flores de jazmín y de Santa Rita componen una visual romántica especialmente atractiva cuando se pone el sol y se comienzan a prender las primeras luces.
Lo mejor es apagar el GPS y, en plan aventura, dejarte llevar por el instinto y la curiosidad , y así descubrir puentes diminutos sobre el suelo de piedra, jardines mágicos, esquinas gobernadas por gatos callejeros, cafecitos bohemios y rincones repletos de antigüedades y souvenires.
A la noche la oferta gastronómica abunda: el restaurante “DutluKahve” tiene una variedad de mezze (aperitivos) marinos exquisitos para acompañar con una copa de raki, un licor con anís típico de Turquía; “Kapari Bahçe” parece una jungla, adornado todo de verde, y ofrece pastas y carnes riquísimas;y “Asma Yapragi” es un patio recluido con un techo de enredaderas y adonde te invitan a la cocina para elegir los platos (uno de los cuales es su famoso cordero). No te olvides de terminar con un café, uno de los orgullos turcos, que se sirve bien denso y en tazas pequeñas.
Si hay algo en lo que los turcos no escatiman es en pastelería. Son dulceros, y eso se ve en sus masitas, bombones, helados y baklavas, un bocadito típico hecho con masa filo y relleno de almíbar y pasta de nueces o pistacho.
Durante el día no hay duda que el mejor plan es relajarse en las playas y calas. Hay muchísimas para elegir, pero sabé que algunas son privadas y cobran la entrada.
Ilica Plaji es la playa pública más popular, pero no por eso menos bella. Es larga, de agua cristalina y arena blanca, con restaurantes y bares cerca:súper práctica. Es ideal para pasar la mañana antes de que se arrime el viento. Eso sí, tené en cuenta que si vas en temporada alta, los fines de semana explota de gente.
Madeo Beach es otra coordenada que tenés que anotar. Es más pequeña pero vibrante, con un parador enorme que sirve comida y tragos, y hace de punto de encuentro cuando tocan DJsen vivo y el atardecer pide baile.
Fun Beach Club es una playa más grande (¡tiene capacidad para 2.200 personas!) y es sede de festivales y eventos de música electrónica. Para ir tenés que reservar tu lugar con anticipación. Una vez ahí, podés aprovechar los dos restaurantes y cuatro bares in situ y practicar cuanto deporte acuático se te ocurra: wakesurf, parasailing, jetski, flyboard, y muchos más.
Ruinas de Éfeso, uno de los sitios arqueológicos más importantes del mundo - Créditos: Sofi Edelstein
A tan solo una hora y media en auto se encuentran las ruinas de Éfeso, uno de los sitios arqueológicos más importantes del mundo y que vale muchísimo la pena visitar. Se estima que fue fundada por los griegos en el siglo IX a.C. y llegó a ser un reconocido centro comercial, religioso y cultural. Por allí pasaron Heráclito, Alejandro Magno, San Pablo, San Juan y hasta se cree que la Virgen María.
El Templo de Artemisa – o Diana, para los romanos- es una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Los griegos la veneraban porque representaba la caza, los bosques, los animales y la virginidad. Fue destruida dos veces, y hoy solo quedan restos de columnas y piedras utilizadas para la construcción.
Además del templo, también podés subir los escalones del teatro principal,que tenía capacidad para 25.000 personas, y admirar la Biblioteca de Celso con su imponente fachada, un estadio, una basílica romana, las letrinas públicas, varios templos, fuentes y puertas con relieves.
Lahmayum, también conocida como “pizza turca” se hace de carne picada con aderezos, tomate, cebolla, limón y perejil, y tiene su versión veggie con berenjena - Créditos: Sofi Edelstein
Cuándo viajar
La mejor época para ir a la Costa del Egeo es entre fines de abril y mayo y entre septiembre y octubre, cuando el tiempo es cálido pero aún no es temporada alta y las multitudes no atestan las playas.
Cómo llegar
Volá a Estambul por Turkish Airlines desde U$D1640, con escala en San Pablo. Una vez en Estambul, tomá un avión hasta Izmir por U$D40 y manejá una hora hasta Alaçati o subite a un bus. No necesitás visa si vas en calidad de turista y por un máximo de 90 días. www.turkishairlines.com
Qué tener en cuenta
Si bien Turquía es un país laico, el 99% de la población es musulmana. La embajada argentina aconseja a las mujeres no andar solas por lugares alejados del circuito turístico porque se registraron casos de acoso físico y/o verbal. También cuidá la vestimenta en sitios religiosos.