Un nuevo cumple: cuatro años juntas
Compartimos con vos nuestro balance y cuáles son nuestras palabras clave: flexibilidad, equilibrio, constancia y solidez; gracias por ser parte de esta celebración
13 de abril de 2012 • 10:09
Todo el equipo de OHLALÁ: Vale Boquete, Ani Bangueses, Viole Gorodischer, Ana Pagani, Tere Elizalde, Ferni Moreno, Sole Simond, Maru Luzar, Fer Acosta, Ceci Wall, Pau Teller, Bere Schmittendorf y Carol Birgin - Créditos: Mariana Roveda; realización de Maca y Xime Ibañez
Por Soledad Simond
"Cuando el éxito llegue, que nos encuentre trabajando", es una frase que suele surgir cada mes, cuando todo el equipo de OHLALÁ! se reúne con Inés Dates, nuestra psicóloga de cabecera desde el número 0. No es un encuentro de redacción más, como ya compartimos con ustedes en otras oportunidades; este espacio sirve también de catarsis, de reflexión de nuestros propios aprendizajes y, por qué no, de "palmadita en el hombro" cuando celebramos los logros personales y profesionales. Como en este caso, que estamos cumpliendo cuatro años juntas. Entonces, al igual que en cualquier aniversario, nos sirve de balance: cómo estamos, hacia dónde vamos y cómo llegaremos allí. En general, en las empresas, ese análisis queda plasmado en un montón de power points, en la intimidad de un equipo de trabajo. Pero nosotras somos una revista de puertas abiertas, no es casual que nuestra web tenga un millón de visitas únicas por mes, y así como número a número nos conocen un poco más (saben que Carol, editora, tiene la tradición de cocinar con sus hijos en Navidad, o que nos gustan las manualidades, o que Ani, subeditora de fotos, puede posar cual modelo con su pequeña Oli), también ustedes son parte esencial de esta revista. Una revista que nos cuesta deslindar de nuestra vida personal, como haríamos con cualquier trabajo, porque este espacio ha sido testigo de nuestro crecimiento.
La flexibilidad
En estos cuatro años, vivimos desde partos y casamientos hasta desamores de un sábado a la noche y happy hours muy alegres (que alguna que otra vez nos dejaron knock out para el viernes). Desde el comienzo, nos hicimos muy compañeras, porque supimos que nuestro vínculo iba más allá de cualquier categoría: pasábamos más tiempo juntas que el que una pasa con familiares, pareja, amigos. Entonces, aprendimos a respetarnos en nuestras diferencias (ya sabemos que mejor no molestar a Ferni, productora de Moda, cuando está cerrando la edición de "Lo que viene", y que Bere, jefa de Arte, prefiere que no le respiremos en la nuca y la bombardeemos con opiniones "de redacción" cuando está "plantando" –diseñando– una nota que viene difícil, como así también el equipo ya se enteró de que cuando me dicen: "Te necesito para que cortes un texto", puedo tardarme un par de horas, porque soy de las que prefieren no interrumpir lo que están haciendo). De a poco, nos fuimos conociendo y, al mismo tiempo, aceptando, no sin dificultad, claro. Somos mujeres, y así como en algún momento creemos que es un castigo divino cuando a la redacción la inunda un tsunami emocional, la mayoría de las veces sabemos que somos una comunidad indestructible, capaz de hacerle frente a cualquier adversidad. Y créannos que no han sido pocas en estos cuatro años. El otro día, nuestro director general nos decía que este equipo tenía la habilidad para afrontar los cambios y así mantenernos flexibles venga lo que venga. Pero esto no es casual, así como la disciplina de ir a una desafiante clase de stretching luego te rinde con creces con una espalda sana, esta redacción ha incorporado diariamente las mismas ideas que pregona, y en esto nuestros encuentros con Inés han sido clave. Aprendimos a usar el enojo a nuestro favor; a aceptar, pero no resignarnos; a dar nuestro cien por cien; a conectarnos con nuestro costado más lúdico; a desear aquello que ya tenemos; a ser eficientes con nuestro tiempo, como así también saber cuándo parar la pelota y hacer la plancha. "Cuando una lee la revista, se nota que se llevan bien, que hay linda armonía en el grupo", nos decía el otro día una consultora en marketing. Es así, pero ha sido a fuerza de mucho laburo, periodístico, pero también interno, con nosotras mismas.
El equilibrio
Hay un cuento que siempre nos recuerda Inés, mate y medialunas mediante, quizá ya lo hayamos compartido con ustedes en esta sección, pero viene bien recordarlo: un visitante llega a un castillo del Medioevo y queda deslumbrado por la prolijidad y perfección del jardín, entonces pide hablar con el jardinero y le pregunta: "Cómo hace para tener el parque así?", a lo que el empleado responde: "Lo riego, lo corto cada tanto y me aseguro de que no le crezcan yuyos". "Ah –dice el huésped–, no es difícil". "Sí, pero durante 400 años", le responde el jardinero. No es complicado sacar una maleza de vez en cuando, lo difícil es seguir sacándola, permanecer en la tarea y encontrar cómo hacerlo con entrega, con amor. Este cuento aparece dos o tres veces al año en nuestras reuniones, le llamamos "el pasto inglés", y viene a colación cuando estamos hablando de compromiso, de cómo la rutina puede ser agobiante, pero es la constructora de nuestros grandes logros en la vida: desde ir a trabajar a un mismo lugar hasta disfrutar del hombre que nos acompaña desde hace años. Entonces, siempre el gran cuestionamiento (que tantas veces analizamos en estas páginas) es cómo combinar la estabilidad con el cambio, la certeza con el riesgo, el deseo con lo ya logrado; en definitiva, cómo encontrar el equilibrio en nuestras vidas y cómo atesorarlo, darnos cuenta de que lo estamos logrando.
La constancia
Para los numerólogos, el 4 es la tenacidad y el trabajo, y esto de "transpirar la camiseta". Este tiempo aprendimos que tanto para construir una marca sólida como para superarnos como personas, hay que ser rutinarias, no hay vuelta. Nadie aprende a tocar la guitarra si practica una vez por mes, los buenos aprendices son quienes tienen la constancia y la disciplina, aunque a veces nos dé fiaca o el ejercicio nos resulte un hastío. Si observamos, somos quienes somos gracias a nuestras rutinas, a lo que hemos hecho hasta el momento, con constancia, día a día. OHLALÁ!, a lo largo de estos cuatro años, cambió (se sumaron nuevas integrantes y se fueron otras, tuvo un rediseño el año pasado, cambió incluso de directora y cada mes suma más y más lectoras); definitivamente no somos las mismas que soñaban con un proyecto de revista femenina, pero, al mismo tiempo, seguimos siendo iguales. La esencia de la revista no cambia. Pero cómo seguir haciendo un producto que nació sorprendiendo en el mercado (con el eslogan "no eras vos, eran las revistas") cuando ya nos sumergimos en la cotidianeidad del mes a mes. ¿Qué hay de nuevo para decir?, ¿cómo hacer para que nuestro cerebro registre el valor de lo repetido? Nuestra mente, ya lo dijimos varias veces, tiene la particularidad (está hecha así desde que éramos cavernícolas) de registrar lo malo y lo nuevo. Nos juega a favor en cualquier comienzo, como en los primeros meses de enamoramiento, pero nos abandona cuando la relación ya está establecida, y muchas veces nos hace pisar el palito con "¿y si pruebo con otra cosa?". Así nos volvemos adictas a la novedad, sin lograr profundizar en aquello que ya tenemos y que (aunque nos hayamos olvidado) nos costó trabajo conseguir. Cada aniversario en nuestra vida es la oportunidad para celebrar el camino recorrido, la trayectoria. La gran novedad, entonces, es que no hay novedad, por eso siempre nos parece estar hablando de lo mismo (la misma conversación en el desayuno con nuestra pareja, la misma película infantil que quieren ver nuestros hijos, el mismo rollo con nuestra familia, la misma revista mes a mes). ¿Cómo nos resulta que nuestra suegra nos cuente la misma anécdota de su hijo cada domingo? Insoportable; por eso la clave está en cómo relatamos lo que siempre es igual y cómo logramos adoptar nosotras una mirada nueva ante lo que nos ocurre.
Volviendo a OHLALÁ!, la revista logra su identidad justamente gracias a lo repetido, las mismas secciones, la paleta de colores que no cambia, el tono de la publicación, las tipografías establecidas; entonces, nuestro desafío es cómo sorprenderte mes a mes. Así como quien busca nuevos temas y programas con los amigos para no aburrirse, para no hablar siempre de lo mismo, nosotras también pensamos en cómo despabilar nuestro vínculo. Pero, al mismo tiempo, valoramos el haber construido juntas un lenguaje propio, saber de lo que estamos hablando, reconocer que cuando hacemos o leés la revista, nos sentimos en casa. Es la rutina la que nos sostiene, y eso es lo que con cuatro años de vida estamos celebrando: nuestra búsqueda por el equilibrio entre la cotidianeidad y lo desconocido y también nuestro crecimiento profesional con nuestro desarrollo personal. Al fin y al cabo, lo que estamos celebrando es que pudimos alcanzar cierta solidez.
La solidez
Así como un mandato presidencial dura cuatro años y ese lapso de tiempo es el que necesitamos para alentar una reelección, también es el plazo ideal para ganar estabilidad y probar que lo que nos prometimos, lo logramos. Entonces, nuestro proyecto puede darse el lujo de sentirse sólido, porque un truco es que el constante deseo de mejorar no empañe lo que ya logramos. Porque para ser novedosas, para seguir construyendo, está bueno respetar los cimientos, lo ya hecho. Una vez más, la dualidad: la solidez se entrelaza con el movimiento. Como en esos edificios antisísmicos que deben tener cierta flexibilidad en su construcción, nuestros logros se erigen con fortaleza, pero también con algún margen de movilidad, porque si no, serían muy fáciles de derrumbar. Además, lo bueno del paso del tiempo es que una ya tiene conocidas y presupuestadas las grietas, sabe qué debe revocar y qué necesita fortalecer, pero aun así no deja de ser un edificio en funcionamiento. Hoy, OHLALÁ! sobrepasa los 75 mil números vendidos mes a mes, una realidad que superó nuestras expectativas ampliamente; por eso, también a nosotras, el producto, ya con vida propia, nos sorprende. Ese asombro es lo que nos enriquece, y así podemos conectarnos con lo que hacemos desde la aventura y, en vez de ser un padecimiento ("uy, otra vez lo mismo"), se convierte en una gran oportunidad ("¡qué suerte, de nuevo lo mismo!"), porque es esa constancia la que nos da seguridad, la que nos hace sentir en casa y aquello que nos da la confianza para elegirnos, como quien elige ese pantalón que tiene años pero calza perfecto, nos queda cómodo.
En este cumpleaños nos miramos entre nosotras, ustedes incluidas, con la complicidad de quien se conoce desde hace tiempo y sabe qué es lo mejor para la otra y elige las virtudes antes que las debilidades, porque reconoce que el vínculo es más fuerte y el compromiso es construir una comunidad de mujeres más despiertas y felices.
Experta consultada
Lic. Inés Dates, psicóloga
Lic. Inés Dates, psicóloga
La magia ohlalera
Por Inés Dates, nuestra psicóloga
Desde hace 4 años, todos los meses, mientras me dirijo a la redacción para la reunión sobre la nota de tapa, siento el mismo "blanco" y desorientación: ¿qué podríamos decir en este número?, como si se tratara de un examen en el que acaban de preguntarnos eso que no habíamos leído.
Pero a diferencia de un examen, aprendí que no tenía que "saber", que lo que tenía que hacer era aguantar esa incertidumbre un poco angustiosa y confiar en que en el encuentro, que he aprendido a esperar como si fuera una fiesta, se produciría "la magia".
Una de las cosas que tiene el equipo de OHLALÁ! es que no estamos fijándonos en quién gana o pierde –no evaluamos–, y eso permite que nuestra mente fluya sin temor, y que entonces todas arriesguemos ideas y sentimientos que nos parecen constructivos, sin conciencia del "qué dirán". Además, lo interesante es que en nuestras reuniones no hay una estructura formal, quizás alguna o varias toman nota, pero nadie controla, todas sabemos que estando juntas va a salir algo bueno y que si se enciende nuestra imaginación, lo mismo sucederá con las lectoras. Entonces, todas sentimos que el "peso" de la nota lo cargamos entre todas. En definitiva, la mujer fuerte es así, somos más felices cuando todos ganan.
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