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Argentina campeón del mundo: 8 lecciones de empatía y resiliencia que nos deja la Scaloneta

La Scaloneta recorre las calles de Argentina, levanta la Copa del Mundo, pero nos deja mucho -muchísimo más- que un trofeo deportivo. Acá, reflexionamos sobre cuántas lecciones nos dejaron, además de un festejo inolvidable.


La Scaloneta

La Scaloneta - Créditos: Getty



Los campeones del mundo regresaron al país con la copa, pero también trajeron a nuestras vidas una serie de lecciones casi imposibles de explicar con palabras. Los sentimientos, la resiliencia, el deseo cumplido: este equipo logró que fuese muy fácil aprender lecciones que, si somos inteligentes, vamos a poder transformar en cambios propios. Acá, repasamos algunos de los momentos que la Scaloneta nos deja como un premio eterno.

1. La competencia siempre es con uno mismo

La felicidad que sentimos ahora como comunidad es fabulosa y entre muchos -los nacidos del 86 a esta parte- no tiene precedentes. Pero si algo nos demostró este equipo es que la conversación es siempre con uno mismo. Que uno puede, sin dudas, tomar lo bueno y usarlo como vitamina, pero que al final del día el balance es con uno y que tenemos que conseguir las herramientas para acallar las voces que no ayudan.

"Messi tiene que dejar la selección", "No tienen que poner más a Di Maria", "A Scaloni le falta experiencia". Cualquiera de esas frases, si nos las hubieran dicho a nosotros, habría destartalado nuestra seguridad: porque somos personas, y estamos construidas sobre la base de todo lo que sucede alrededor. Sin embargo, desde el 2018 a esta parte, el plantel se conformó seguro de sí mismo. De sus propios miedos, de sus frustraciones y transformó cada caída en potencia. Se trata a veces de tropezar para tomar impulso. Pero la competencia, la superación, siempre es con uno mismo.

2. La amistad vale más que cualquier trofeo

Si pensamos en una obra de arte, por ejemplo, en Los Girasoles, pero la pensamos en una sala vacía, sin nadie que la admire, entonces no hay arte, no hay magia, no nay nada. Solo hay silencio. Con la felicidad pasa lo mismo: ¿de qué sirve ser feliz si no tenemos con quién compartirla? ¿Es suficiente el espejo? La Scaloneta demostró que no.

La amistad que forjaron fue la fuerza que necesitaron para erigirse como el equipo mítico en el que se transformaron. Juntos, como grandes amigos de toda la vida, vivieron nacimientos, muertes, fracasos, alegrías, emociones. Como amigos que salen a vivir la vida, se defendieron entre ellos, se abrazaron, besaron y lloraron juntos cuando la cosa se quebraba.

El golpe más grande que recibió este equipo no fue la derrota contra Arabia Saudita, sino tal vez saber que el Kun ya no jugaría más al fútbol. Sin embargo, él, Lo Celso, Correa y Nico González, también estuvieron ahí besando a la gran Copa del Mundo. Porque ganar no es solo hacer goles y atajar penales, ganar es aprender a amar y sostenerse entre todos.

Amigos para siempre

Amigos para siempre - Créditos: Getty

3. Respetarse a uno mismo es un signo de madurez

Cuando el partido contra Arabia Saudita nos dejó a todos de cama, cuando tuvieron que volver al vestuario con la sorpresa de la derrota, el equipo se fue unido y entero. Porque respetar al rival es lo primero que deberían enseñarnos cuando somos chicos.

Cuando les tocó enfrentarse a Holanda, no solamente se enfrentaron a un pedazo de la historia del fútbol con todo lo que eso conlleva, sino que se enfrentaron a algo más grande: a veces el silencio es ensordecedor y uno no puede hacer silencio cuando te están haciendo daño.

Vimos a un Messi enojado, a un Dibu Martinez honesto y a un Kun Agüero dispuesto a ponerle el cuerpo a cualquiera que se metiera con sus amigos. ¿Por qué? Porque nadie merece la humillación a la que sometieron a este equipo en la previa y durante del partido.

Cómo será de importante el fair play que el propio Emiliano Martínez parece haberse deconstruido en tiempo récord, y aquellas fanfarroneadas que fueron celebradas y denostadas en partes iguales durante la Copa América, se transformaron en bailecitos, palmaditas y algún que otro gesto picarón. El silencio no siempre es el camino y los filtros tienen límites cuando pueden resultar una daga. Este equipo se resistió a ser rasgado con ningún tipo de arma semántica.

4. Cuerpo, mente y alma: pero no olvidar la mente

Es imposible no escribir sobre la lección que el Dibu le dio a toda una generación: cuando uno no puede solo, hay que pedir ayuda. Más allá de los memes, el que se convirtió en el arquero de un país, además fue él quien salió en vivo para todo el mundo diciendo que tal fue el golpe emocional que recibió cuando los dos goles de Arabia le rompieron el invicto que tuvo que recurrir a su psicólogo, con quien tiene un vínculo médico desde hace años, para que lo ayudara a superar la angustia. Desde ese momento, quién sabe cuántas generaciones desmitificaron la terapia, quién sabe cuántos se sienten acompañados, comprendidos y tranquilos, sabiendo que la salud mental no es un tema tabú, sino un tema del que podemos hablar todos. 

5. Hay lugar para todos

Quizás sea mérito de un líder joven, un líder que está paternando hijos chicos. Scaloni lo tiene claro: para todos era importante pisar el campo de juego. Todos querían ser parte y todos lo fueron. Cuando recordemos, dentro de muchos años, a este equipo, vamos a tener en la mente a todos los chicos que formaron parte del plantel.

Hubo lugar para todos y a todos les fue suficiente los minutos que les tocaron. Y hubo lugar para los nuevos en un grupo que estaba ya conformado: los chicos se sumaron a los grandes, los grandes les enseñaron sus nuevos modos, los del cariño, los del amor y los de la experiencia. Y los chicos, posiblemente, les recordaron que los sueños que se tienen en la infancia muchas veces son la nafta que se precisa cuando (quién dijo que) todo está perdido. Miren si no habrá lugar, que cuando el Kun Agüero accedió la última noche a dormir en su viejo cuarto, con su eterno compañero y nuestro enorme capitán, Rodrigo De Paul se tiró un colchón en el medio de los dos para compartir la última noche de amor y amistad en la concentración.

6. Ser persona... y después jugador

El Dibu, Macron y Mbappe

El Dibu, Macron y Mbappe

El único motivo por el que no fue esta la foto que dio vuelta al mundo, es porque el triunfo de Argentina se llevó las portadas de todos los diarios. Mbappé envuelto en la tristeza de que sus goles no alcanzaran, se encontró solo y desconsolado en el campo de juego. El Presidente de su país, Emmanuel Macron, se acercó a brindarle sus palabras de aliento, pero más cerca estuvieron las manos del Dibu Martinez, quien tuvo en medio de tanta algarabía, tiempo para abrazarlo y sostenerlo.

7. No estamos solos, bien sabemos lo que queremos

No es factible recordar las enseñanzas que nos regaló este equipo sin nombrar a cada una de las familias. Cada una de las parejas, las mamás, los papás, los hijos y las hijas que durante años nos prestaron a los jugadores y se quedaron sin ellos en casa. Como describía antes, nacimientos, muertes, enfermedades, como en cualquier familia, estas familias transitaron la vida misma, mientras el equipo seguía sosteniendo un sueño colectivo. Y, sin embargo, ahí estuvieron, sin reclamar, alentando, llorando de emoción, de liberación y de orgullo. No es para menos, la Selección Argentina le regaló a un país una sonrisa que realmente necesitaba. Debemos un gracias eterno no solamente al equipo, sino a quienes estuvieron detrás para sostenerlos.

El amor: el soporte de La Scaloneta

Créditos: getty

8. Confiar, siempre confiar

Entregarse y abrir el pecho para que sea lo que tenga que ser. “Que la gente confíe”, declaró Lionel Messi el 22 de noviembre. ¿Y qué más nos quedaba por hacer? Confiar. Cuando las cosas no dependen de nosotros, cuando el partido lo juegan otros, cuando uno ya no tiene más nada que activar, confiar es el camino que nos va a mantener en eje. ¿En él? ¿En Dios? ¿En la suerte? En lo que uno pueda: confiar.

Eso se sintió en cada partido, en cada esquina, en cada grupo de personas que decidió salir a alentar unida para que los gritos viajaran los 13 mil kilómetros que nos separaban de esas camisetas. Confiar y disfrutar en las pequeñas cosas como la abuelalalala, el milagroso vidrio roto que podría haber terminado en tragedia, las brujitas de Twitter y la justicia divina.

Posiblemente con los años, con el fútbol que viene -que seguramente siga cambiando-, podremos extender esta nota y escribir un libro que desarrolle todo lo que La Scaloneta nos regaló. Y sí, nos regaló, porque debernos, no nos debía nada. ¡Felicidades, Selección!

¿Cómo van a convencernos de que la magia no existe?

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Líder paternal: Scaloni infinito

Líder paternal: Scaloni infinito - Créditos: Getty

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