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Neurociencias: 8 neuromitos que solemos creer acerca de cómo funciona nuestro cerebro

Desenmascaramos algunas de las creencias populares sobre el cerebro y la mente humana. ¿Son verdaderos o falsos estos neuromitos para vos?




Vivimos en el mundo de la sobreinformación y la circulación veloz de los contenidos. Ahora, cuando de información científica se trata, ¿cómo impacta eso en la veracidad de afirmaciones como que el cerebro de las mujeres y los varones es distinto? Comprender un poco más cómo funciona el cerebro humano sirve para hacer un mejor uso de él y cuestionar postulados obsoletos que, muchas veces, colaboran en la construcción y sostén de desigualdades históricas.

Es verdad que muchas veces el mundo científico es cambiante y difícil de comprender y esto ocasiona la simplificación y la difusión de hipótesis y mitos que en realidad no son correctos. Internet y las redes sociales también han sumado confusión. Entonces, de la mano de dos expertas en neurociencia, ¿nos acompañás a comprender qué hay de cierto en los mitos más difundidos sobre el cerebro?

MITO 1: Nuestro cerebro puede cambiar un hábito en 21 días

La veracidad de esta afirmación va a depender especialmente de qué hábitos nos propongamos cambiar. No es lo mismo, por ejemplo, pretender dejar de comer alimentos con gluten que implementar una caminata de 15 minutos por día. Con esto nos referimos a que hay hábitos tan amplios que involucran nuevas acciones y que dependen también de nuestras habilidades y de nuestro contexto. Entonces, si la idea es cambiar nuestra alimentación, tendremos que generar e incorporar nuevos hábitos como planificar las comidas y las compras, buscar recetas nuevas, organizarnos para las salidas sociales, etc. Además, hay que considerar también que la habilidad para controlar los impulsos a retomar los viejos hábitos está mediada por una función cognitiva (nuestro control inhibitorio) y es diferente en cada persona.  

MITO 2: El hemisferio derecho del cerebro es el de la creatividad, el izquierdo es el analítico

Si bien hay muchas funciones cognitivas, por ejemplo el lenguaje, que están localizadas en cierta parte del cerebro –y esto lo sabemos porque cuando una persona se lesiona, generalmente se afecta esa función–, hay otras que se ubican en diferentes partes. Además, el mito de los hemisferios derecho e izquierdo se derrumba también porque se sabe que ambos están conectados, se comunican y trabajan en conjunto. Está comprobado que actividades como la creatividad y el pensamiento racional implican diferentes funciones cognitivas del cerebro en su totalidad. O sea, no es que somos personas creativas o racionales excluyentemente, sino que estas partes del cerebro funcionan de manera complementaria.

MITO 3: El coeficiente intelectual es lo más importante

El coeficiente intelectual es una medida que se construyó para definir lo que se considera la inteligencia a partir de diferentes test que involucran cuestiones como el razonamiento verbal y el matemático. Pero cuando se estudia a personas que han revolucionado ámbitos de la cultura, el deporte o la ciencia, hay evidencia de que la inteligencia involucra otras habilidades como la perseverancia, la persistencia y la disciplina. Si bien el coeficiente intelectual –es decir, el nivel de razonamiento más lógico– es importante, es solamente un área del cerebro, un tipo de habilidad más.  

MITO 4: Usamos solo el 10% de nuestro cerebro

Posiblemente, la popularidad de este mito se centre en lo atractiva que es su premisa: si solo usamos un 10% de nuestras capacidades, entonces podríamos ser mucho más inteligentes y creativos si aprovecháramos lo “desperdiciado”. Una simple acción, como cerrar y abrir la mano, requiere la actividad de mucho más de una décima parte del cerebro. Incluso cuando al parecer no hacemos nada, el cerebro está haciendo mucho, ya sea controlando funciones como respirar y el palpitar del corazón, o recordando cosas por hacer. Es cierto que si nos lo proponemos podemos aprender cosas nuevas, y hay evidencia en el área de la plasticidad neuronal que muestra que eso cambia nuestro cerebro. Creamos nuevas conexiones entre las células nerviosas o perdemos viejas cuando ya no las necesitamos, pero no explotamos nuevas áreas del cerebro.  

MITO 5: Las funciones cognitivas se pueden mejorar con ejercicios simples

La gimnasia cerebral fue un método comercial popular en los 90, pero se demostró que no tenía sustento científico y que solo mejoraba las conexiones neuronales en la parte motora. Es importante derribar el mito para que no se use creyendo que es la única forma de ejercitar funciones cognitivas. De hecho, se comprobó que el ejercicio físico las conserva y las potencia mucho más.  

MITO 6: El cerebro femenino es multitasking

El multitasking depende mucho de la posibilidad de focalizar: para que podamos poner foco en algo, tenemos que inhibir un montón de estímulos a nuestro alrededor. Actualmente, se sabe que no es una cuestión de a cuál sexo pertenezcas, y que el multitasking nos hace producir energía extra y nos quita efectividad en la atención a todos por igual.

MITO 7: En la primera infancia, el cerebro aprende más y mejor

Si bien hay muchas investigaciones que confirman que en nuestros primeros seis años de vida “somos una esponja”, esto no significa que luego de esa etapa no sigamos aprendiendo y, también, modificando lo incorporado. Esta posibilidad tiene un nombre: neuroplasticidad, la capacidad de nuestro cerebro de ser plástico y de generar nuevas conexiones neuronales. Gracias a ella podemos aprender e incorporar conocimiento durante toda la vida. Además, hay otra variable que interviene para cuestionar este mito: la voluntad de aprendizaje de cada persona.  

MITO 8: El cerebro de varones y mujeres es distinto

Está comprobado que no existen diferencias entre el cerebro de las mujeres y el de los varones. De igual forma se dice que las mujeres somos más emocionales y los hombres más racionales. La ciencia dice hoy que depende de cuál mujer y cuál hombre. Si bien en ciertos estudios de grupos se ven algunas diferencias entre las formas de procesar la información de cada uno, lo cierto es que estas no necesariamente se aplican a nivel individual y hay cosas que definen más las capacidades mentales que el sexo al cual pertenezcamos, como el tipo de nutrición, la cantidad de ejercicio físico que realicemos, la educación que hayamos recibido, la cultura en que hayamos crecido y los vínculos y las representaciones sobre lo “femenino” y lo “masculino”. 

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