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Hace 17 años que estoy en pareja y esto aprendí

En esta nueva reflexión de Josefina de Cabo nos ayuda a indagar en la necesidad de los espacios propios. ¿Cómo se chocan el autoconocimiento y estar en pareja? ¿Se inhabilitan uno al otro?


Espacios para estar sola.

Espacios para estar sola. - Créditos: Getty



Estoy metida en la bañadera llena de agua calentita. Me hice un rodete, apagué la luz y prendí una vela con rico olor. Ni siquiera puse música: necesito estar a solas con mis pensamientos. ¿Y los chicos? Se preguntarán. Ah, es que no les expliqué. Son las 10 de la noche y mis hijos hace ya dos horas duermen profundamente. ¿Y tu marido? Mi marido está de viaje, así que este momento es todo para mí solita.

Aprovecho el silencio y la soledad para hacer doble clic sobre algunas cuestiones que me vienen dando vueltas últimamente. Podríamos llamar a esta bañadera llena de agua un momento de introspección. Podríamos, sí.

El tren de mi pensamiento va a toda velocidad, como de costumbre, y me cuesta mirar por la ventanilla los paisajes que se aparecen. El olor de mi vela, el agua calentita y la soledad me meten cada vez más adentro de mis propios pensamientos y trato de mirarlos pasar, uno atrás de otro, como el paisaje difuso que se ve por la ventana de mi tren.

El matrimonio: vínculo complejo

Hasta que el guarda entra a mi vagón gritando y me saca de mi ensimismamiento: ¡Parada: El Matrimonio! grita el guarda. Ah, qué vínculo más complejo si los hay. Y aclaro acá, antes de contarles nada, dos cosas. La primera, cambien matrimonio por la etiqueta (o no) que más les guste, acá no juzgamos a nadie. La segunda, que no me considero ni por lejos una experta, pero sí una persona que trabaja permanentemente para mejorar mis vínculos y entenderlos cada vez mejor.

¿Cómo se chocan el autoconocimiento y estar en pareja? ¿Cuánto se chocan? ¿Se inhabilitan uno al otro? ¿Se potencian?

Hace 17 años que estoy en pareja (sí, con la misma persona y sí, leíste bien, diecisiete, un montón) y descubrí que la pareja no inhabilita ni de cerca al autoconocimiento. Yo aprendí más de mí misma en los últimos tres años que nunca en mi vida (gracias al Universo por la terapia). Descubrí que la pareja lo único que hace es espejarnos a nosotros mismos. Permanentemente nos muestra todo lo bueno y todo lo malo que tenemos para que no tengamos más remedio que ocuparnos de lo que nos toca. Si observamos bien, nuestra pareja es un gran portal de conocimiento propio y de oportunidades para mejorar o cambiar. La pareja puede ser un gran puente si nos animamos a cruzarlo. Pero, ¿nos animamos?

La soledad tiene mala prensa

Lo importante para conocernos más, creo yo, es poder encontrar los espacios propios donde autoexplorarse por fuera de la pareja. ¿Terapia? Sí, siempre, tradicional o de la otra, de la que más te guste. Pero también otras cosas. Un libro, una bañadera llena de agua calentita, un trote matutino, un café con un buen libro. El silencio. Habitar los espacios que nos sacan de la pareja hacen que volvamos no sólo con las energías renovadas sino con un poco más de claridad de nuestra propia dimensión por fuera de esa dimensión (me enrosqué, pero creo que se entiende, ¿no?).

Me puse profunda hoy, sabrán disculpar. A veces, me pasa. Culpemos a la velita, al agua y al silencio. Ahora me tengo que ir, porque el primer “mamá” de la noche acaba de sonar. Nos leemos en la próxima columna.

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