
Tres años juntas
Festejamos saltando de alegría porque ahora nos animamos a rebotar por el aire y a perder las formas; sabemos que al caer existe una superficie formada por una comunidad de mujeres que nos permite sostenernos las unas a las otras
26 de abril de 2011

Dicen que cuando uno cumple años, hay que pedir tres deseos. ¿Por qué sólo tres y no ocho, o veinte? No se sabe con exactitud, pero a nadie se le ocurriría pedir un deseo más o uno menos. La cultura se ha encargado de perpetuar ciertas costumbres y usos vinculados con este número. ¿Por qué las obras dramáticas tienen tres actos? ¿Por qué decimos "1, 2 y... ¡3!" a la hora de empezar cualquier cosa? ¿Por qué existen sólo tres colores primarios y tres poderes en un Estado?
El uso extenso del número tres en la cultura no se acaba ahí: en las ciencias exactas, es el único número entero de pi (II), una de las constantes matemáticas más usadas a lo largo de la historia, y también es considerado "el número de Dios" por la cultura hebrea. Tampoco olvidemos que, en física y química, son tres los componentes de un átomo –protones, neutrones y electrones–.
Ya lejos de los laboratorios y los cálculos, las religiones del mundo también han adoptado el tres como un número sagrado que simboliza la perfección de lo divino: el dogma central del cristianismo se basa en la creencia de la Santísima Trinidad –un único Dios que reside simultáneamente en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo–, mientras que la estrella de David –el símbolo máximo del judaísmo– no es otra cosa que dos triángulos equiláteros superpuestos. La mitología hindú también recae sobre un trimurti –que quiere decir "tres formas" en sánscrito– constituido por los tres dioses principales de su cultura: Brahmá (el Creador), Vishnú (el Preservador) y Shivá (el Destructor).
Si miramos a nuestro alrededor, el mundo se nos revela en tres dimensiones. ¿Y nunca escuchaste esa canción muy vieja que reza que en la vida sólo existen tres cosas: salud, dinero y amor? Eso sí, cada uno las ordena como más le guste...
OHLALÁ! cumple tres años. No uno ni dos. Tres. Así que, además de agradecer, celebrar y pedir nuevos deseos, aprovechamos para reflexionar acerca de lo que significa estar festejando estos tres años de vida juntas. Enterate de qué le trae el tres a tu vida. A la tuya y a la nuestra...
3 = Equilibrio dinámico
No es fácil hacer equilibrio estando inmersas en la sociedad exigente en que nos movemos. Si sólo nos concentramos en la acción, esa que nos dice que hay que hacer cada vez "más y mejor", rápidamente tambaleamos y corremos el riesgo de caernos. Por el contrario, si sólo nos dedicamos a
No es fácil hacer equilibrio estando inmersas en la sociedad exigente en que nos movemos. Si sólo nos concentramos en la acción, esa que nos dice que hay que hacer cada vez "más y mejor", rápidamente tambaleamos y corremos el riesgo de caernos. Por el contrario, si sólo nos dedicamos a
a contemplación pasiva y el relax, llega un punto en donde aparecen la insatisfacción y esa sensación de que la vida te pasa por delante y vos sólo sos una mera espectadora. Pero existe una tercera posición, que consiste en ese ir alternando entre los dos extremos, como una malabarista que va moviéndose y oscilando de un lado hacia el otro para no caerse. Fuerza y acción focalizada por un lado, descanso y relajación por el otro. Si hacemos un flashback furioso por los temas tratados en la sección de "Calidad de vida" de estos tres años de revista, siempre fuimos conscientes de que esta dinámica es necesaria para lograr el equilibrio y el bienestar.
Por eso, alternamos con notas tendientes a movilizarte y ponerte en marcha para que actives determinados aspectos de tu vida –"Administrá tu fuerza", "Celebrá tus logros", "Viví el ahora", "La fuerza del deseo", "Liderá tu vida", etc.–, pero también nos pusimos del otro lado cuando te dijimos que está todo bien si te relajás y aprendés a descubrir ese poder débil, tan saludable como el primero –"¡Aflojá, nena!", "Llorar está buenísimo", "Dejá de criticarte", "Equivocarse está OK", etc.–.
Sin ir más lejos, es lo mismo que realiza nuestro cuerpo físico para encontrar la armonía y el balance: los procesos internos de nuestro cuerpo conocen a la perfección esta idea y todo el organismo trabaja para que, si existe una parte de nuestro metabolismo encargada de generar nutrientes y construir células y tejidos o almacenar energía, por el otro lado exista también lo opuesto complementario, esa capacidad de gastar energías y de desechar todo aquello que nos resulta tóxico.
Tiene entonces sentido que el equilibrio sea dialéctico, con esos tres momentos diferenciados, cuando dos ideas que en un principio aparecen como opuestas y desencontradas –la tesis y la antítesis– puedan llegar a una instancia nueva y superadora, una síntesis que, a partir del diálogo y la alternancia entre ambas, permita resoluciones y una nueva comprensión de nuestra vida.
Es parecido a lo que sucede cuando vos decís "A" y el otro dice "B". Si cada uno se planta en su idea y no afloja, es imposible llegar a un acuerdo o a una postura intermedia. La inclusión de un "tercero" –o de una tercera posición– también prepara el terreno para que surjan ideas nuevas, creativas y reparadoras. Y así, evitar las relaciones duales en las que se genera cierto empate –los dos son exactamente iguales– o incluso cierto sometimiento entre ambos –uno gana y el otro pierde o viceversa–.
Acordate: activá, sí, pero después relajate. Jugá y divertite, pero también sabé que podés sentirte triste y encontrar paz. Ponete metas y trabajá por ellas, pero no te olvides de celebrar cuando las hayas conseguido. Tomá las riendas de tu vida, pero soltalas después de hacer un trecho y dejate llevar por la inercia del camino. De eso se trata el equilibrio; de que estén esos dos polos presentes en cualquier orden de tu vida, y que no faltes vos, la tercera en el medio, para dejarte hamacar entre ambos.
3 = Sostén
La sensación de estar sostenidas nos genera tranquilidad. Mientras que al unir dos puntos se genera una línea recta, si agregamos un tercer punto, inauguramos la primera figura geométrica con superficie. No se trata de una clase de matemáticas, pero si hacemos la analogía con nuestra propia existencia, la idea del triángulo nos brinda la confianza de tener cierto apoyo vital.
La sensación de estar sostenidas nos genera tranquilidad. Mientras que al unir dos puntos se genera una línea recta, si agregamos un tercer punto, inauguramos la primera figura geométrica con superficie. No se trata de una clase de matemáticas, pero si hacemos la analogía con nuestra propia existencia, la idea del triángulo nos brinda la confianza de tener cierto apoyo vital.
¿Y qué pasa cuando sentimos que alguien nos sostiene? Nos permitimos movernos con más libertad, sabiendo que, en el caso de trastabillar, alguien nos va a estar atajando para que la caída no sea tan fuerte. Ser tres en el ámbito de las relaciones humanas –una sociedad de trabajo, un grupo de amigas, los hermanos de una familia– brinda la estabilidad necesaria dentro de ese mismo grupo. Les da cuerpo y sustento a las relaciones, y permite asimismo cierta flexibilidad.
Tener más de un punto de apoyo asegura que siembre va a haber alguien que te banque. O también, que de acuerdo con lo que te pase, puedas elegir en qué parte de esa superficie de relaciones querés descansar. Pasa muchas veces: si tenés dos amigas, quizás a una de ellas prefieras contarle ese desengaño amoroso mientras que a la otra prefieras pedirle consejos para lograr ese ascenso en el trabajo.
Armar triángulos amplía los espacios, las posibilidades, y abre el diálogo. Pensá qué triángulos tenés en tu vida –¡ojo con los triángulos amorosos!– y cultivalos. Porque de ellos depende que siempre tengas una red para saltar al vacío. Tranqui, que alguien te ataja.

3 = Creación y novedad
Además del equilibrio y el sostén, el tres siempre trae consigo la novedad. ¿Y quién no ama el olorcito flamante de las cosas nuevas? Está claro, somos bichos a los que nos mueve el cambio permanente, de modo que cada nueva creación –ya sea una idea, un vínculo o un objeto– nos despierta enseguida el interés.
Además del equilibrio y el sostén, el tres siempre trae consigo la novedad. ¿Y quién no ama el olorcito flamante de las cosas nuevas? Está claro, somos bichos a los que nos mueve el cambio permanente, de modo que cada nueva creación –ya sea una idea, un vínculo o un objeto– nos despierta enseguida el interés.
Por otro lado, ser tres crea opciones y nos invita a salir en plan de exploradoras para no quedarnos en el territorio de lo conocido, defendiendo lo que ya sabemos de nosotras mismas y del mundo. Ser tres en una red social es abrirle la puerta a seguir experimentando el continuo desarrollo de lo vivo. ¿Quiere decir que de a dos nos aburrimos? No necesariamente, pero ser únicamente dos, en algún punto, te quita la capacidad de elegir, porque en una dinámica dual es posible percibir que uno está siendo "condenado" al otro –ojo, la única excepción a esta sensación se da en el ámbito de una pareja sana, en la que esta "condena" no es percibida como una carga sino como un elemento base del amor–.
La aparición de un tercero posibilita no sólo el intercambio de roles, sino un movimiento que trae una bocanada de aire fresco a las relaciones. Pasa con las amigas, con los vínculos familiares, con las relaciones de poder en el trabajo (y sí, a veces también pasa en las parejas...). Al estar repartida la carga, también bajan las demandas, y eso permite que te relajes por momentos y vivas las relaciones con más libertad, sin las ataduras que genera la presencia full time.
3 = Cuidado de nuestros "mapas del mundo"
Una cosa puede ser azar. Que te pase dos veces lo mismo... OK, vaya y pase. ¿Y si pasa una tercera vez? ¿Qué es? ¿Una mera coincidencia? La creencia popular nos machaca la cabeza con que "no hay dos sin tres". Que llegue esta tercera vez es, claramente, un llamado de atención. Se prenden unas luces de neón intermitentes en nuestro cerebro que nos dicen: "¡Nena, cuidado, que esto es real!".
Una cosa puede ser azar. Que te pase dos veces lo mismo... OK, vaya y pase. ¿Y si pasa una tercera vez? ¿Qué es? ¿Una mera coincidencia? La creencia popular nos machaca la cabeza con que "no hay dos sin tres". Que llegue esta tercera vez es, claramente, un llamado de atención. Se prenden unas luces de neón intermitentes en nuestro cerebro que nos dicen: "¡Nena, cuidado, que esto es real!".
¿Conclusión? Si se repiten conductas –ya sean propias o ajenas– en tres oportunidades, tomalo como una conducta adquirida. No importa si esa conducta es una mentira piadosa o una llegada tarde al trabajo. Si descubrís que pasa tres veces, en tu cerebro se construye la idea de "Fulano es un mentiroso" o "Mengana siempre llega tarde". Y a partir de ese punto, uno espera que esas conductas se perpetúen en el tiempo: el cuarto día, Mengana también va a llegar tarde, y la próxima vez que Fulana te diga por qué faltó a tu cumpleaños, no le vas a terminar de creer lo que te diga.
¿Por qué sucede esto? Nuestro cerebro necesita aprender a reaccionar ante los diferentes estímulos. Ese proceso de aprendizaje lo conocemos como "memoria" y, básicamente, funciona por asociación. Esas asociaciones se producen de acuerdo con las experiencias que hemos vivido y configuran nuestro mapa del mundo. ¿Qué es un mapa del mundo? Es una forma de organizar nuestra experiencia, a través de un cúmulo de respuestas aprendidas a partir de situaciones que vemos o que vivimos.
No se trata de otra cosa que la forma en que accedemos al conocimiento de lo que nos rodea, pero dado que nuestras neuronas son muy sensibles, a veces pueden condensar dos sucesos completamente aleatorios y tomarlos como una "verdad", como algo que la mente ya conoce. Pero muchas veces sucede que no podemos elegir qué par de ideas se van a unir en nuestra cabeza, y mucho menos evitar que se formen duplas de las maneras más extravagantes y disparatadas.
Por ejemplo, si estabas viendo una película de terror o de vacaciones con una amiga en Nueva York cuando te llamó tu pareja para decirte que la relación no iba más, probablemente esa película o esa ciudad queden asociadas en tu memoria a la ruptura y el desengaño. Hay un extraño mecanismo del cerebro que consigue que creamos que algunas coincidencias son causas inequívocas de determinados sucesos.
Como sabe de la compulsión de nuestra mente a asociar lo que venga, el cerebro también ha generado una especie de "sistema anticreencias disparatadas" que evita que nuestros mapas del mundo se conviertan en mamarrachos sin sentido. Y aquí es donde entra en escena el ya conocido refrán que dice que "la tercera es la vencida".
Hay que seguir intentando hasta que lo consigas, hay que seguir viendo la película, hay que seguir visitando Nueva York una y mil veces, para comprobar que no nos van a abandonar ni nos vamos a enfermar otra vez si comemos lo que aquella vez nos dejó abrazadas al inodoro toda la noche. El cerebro nos cuida de que estas asociaciones disparatadas del tipo "Nueva York = soledad" o "Nueva York = atentados" se nos instalen en la cabeza así nomás. Entonces, hasta que no se repita por lo menos tres veces, nuestra mente no lo registra como un suceso real.
"La tercera es la vencida", dice el refrán. Y tiene toda la razón del mundo. Esa es la justa medida de la estabilidad para nuestras creencias, costumbres e ideas. "OK, ya llegó tres veces tarde... Mañana también lo hará." Identificá en tu vida qué ideas se te pegaron por asociación libre y no les creas tanto hasta que no lleguen a la tercera vez. "Mmm, ya me clavó la mirada fija tres veces... Evidentemente, le gusto" o "Es la tercera vez que mi jefe me contesta mal. Le caigo pésimo..." o "Ya hablamos en tres oportunidades acerca de tener hijos o no... y no nos ponemos de acuerdo".
Ya sea para confirmar una idea o advertir aciertos o desacuerdos, el tres es el número mágico. Ese que puede permitir que las cosas accedan o no a tu mapeo del mundo. Ayudá a tu cerebro a que aprenda sólo aquello que realmente importa. Si pasa tres veces, date cuenta de que es así. Y si no llega a la tercera, no te la creas tanto. Es matemática pura.
OHLALÁ! también llegó al número mágico. Estamos cumpliendo tres años. Y sentimos que hoy es más real que nunca. Que está hecha y pensada por un grupo de mujeres que generamos un equilibrio dinámico. Que subimos y bajamos. Que nos animamos a rebotar por el aire y a perder las formas. Que empezamos caminando con pasos firmes y tímidos, pero que con el tiempo fuimos buscando un camino propio. Y que generamos superficies y triángulos, para sostenernos y apoyarnos. Y así crecer en armonía. Mujeres que no les escapamos a la novedad ni a la sorpresa, creando una comunidad nueva, con opciones para todas.
OHLALÁ! hoy festeja saltando de alegría. ¿Por qué saltamos? Porque sabemos que al caer, debajo existe algo sólido, que nos banca y nos sostiene. Una superficie hecha de confianza, flexible, y que permite movernos con libertad. ¿Y los tres deseos? Ya los pedimos, obvio. Pero shhhh..., también dicen que no hay que decirlos para que se vuelvan realidad. ¡Feliz cumpleaños para todas..., y a saltar!
Experta consultada: lic. Inés Dates, psicóloga
Por Eugenia Castagnino
Fotos de Mariana Roveda
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