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Relaciones: qué pasa cuando siempre estamos de novios y huimos a la soltería

¿Es pura casualidad? ¿Te enamorás fácilmente? ¿O hay algo escondido detrás de esta conducta? Analizamos qué puede provocarlo y cómo conseguir ser feliz con vos misma.


Qué pasa cuando siempre estás de novio y le huís a la soltería.

Qué pasa cuando siempre estás de novio y le huís a la soltería. - Créditos: Getty



Seguramente muchas conocemos a alguien que termina una relación y automáticamente empieza otra. ¿Es normal? ¿Debería pasar? Muchas de estas preguntas no tienen una repuesta cierta, pero está bueno tomarlas como disparadores para repensar nuestros vínculos e identificar si hay algo en lo que deberíamos trabajar para ser más felices.

A diferencia de la soltería, que es algo que muchas veces se elige, el hecho de estar continuamente en pareja suele ser una necesidad más que una elección. Lourdes Budes, psicóloga y terapeuta de parejas, explica que es algo compulsivo, como un vicio: “La idea de estar solas, a este tipo de personas, les despierta mucha inseguridad y desconfianza. Es un derrumbe emocional y por eso salen a la búsqueda de cualquier pareja, incluso se exponen a relaciones tortuosas que pueden traer daños físicos, psicológicos o emocionales”.

 

Por lo general, no tienen proyectos individuales, solo pueden crear si están con alguien, y no soportan estar solas porque esa soledad implica interiorizar y pensar quién sos. La búsqueda de estas respuestas genera un vacío grande que necesitan llenar compulsivamente para evitar la angustia y la desesperación que se presenta cuando ese otro no está.

Uno de los mayores problemas es que esa necesidad las lleva a vivir en estado de alerta, continuamente estresadas, porque el miedo a que esa relación pueda terminar despierta el control, la manipulación, la ansiedad, inseguridades… discusiones infinitas que arrastran a la pareja a un precipicio. Por supuesto que no es voluntario, están tan enfocadas en no perder a una persona que pueden hacer las cosas más bizarras para que no se vaya, porque el terror de que eso suceda paraliza. Y, por esto mismo, muchas veces ambas partes llegan a límites, como la aparición de trastornos de ansiedad, personalidad dependiente, etc. Están convencidas de que no pueden hacer nada solas, que no saben cómo, y que sí o sí necesitan que venga otro a confirmarles quienes son.

El origen casi siempre está en la infancia, en aquellos primeros vínculos, en el apego. Si esos adultos que acompañaron (padres, abuelos, tíos) no te llenaron de confianza, no te dieron el cuidado suficiente, miradas de amor o palabras de contención es muy probable que hoy te falten herramientas para disfrutar de estar con vos misma. Ojo, también puede ser, en el otro extremo, que te haya afectado un exceso de sobreprotección y hoy no puedas cuidarte sola.

Por otro lado, sabemos que en Occidente los mandatos son muy fuertes. Aparece mucho la pregunta, a cierta edad, de por qué estás sola, te mencionan al reloj biológico y culminan con la infaltable frase: “¿para cuándo los hijos?”. Si bien ahora está más presente la lucha por no responder o escucharnos para entender qué es lo que queremos, todavía nos pesa eso que esperan de nosotras.

Crecimos sabiendo que las mujeres “tienen que ser madres, tienen que estar en pareja y deben tener a alguien que las cuide”. Y si no tuviste confianza cuando eras pequeña vas a buscar esto mismo, una relación hija-padre, porque es ahí se encuentra esa seguridad faltante. Este tipo de vínculos se escapan del amor, solo se sostienen por miedo y la incapacidad de estar solas. No son saludables y no te impulsan.

¿Qué se puede hacer?

Primero, identificar qué sentís, cómo estás actuando: no es fácil, porque la realidad indica que cuando crecés con este chip es difícil que logres darte cuenta de que lo que estás haciendo no te hace bien.

- Tratá de alejarte de tu propia situación y analizá cómo es tu pareja, qué tan saludable la considerás.

- Hacé uso de tu red de contención: llamá a tus amigas, a tu familia y zambullite en esos abrazos para que el dolor duela menos.

- Charlá, expresate: hablar disminuye la ansiedad, da alivio y te ayuda a liberarte.

- Pedí ayuda profesional: andá en búsqueda de una palabra distinta que te dé seguridad, refugiate en ese ambiente donde puedas estar a salvo y tratá de aprenderte otro camino para que puedas elegir.

Lo importante es que puedas tener la decisión en tus manos y evitar que te arrastre la necesidad de idealizar a alguien, porque, además, corrés el riesgo de estar con personas que no te traten bien. Aprendé a valorarte, a quererte, a vincularte de manera saludable y elegí vos tu propia felicidad, sola o acompañada.

Experta consultada: Lourdes Budes. Licenciada en psicología, terapeuta de parejas, especializada en sexología clínica. IG: @psicologalourdes.

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